“Messi sabe cuándo descansar en los partidos, el cabrón”. Así había elogiado José Luis Mendilibar, DT de Eibar a “Leo” Messi antes del partido del sábado. Y a los 4 minutos Messi le respondió. Gambeteó a tres, caño incluido, y anotó. Y luego otro. Y otro más. Hat trick en menos de cuarenta minutos. Y un cuarto gol para el 5-0 final. Después de cuatro partidos y 31 remates (15 de ellos al arco) sin poder marcar. “Va camino de su peor racha histórica”, había titulado días antes el diario madrileño Marca, en un artículo crítico, que decía que esas cifras sin anotar eran “impropias” de Messi.
El informe de Marca añadía que Messi sumaba apenas 14 goles en 24 fechas de Liga, “su segundo peor registro” de las últimas trece temporadas. Y que en las últimas nueve fechas sólo había logrado anotarle a los débiles Alavés y Granada. Y que en diez partidos de Liga, Messi no había marcado, contra nueve que sí. “Impropio”, claro, para un jugador que llevaba 622 goles en 714 partidos oficiales con Barcelona.
Lo que olvidaba informar Marca es que Messi había faltado por lesión a las cinco primeras fechas del torneo y que, antes de la “sequía”, venía de anotar en cinco partidos de modo consecutivo y que, por eso, lideraba (lidera) la tabla de goleadores del campeonato, ahora con 18 tantos. Y Marca olvidaba algo más: que su formidable asistencia a Antoine Griezmann en el triunfo ante Getafe de la semana anterior era la sexta que hacía en esas cuatro fechas que no había logrado anotar. Y que había sido además la figura del equipo en tres de esos cuatro partidos. Y que sigue liderando las estadísticas del jugador que más tira al arco, el que más asiste y el que más gambetea. Y que en ese último partido, Getafe había cometido treinta faltas, récord en el torneo. Y que en 18 partidos Messi llevaba 14 goles y 12 asistencias. Ahora son 18 y 12.
Que a Messi lo critiquen en Madrid, aún de modo ridículo, puede tener explicación a partir de la rivalidad. La sorpresa es que se lo cuestione en Barcelona. Y desde cuentas en las redes que, supuestamente, financiaba de modo indirecto su propio club, según nos hemos enterado. Por eso esta última semana hubo rupturas de contrato, renuncias, reclamos de elecciones anticipadas y gritos de “dimisión” en el Camp Nou contra el presidente Josep María Bartomeu antes de que comenzara el partido de ayer contra Eibar. Barcelona negó haber estado al tanto de que la firma de consultoría y marketing I3 Ventures, con la que sí tenía un contrato, manejaba las cuentas que criticaban no sólo a Messi, sino también a otros jugadores y dirigentes. Pero es todo “raro”, como lo definió el propio Messi en su entrevista pos escándalo. Como capitán que ahora sí ejerce dentro y también fuera de la cancha. Con y sin la pelota.
El lunes Messi se había convertido en el primer futbolista de la historia en ganar el premio Laureus como mejor deportista del año, compartido con el campeón de Fórmula 1, Lewis Hamilton. Venía de ganar el Balón de Oro y el The Best de la FIFA, y la Bota de Oro como goleador máximo de ligas europeas. Y todo esto sucede cuando Messi, sugieren algunos, inicia su fase de supuesta decadencia. Porque, después de los amagues de Neymar, allí está Kylian Mbappé y ahora el noruego de Dortmund, Erling Haland, supuestamente listos para desbancarlo. Aunque ahora habla más, la mejor respuesta de Messi sigue estando siempre dentro de la cancha y con la pelota. Y, si Barcelona no sigue pateando en contra, y si no hay fiasco en la Champions, siempre con el mismo club. Con la misma camiseta. Lo “impropio” de Messi no son los partidos sin goles, como sugería Marca. Lo “impropio” es que este fútbol siga teniendo un jugador como él. Un crack que vive su propia era. La era Messi.