Al arquitecto Osvaldo Merlini no sólo le importa cómo se construye hoy en los Valles: también le interesa conservar los restos de las viviendas edificadas 500 años antes de Cristo, cuando la zona pertenecía a la Cultura Tafí, que se apagó de una manera brumosa. En esta segunda entrega de la entrevista publicada ayer, Merlini reclama un museo específico para esos yacimientos y comenta que las posibilidades de hacerlo disminuyen día a día como consecuencia del avance de los loteos. En particular, menciona que un proyecto elaborado por la arqueóloga Bárbara Manasse para “salvar” la aldea hallada en el barrio Malvinas Argentinas (Costa I) aguarda que las autoridades le presten atención. También hay incertidumbre respecto del predio llamado La Bolsa. “Tenemos un estigma con la cuestión arqueológica: parece que todo se hace mal. Para entender basta con analizar la historia de los menhires y cómo fueron tratados; sus idas y vueltas; dónde los pusieron, etcétera”, manifiesta el autor del Código de Edificación de Tafí del Valle sancionado en 1990 y aún vigente.
Otra vez no es un problema normativo sino de inobservancia de las reglas en vigor, de indiferencia y de impunidad. “Tenemos la Ley 7.500, que protege el patrimonio cultural de la provincia y establece que todo hecho construido debe tener un estudio de impacto arqueológico porque hay restos por doquier: cavás y los encontrás. Las construcciones de Tafí deberían cumplir esa norma, pero eso no sucede. Desde ya no lo hacen las edificaciones de los habitantes permanentes del lugar. Y los veraneantes elaboran el estudio si contratan a un arquitecto con conciencia y con ética, pero no todos”, expresa.
En cuanto al proyecto de parque arqueológico elaborado por Manasse, Merlini asegura que se trata de un poblado indígena nítido hoy asediado por la edificación. “Presentamos la iniciativa al ex intendente tafinisto (y legislador oficialista Jorge) Yapura Astorga y él en su momento la envió a la Legislatura. También conocen el sitio los entes de Turismo y de Cultura, pero en cualquier momento desaparece. Y es una lástima porque realmente es una muestra cabal de un pueblito indígena con su formato circular llamado ‘patrón margarita’”, evoca el profesional con cuatro décadas de experiencia en Tafí.
Y, mientras pide una lapicera y un papel, el arquitecto dibuja el modelo de la flor y lo explica en voz alta: “Eduardo Berberián, que es un arqueólogo cordobés, lo llamó así porque la construcción vista desde arriba es un gran patio central con apéndices redondos a la vuelta que cumplían la función de habitación de los hijos, de depósito, etcétera. Con buen criterio, los indígenas cavaban un poco y con piedras iban armando muros abovedados hasta colocar los techos, que podían ser de cuero o de barro. Esto era un gran patio de ocho a 10 metros donde hacían las tareas familiares, enterraban los muertos y socializaban. Los apéndices de dos metros seguían el mismo criterio constructivo del patio. La entrada no era frontal para que no se les metiera el viento. Así era la vivienda que había en Tafí cinco siglos antes de Cristo”.
Entusiasmado a más no poder, “El Oso”, como lo nombran conocidos y desconocidos, subraya que en la época de apogeo de la Cultura Tafí el valle tuvo alrededor de 23.000 habitantes. “Más que ahora sin contar a los veraneantes”, precisa. Pero los vestigios de ese grupo humano enigmático son pisoteados y ninguneados sin pudor: “la parte de arriba de El Pelao debería ser un parque arqueológico, pero no está cuidado. Hay motos enduro y cuatriciclos que van a hinchar ahí arriba. Lo mismo pasa en La Ciénega, en Carapunco y en Las Carreras”.
Lo de La Bolsa es todavía más ingrato porque, en la década de 1960, Berberián investigó y detectó allí un sitio arqueológico relevante. “Es otra aldea espectacular. Ya le pusieron instalaciones de electricidad a un costado. ¿Cuál es su destino? Berberián tuvo grandes inquietudes, pero pareciera que su descendencia no está interesada en La Bolsa. También es preocupante”, dice el arquitecto. Y añade: “para mí estos predios deberían ser expropiados para reflejar el centro arqueológico que Tafí es. Su importancia es mayor que la de las Ruinas de Quilmes porque los hallazgos son anteriores. Debería haber un museo arqueológico propiamente dicho fuera de la Capilla Jesuítica de La Banda. Ese lugar es del blanco y tiene que representar el período posterior al de los indígenas. No sé qué estamos esperando: ¿un mesías, quizá? Este debería ser nuestro esfuerzo del día a día”.