1- Una fábrica de droga en medio del campo
El archivo de LA GACETA es un océano de historias y documentos. En sobres de papel madera o en los más avanzados soportes técnicos, está todo, pero todo. Desde noticias insignificantes hasta fotos que tienen un valor incalculable. El fotoperiodista Jorge Olmos Sgrosso, se puso el traje de buzo para encontrar un dato que normalmente se difunden todos los días en La Gaceta Central, uno de los programas de LG Play. Pero también es descubridor de algunas historias increíbles. “Elaboraban Cocaína en Taruca Pampa”, fue el principal título de la sección Policiales. Un encabezado común para nuestra época, pero no para 1970. Sí, leyó bien, hace casi 50 años se descubría una cocina donde se elaboraba la droga en nuestra provincia.
El procedimiento se desarrolló un sábado 14 de marzo de 1970 en una casa ubicada a 53 kilómetros de la capital. El comisario Juan Sirnio (responsable de la detención y desaparición del senador Guillermo Vargas Aignasse seis años después), acompañado por 12 efectivos, llevó a cabo el operativo. “Bajo una lluvia torrencial se realizó el procedimiento. Los efectivos, pertrechados con armas automáticas largas y cortas, rodearon la vivienda en una operación comando que demandó pocos minutos. Valiéndose de un megáfono, el comisario Sirnio ordenó a los ocupantes que desalojaran la casa en un plazo perentorio. Con la orden judicial correspondiente, fue allanado el inmueble encontrándose así la planta clandestina”, publicó LA GACETA dos días después.
Según la información oficial, en el allanamiento encontraron 30 litros de cocaína líquida, unos 200 gramos de la droga lista para su comercialización, 10 kilos de sulfato de sodio, 3 kilos de permangenato de potasio, 12 litros de éter sulfúrico, 6 litros de ácido clorhídrico, dos tanque con 200 litros de kerosene cada uno, fardos de hojas de coca (no se precisó el peso exacto), probetas, tubos de ensayo y una balanza de precisión entre otros elementos.
Esa noche fueron detenidas varias personas. Francisco Roberto Frasconá (acusado de ser el líder de la organización); Hugo Vicente Acosta (dueño de la propiedad), su esposa Carmen Orqueda y sus hijas Blanca Julia, Alicia del Carmen (que era la pareja del jefe) y Elba Dolores; el taxista Julio César Fernández (llevaba los insumos a la casa), José Alberto Alanís (también habría participado en la logística del grupo) y Rosa del Valle Moyano. Con el correr de los días, fueron aprehendidos el abogado Alex Albarracín (imputado, aunque parezca mentira, por ser consumidor) y el empresario Isidoro Radovitzjy (señalado como el financista de la banda, aunque a las pocas horas fue liberado por falta de pruebas).
El caso generó un enorme revuelo. El diario durante cuatro días consecutivos le dio una amplia cobertura a la causa que quedó en manos del juez Roberto Sobre Casas. No había antecedentes sobre un hecho de estas características. Tampoco había estructuras para investigar al narcotráfico. La Justicia Federal no entendía estos expedientes y el hallazgo se produjo casi 20 años antes de la creación de la famosa Dirección de Toxicomanía y Narcotráfico (Ditonar). La banda cayó en los tiempos en los que el contrabandista (no existía aún la palabra narco) era igual de delincuente que el consumidor.
Pese a la escasa información sobre los resultados de los allanamientos, por los elementos que decomisó la Policía, se presume que no se trataba una cocina, sino realmente un laboratorio donde se producía droga, muy rudimentario por cierto. La cantidad exacta de sustancia secuestrada es todo un misterio, ya que nunca se precisó una cantidad. Se dijo que se habían encontrado 30 litros de cocaína líquida, pero no se precisó a qué nivel estaba diluida para establecer cuál era el total de sustancia ilegal encontrada. Además, ni la Justicia ni la Policía contaban con los métodos para hacer ese cálculo.
Sí se puede decir que la banda fue visionaria para establecer el laboratorio en esa zona. Burruyacu, con el correr de los años, sería la localidad elegida por narcos para el aterrizaje o el “bombardeo” de paquetes con droga de vuelos narcos. También fue el lugar de enfriamiento (así se llama cuando los narcos esconden la droga que trasladan durante días para evitar ser descubiertos) de cargas que llegaban desde el norte del país.
2- Una mujer habría delatado a la banda
A casi 50 años del hallazgo del laboratorio, todavía no está claro cómo los policías que trabajaron bajo las órdenes del comisario Juan Sirnio lograron descubrir el centro de producción de droga. Existen dos versiones, la oficial destaca el trabajo de los hombres de la fuerza. La otra sostiene que fue una mujer despechada la que terminó entregando a toda la organización.
