Una de las primeras manifestaciones expresivas y artísticas de los niños es dibujar y pintar; los más traviesos se atreven a realizar su primera incursión mural en las paredes de su casa. Los libros para colorear forman parte del universo infantil. Tal vez de allí provenga la necesidad de algunos plásticos de incursionar en el muralismo urbano, una práctica saludable que se viene desarrollando en nuestra ciudad desde hace unos años.

Hace pocos días, dedicamos un amplio espacio a dos experiencias que estaban realizando los artistas en el microcentro de la ciudad, por ejemplo, en una pared de la calle Ayacucho al 200.

Una de las integrantes del grupo señaló que estos lugares maltratados y de aspecto abandonado terminan generando acumulación de basura y malos olores. “Nosotros decidimos pintar ahí un mural y notamos que cuando se recupera la pared también se recupera el entorno”, dijo.

En Virgen de la Merced al 100, otro grupo se propuso trabajar en una pared que es víctima histórica de las pegatinas proselitistas y lucía un considerable deterioro. Solicitaron permiso a los dueños y a la Municipalidad para plasmar un collage. “La idea es colapsar la pared de ilustraciones de todos aquellos artistas que quieran sumarse. Es una manera de compartir nuestras obras con la comunidad”, contó uno de sus miembros.

Varias de estas acciones plásticas cuentan con el apoyo de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, como los murales realizados en algunos de los accesos a la ciudad, empleando la técnica del mosaiquismo. En 2016, en el parque Avellaneda, se desarrolló el Encuentro Internacional de Arte Público y Muralismo y también se inauguró un mural junto a la parroquia San Gerardo, en avenida Alem y Lavalle. Al año siguiente, se plasmó un mural dedicado a los niños en la plaza Miguel Lillo. La plaza Alberdi fue también escenario de estas iniciativas muralísticas.

“Cuando hacemos pequeñas prácticas, como estas intervenciones, modificamos el día del transeúnte que va al supermercado o al trabajo y se encuentra con otra situación en la calle. Además, le damos la oportunidad a un niño o a un adulto de animarse a pintar una pared, a participar de una obra. A mí ya casi no me interesa el resultado, la obra de arte, eso no es lo importante; me interesa más lo que pasa durante el lenguaje artístico de la acción. Lo más importante es la acción en conjunto”, le dijo a LA GACETA el artista Milo Lockett, que efectuó un mural en una de las paredes del Hospital de Niños por iniciativa del gobierno provincial.

Nos parece que estas acciones no solo hay que incentivarlas, sino también ampliarlas. Por ejemplo, como señalamos en alguna ocasión, se podría estimular a los niños a que pintaran en las paredes de su colegio escenas de la historia (tucumana y argentina), previo estudio y debate en el aula, con el asesoramiento de artistas plásticos. El Ministerio de Educación, la Municipalidad y la Facultad de Artes de la UNT podrían firmar un convenio para tal fin; sería una manera de combinar el aprendizaje de nuestro pasado con el placer de dibujar y pintar.

El arte callejero siempre es bienvenido porque contribuye a embellecer la ciudad, a elevar la calidad de vida de sus habitantes, y mejor aún si ayudan a consolidar nuestra identidad tucumana.