El actor español Álvaro Morte, conocido por su rol de El Profesor en “La casa de papel” encarna a un hombre infiel enamorado de dos mujeres a la vez en el thriller emocional “El embarcadero”.
“Óscar es un personaje muy distinto. Ya desde la confección del guion no tiene nada que ver con El Profesor y desde la ejecución, desde la interpretación, también he intentado que se alejara”, relató Morte en comunicación telefónica, desde Madrid, con la agencia Télam, en referencia a su búsqueda de “versatilidad” en la serie cuya segunda y última temporada se estrena hoy a través de Movistar Play.
El creador del contenido, Álex Pina, volvió a confiar en Morte para estelarizar ésta serie.
De un género muy diferente a la anterior, la serie se estrenó en 2019 y relata la historia de Alejandra (Verónica Sánchez), una arquitecta a la que le comunican que su esposo Óscar (Morte) ha muerto, según todos los indicios, por mano propia.
Mientras lidia con la idea del aparente suicidio de su marido, la mujer descubre pronto que Óscar tenía una amante desde hacía ocho años; una mujer llamada Verónica (Irene Arcos) con la que tenía una hija y una vida paralela en la idílica Albufera valenciana.
Desesperada por conocer y comprender una faceta de Óscar que desconocía, Alejandra comienza a relacionarse con Verónica y con el maravilloso mundo libre de prejuicios en el que se desenvuelve, en un entramado que propone derribar tabúes y cuestionar preconceptos sobre el poliamor y la fidelidad.
Con ocho nuevos episodios de 50 minutos, la serie cuenta con un elenco en el que también destacan la argentina Cecilia Roth, Roberto Enríquez y Marta Milans, entre otros.
- Óscar es un personaje que el televidente sabe a los pocos minutos del primer episodio que está muerto. ¿Eso implicó un desafío especial?
- Sí, porque todo lo que se cuenta de él es en flashbacks, pero con una serie de matices. Hay veces que ese flashback cuenta lo que sucedió tal cual, objetivamente, pero otras veces cuenta a lo mejor lo que recuerda Verónica o lo que imagina Alejandra. Eso genera un matiz a la hora de ver cómo ellas lo recuerdan, de si el verdadero Óscar era así o no. Esos matices también suponen un reto dentro de la interpretación.
- Óscar es bígamo, un hombre infiel a su esposa. ¿Temía que causara rechazo en el público?
- Era uno de los grandes, sino el mayor reto al que nos enfrentábamos. Intentamos contar la historia desde una perspectiva distinta que la de demonizarlo por el mero hecho de estar engañando a su esposa. Intentamos explicar que por mucho componente sexual que tenga la serie no es un flechazo; el enamoramiento de Óscar no queda en eso, se enamora no solamente de Verónica, sino de La Albufera en sí, de toda la vida a la que esta otra mujer le abre la puerta. Sin dejar de estar enamorado de su mujer, también se enamora de otra persona.
- Personalmente, ¿consiguió comprenderlo? ¿Entenderlo sin juzgarlo?
- Tenía que hacerlo. Para mí es absolutamente necesario que entiendas a tu personaje para poder interpretarlo. Poniendo un ejemplo muy radical, si yo tuviera que interpretar a Hitler necesitaría entender por qué toma la decisión de aniquilar a todo judío que se le pone delante. Otra cosa es que estés de acuerdo o no con las decisiones que toma. En el caso de Óscar, fue pensar que las quiere no de la misma manera, sino de una forma equivalente. Verónica y Alejandra le ofrecen universos, vidas absolutamente distintas y cada una de las dos llena partes muy diferentes de la suya.
- La primera temporada tenía la energía bien enfocada en este triángulo, en este thriller emocional que se va construyendo capítulo a capítulo. ¿Dónde estará puesto el énfasis en la segunda entrega?
- Hemos presentado una situación en la que entiendes por qué llega a enamorarse de esa manera y llegas incluso a disculparlo. Pero ahora vamos a ver todo el tormento que supone esto, la culpa, toda la consecuencia. A través de la búsqueda de Verónica y Alejandra por saber quién era Óscar de verdad, y las diferentes capas que aparecen, encuentran una realidad que las salpica no solamente a ellas sino al resto de los personajes. Todo va virando, se va torciendo, hacia un lado un tanto más escabroso y más perturbador.
- “La casa de papel” es sólo un exponente de la suerte de “boom” de las series españolas. ¿A qué obedece el impulso que han tenido en los últimos años?
- Creo que nos hemos quitado los complejos al hablar de ciertos temas que eran tabú. Las plataformas nos dan mayor libertad de tratarlos desde otra perspectiva. Las televisiones generalistas se ven obligadas a contar historias para un rango de público demasiado grande, pero en una plataforma puedes ser más certero a la hora de plantear un tema, puedes ser más arriesgado, más políticamente incorrecto. Eso te permite profundizar más en las tramas, en los personajes, puedes plantear claroscuros, no sólo personajes buenos o malos. Como Óscar, que es un personaje que tiene partes muy blancas y partes muy negras.