En la edición del 16 de marzo, citando fuentes policiales, LA GACETA informó: “meses atrás, confidencialmente, llegó a la policía la novedad que en la casa de la familia Acosta en Taruca Pampa, se observaba un inusitado movimiento de personas extrañas al lugar, incluso a altas horas de la madrugada, como así también automóviles que iban y venían a ese inmueble, lo que levantó sospechas entre el vecindario”.
Al día siguiente, nuestro diario agregó: “El comisario de Taruca Pampa le había advertido a sus superiores que algo extraño estaba sucediendo en ese lugar, ubicada muy cerca de la ruta General San Martín. El policía habría manifestado su convicción de que se adulteraba vino o alguna otra bebida alcohólica. Este habría sido el hilo que orientólas posteriores investigaciones del comisario Sirnio”.
El 19 de marzo, cuando la mayoría de los detenidos ya habían declarado en Tribunales ante el juez Roberto Sobre Casas, se informó sobre otra versión confirmada por fuentes judiciales. La ex esposa de Hugo Acosta, propietario de la casa donde estaba montado “la fábrica de cocaína” -como la definió LA GACETA-, se presentó ante el comisario Sirnio para informar con lujos de detalles lo que estaban haciendo en esa casa del campo.
Delató a Francisco Roberto Frasconá, pese a ser pareja de una de sus hijas, como el líder de la banda. Dijo además que el taxista Julio César Fernández y José Roberto Alanís eran los que llevaban los elementos de producción y que vendían la droga. También indicó que el abogado Alex Albarracín era un comprador de la sustancia.
Todos los miembros del grupo eran conocidos de la noche tucumana. A Acosta, Fernández y Alanís, según se informó, los tenían apuntados por ser habitúes de los bares de la plazoleta Mitre, donde según las crónicas de la épocas, iban los adictos “a comprar la sustancia”.
Frasconá estaba vinculado con las actividades nocturnas y fue detenido junto con su pareja, Alicia del Carmen Acosta, una reconocida bailarina de un local nocturno de la capital.
La Policía no necesitó de escuchas telefónicas o de horas de seguimiento. La testigo, ex pareja del dueño de la casa, habló después de haberse enterado que su compañero de toda la vida la había dejado por otra mujer.
No pudo reconstruirse el final de la historia. Los casos de tráfico, tenencia, comercialización de droga eran atendidos por la justicia ordinaria, no por la Federal como ocurre actualmente. Prácticamente no existían antecedentes y, cada tanto, la Policía se concentraba en perseguir a los consumidores.
En Tribunales nadie recuerda el caso. Tampoco fue posible ubicar algún tipo de documento donde se informara si los acusados fueron enjuiciados por el hecho y cuál podría haber sido la condena que recibieron. En los registros de las fuerzas federales, al menos Frasconá aparece con un antecedente, por lo es muy probable que haya recibido un castigo por dirigir la primera “fábrica de cocaína”.
3- La increíble historia del “conde” Frasconá
Francisco Roberto Frasconá, el supuesto líder de la organización que fue desbaratada en marzo de 1970, tuvo una vida intensa. Fue adoptado por un miembro de la familia muy respetada en Banda del Río Salí, ya que tuvieron un fuerte protagonismo en la política y en el deporte de esa ciudad.
Desde muy joven empezó a vivir la noche de otra manera. Sus padres habían sido los dueños del cine Monumental de Termas de Río Hondo, un centro de atracción para tucumanos y santiagueños. A fines de los 50 y durante los 60, ese lugar cobijaba a las figuras de la farándula nacional.
A fines de los 60, no se conoce con exactitud el año, tuvo su primer problema legal o, mejor dicho uno de los más importantes. Fue arrestado en Pozo Hondo, paraje cercano a Las Cejas cuando transportaba una importante carga de cigarrillos que fueron ingresados ilegalmente al país.
Lo más llamativo fue que acordaba vuelos clandestinos de avionetas que aterrizaban en los alejados caminos vecinales del este tucumano, casi al límite con Santiago del Estero. Décadas después, ese sistema fue imitado por los grandes narcos para trasladar la cocaína desde Bolivia y Marihuana, de Paraguay.
Las crónicas de LA GACETA relataron también qué fue de la vida de Frasconá después de ese hecho. “Al recuperar su libertad se trasladó a Bolivia donde tomó contactos con personas dedicadas al tráfico de drogas y se especializó en la fabricación de cocaína”, se publicó.
Y luego se agregó: “Trascendió que habría seguido un curso de química en la escuela que los productores clandestinos de la sustancia tienen montada en Bolivia, en de las cercanías de la frontera con nuestro país”.
Días después de su detención, en base a las declaraciones que realizó en la Justicia, terminó de reconstruir su historia. Nuestro diario consignó que el acusado habría relatado que robó dos autos en Córdoba y lo trasladó a Tucumán.
Supuestamente los habría vendido en Jujuy y con el dinero obtenido adquirió todos los elementos para instalar el laboratorio y comprar hojas de coca (en esos tiempos se la consideraba como afrodisíacas) en Bolivia.
