“¡Sin duda!”, responde Priscila Powell a la pregunta ¿podemos hablar de aliens? “De hecho, así se llaman en inglés las especies invasoras, capaces de establecerse fuera de su lugar de origen y, en su nuevo ambiente, crecer, reproducirse y expandirse”, agrega. El concepto de especie invasora puede aplicarse a animales y a plantas; ella trabaja con estas, concretamente con el ligustro o siempreverde, que podés encontrar en el cerco de tu casa y en cada caminata por los senderos del cerro. Pues ese, “su” árbol, es el alien más frecuente y peligroso para nuestros bosques nativos. Y también ha sido un “pasajero” (aunque no necesariamente el octavo): “vino con los hombres, que, accidental o intencionalmente, los trasladaban desde sus lugares de origen a las ‘nuevas tierras’”, añade esta bióloga que trabaja en el Instituto de Ecología Regional (IER), dependiente de la UNT y del Conicet, y es becaria posdoctoral de Contain, proyecto de cooperación internacional del que participan investigadores de Reino Unido, Argentina, Brasil y Chile. Cuenta que quiso ser bióloga para estudiar la naturaleza y contribuir a su conservación. “Con el tiempo me fui resignando a pensar que la investigación y la gestión eran ‘mundos separados’, y me focalicé en los efectos de los cambios producidos por el hombre sobre ecosistemas boscosos del NOA, principalmente Yungas y Chaco”, relata; y con ese tema terminó su doctorado. “La crisis durante el gobierno anterior me cerró las puertas en el Conicet, pero se me abrió una más grande: Contain es un proyecto de manejo de especies invasoras. ¡Y aquí resulta que la investigación se acerca a la gestión!”, agrega... y se la ve feliz.
No da igual
En cada barco que llegó al puerto durante varios cientos de años llegaron especies exóticas, tanto animales como vegetales.
“Obviamente la historia de conquistas, intercambios y comercios tiene mucho que ver con la introducción de especies biológicas extrañas; pero que sean extrañas no significa que sean invasoras”, aclara, y ejemplifica: “los naranjos pueden sobrevivir, crecer, reproducirse y expandir su distribución, pero todo indica que no afectan el funcionamiento ni la estructura de los bosques nativos”. Lo mismo ha pasado con árboles extranjeros que se están usando mucho, como el liquidambar, el roble, el fresno...
En cambio, el ligustro sí es un problema: “es un competidor exitoso y forma bosques monodominantes (es decir, esos en los que es la especie más abundante)”, explica. Esto hace que en zonas donde antes había un montón de especies nativas, ahora quedan unas pocas”.
Razones de su éxito
Este alien que convive con nosotros y se expande poderosamente es originario de China, y de allí pasó a Europa, donde fue muy utilizado en jardines franceses del Barroco o italianos del Renacimiento. “Los jardines botánicos fueron grandes introductores de árboles exóticos; por eso las especies invasivas son más frecuentes en muchas partes del mundo”, explica.
Por qué se debe frenar la invasión de ligustrosEn el caso del ligustro en nuestra yunga, “el desparramo” fue avanzando desde Yerba Buena, Tafí Viejo, San Javier, Raco... centros urbanos que empezaron con pocas casas y como zonas de veraneo con los jardines como protagonistas. Y logró desparramarse porque tiene características que lo hacen muy potente: crece rápido; no sufre plagas; soporta tanto sombra como sol; da mucha sombra, lo que dificulta que debajo crezcan otras especies (pero sus retoños crecen con fuerza)... y como si fuera poco, da una enorme cantidad de frutos que -y esto es clave- maduran en invierno.
“Aquí intervienen las aves -explica Priscila-; no son necesariamente fruguívoras exclusivas; pero como los frutos están disponibles, no buscan otra cosa”. Ellas se encargan de continuar el “desparramo”, que iniciamos los humanos; y ese desparramo es grave.
Los efectos
El avance del ligustro ha sido arrollador, y el desarrollo de bosques monoespecíficos es grave. “Al tratarse de grandes extensiones con una sola especie, se corre el riesgo de extinción masiva si aparece una plaga; y eso significaría que queden pelados grandes sectores del cerro, lo que significaría, a su vez, erosión garantizada. ¡Corremos riesgos de deslaves!”.
Pero ese no es el único problema… Estamos perdiendo la heterogeneidad de la selva, y esta heterogeneidad otorga mayor resistencia frente al cambio climático. Estudios hechos en el IER mostraron que en los bosques de ligustro se reduce la diversidad de aves, de lianas, de insectos, de hongos; además cambia la composición nutricional de los suelos, porque son más secos que los de nuestro bosque nativo y la hojarasca se descompone más rápido. Y como por el cambio del suelo y por la sombra hay menos leñosas y otras plantas debajo de los ligustros, el suelo queda más expuesto a la erosión”, explica.
“Claro que es mejor tener ligustros que no tener nada en nuestros cerros; no es que haya que salir a cortar ligustros sin planificar. Pero al menos la población debería dejar de plantarlos; y los viveros, dejar de venderlos. Que se entendiera lo grave del problema y las autoridades responsables prohibieran su uso sería un sueño” agrega.
Otros “aliens” en la provincia
Crataegus: contra lo que se piensa, llegó de Asia, y su gran producción de frutos en invierno hace que, pájaros mediante (o cursos de agua), haya colonizando rápidamente amplias zonas serranas.
Moreras: son oriundas de Asia central; se introdujeron originalmente para la producción de seda. Su capacidad para imponerse en la yunga no es tanta como la del siempreverde, pero también invade.
Acacia negra: se introdujo desde EE.UU. a principios del siglo XIX y resultó una especie invasora muy agresiva en diferentes ecosistemas, desde Buenos Aires hasta Tucumán y desde Córdoba a la Mesopotamia.