También habría puesto en duda su capacidad para producir cocaína. En realidad, nunca se confirmó si la afirmación era cierta o se trató de una estrategia defensiva para no agravar su situación procesal.
Ágil
Frasconá nunca dejó de caminar las calles de la provincia. “Siempre fue muy pillo y rápido para los negocios. De él se pueden decir muchas cosas, pero menos que era un asesino. No le conozco que se haya peleado con alguien”, dijo su amigo Pablo Lucena. “Ahora todos lo harán quedar como el Al Capone tucumano y se olvidarán que durante años vivieron de lo que salía de su bolsillo”, agregó.
El supuesto líder del grupo tiene al menos dos domicilios legales en la capital, según fuentes policiales y judiciales. LA GACETA se presentó en esos lugares y los habitantes de esas viviendas dijeron que no vivía ahí y que tampoco lo conocían. “No va a hablar. No lo busquen más”, advirtió Lucena.
Varias historias alimentan la vida de este hombre. Sus amigos y allegados lo recuerdan como una especie de playboy que siempre estaba vestido elegante y por eso lo bautizaron con el sobrenombre de “El Conde”.
Algunos cuentan que siempre fue un visionario para hacer negocios y que no dudaba en cruzar la línea de lo legal para cumplir con su objetivo. Una de las anécdotas que más asombro generó entre sus conocidos fue cuando decidió probar suerte en Europa.
“Fue después de haber tenido el problema con las drogas. Se radicó en Italia y estuvo allí bastante tiempo. Sabíamos que estaba triunfando, pero un día apareció como si nada. Él decía que no aguantaba estar lejos de los suyos, pero después nos enteramos de otra versión”, indicó Juan Carlos, otro allegado. “Se había dedicado a la venta y compra de objetos de arte. Aparentemente ‘clavó’ algunos cuadros truchos y, cuando estaba por ser detenido, decidió regresar rápidamente al país”, comentó el informante.
A fines de los 90 el apellido Frasconá volvió a cobrar importancia en la provincia, pero más aún en la city tucumana. En el auge de las cuasimonedas, el habría sido el titular de una las primeras cuevas que abrió para hacer negocios con el canje de monedas y de títulos.
“Le fue muy bien y ahora vive tranquilo, metido en el mundo de las finanzas, pero sólo para no quedarse tomando mates en la casa. Lo que digan de él puede ser cualquier cosa, pero no tengo dudas de que tuvo una vida agitada por cómo la vivió”, detalló Lucena.
4- El extraño crimen del comisario Sirnio
El responsable de haber dirigido el procedimiento que descubrió la cocina de cocaína en Taruca Pampa fue asesinado seis años después. El comisario Juan Sirnio fue acribillado el 26 de abril en barrio Sur. Su muerte fue confirmada tres días después por los voceros de la V Brigada de Infantería, pero no dieron mayores detalles sobre el hecho.
El policía, que fue acusado de ser la persona que se presentó en el domicilio para detener al ex senador Guillermo Vargas Aignasse y que luego desapareció, ocupó importantes cargos en la fuerza. También estuvo involucrado en polémicos casos.
Por ejemplo, nunca se explicó por qué participó en el allanamiento en una localidad alojada de Burruyacu, cuando en realidad se desempeñaba como jefe de la Seccional 1ª, la más importante de la capital.
También fue protagonista de un hecho que tuvo una amplia repercusión: la detención ilegal de dos hermanos en 1974. Por ese hecho, estuvo detenido más de dos semanas por orden de la Justicia y se le inició un trámite administrativo. A la medida se la puso en paréntesis cuando se inició el Operativo Independencia y desapareció definitivamente después del Golpe Militar del 24 de marzo de 1976.
Han pasado 44 años de su crimen y nunca se supo bien cuál fue el móvil. Oficialmente se informó que fue interceptado por una camioneta y un Chevrolet en Rondeau al 800. Se bajaron varios hombres y le dispararon con armas largas matándolo en el acto. Los militares, que en esos tiempos administraban la información a su antojo, nunca explicaron cuál había sido el crimen. Eso sí, nunca responsabilizaron a los grupos extremistas como autores del hecho, lo que normalmente ocurría cuando se desencadenaba un hecho de esas características. Sí se encontraron panfletos de Montoneros de la zona.
Siempre se pensó que se había tratado de un ajuste de cuentas, pero como entraba en sospecha una de las figuras de la represión, todo se tapó rápidamente y nadie se animó a preguntar lo que había sucedido.
Varios años después, en uno de los juicios de lesa humanidad, surgió una versión. Testigos señalaron al ex policía Roberto “El Tuerto” Albornoz -condenado cuatro veces a cadena perpetua- como el ideólogo del crimen. ¿El móvil? Sirnio habría brindado información (podría haber pedido dinero a cambio) sobre el destino de varios desaparecidos a sus familias.