Por Gabrielle Tétrault-Farber - Agencia Reuters
Hace un año, en marzo de 2019, el ex presidente de Kazajistán, Nursultán Nazarbáyev, sentó el precedente para el movimiento que acaba de emprender Vladmir Putin. Después de más de 28 años en la presidencia de la ex república socialista soviética, Nazarbáyev dejó el cargo a cambio del título oficial de “líder de la Nación”. Esta posición y los superpoderes que le otorgó al Consejo de Seguridad, cuya jefatura él ostenta, le permitieron conservar el papel protagónico aun sin la lapicera presidencial, que hoy empuña el intrascendente diplomático Kassym-Jomart Tokayev.
De manera similar, el Consejo de Estado ruso, un órgano que hoy asesora de manera no vinculante al presidente, recibiría poderes adicionales después de la sacudida sobre el sistema político. Putin quiere elevar el estatus del Consejo, consagrar su papel en una reforma constitucional y reservarse el sillón principal. Ya ha dicho que ansía aumentar el poder de decisión de los jefes de Estado provinciales, que son quienes integran el Consejo.
De esta u otra forma, está claro que Putin alejará los poderes de la presidencia en favor del parlamento y el primer ministro, y extenderá así su control más allá de 2024, año en que deberá dejar la presidencia. A diferencia de él, que cumple su cuarto mandato y ostenta la suma del poder, el jefe de Estado que suceda a Putin podrá aspirar a un máximo de dos períodos y deberá compartir su poder con otras instituciones.
Además, las nuevas reglas excluirán a cualquier futuro candidato presidencial que haya vivido en el país por menos de 25 años, tenga ciudadanía extranjera o goce de un permiso de residencia en el extranjero. Estas normas de residencia apuntan contra los exiliados políticos y las figuras de la oposición que han estudiado en el extranjero.
Por otra parte, Putin quiere otorgarle a la Duma (la cámara baja del parlamento ruso) el poder de nombrar al primer ministro. En este momento, el presidente lo elige y el Poder Legislativo confirma su nominación. Según la propuesta del actual presidente, su sucesor no podrá bloquear la elección del primer ministro, mientras que este deberá pedir la aprobación parlamentaria de sus funcionarios.
Otras opciones de Putin
El presidente ruso ha dominado la política de su país desde julio de 1998, cuando fue designado como director del Servicio Federal de Seguridad (FSB, ex KGB), puesto que a partir de marzo del año siguiente ocupó simultáneamente con el de secretario del Consejo de Seguridad Nacional. El 9 de agosto de 1999 asumió la Jefatura del Gobierno, y el 31 de diciembre, cuando el ex presidente Boris Yeltsin renunció inesperadamente, se convirtió en presidente interino.
Ganó las elecciones presidenciales del 26 de marzo de 2000 con el 52,94 % de los votos. Su primero Gobierno gozó de amplio apoyo popular y Putin fue reelecto en las elecciones de 2004 con el 71,31 % de los votos. En 2008 impulsó la candidatura de Dmitri Medvédev y se convirtió a su vez en primer ministro. Si se cumplieran los cambios propuestos ahora y el primer ministro ostentara más poder, Putin podría verse tentado a regresar a su antiguo trabajo.
Además de las de primer ministro y líder del Consejo de Estado, otra opción atractiva para el presidente estará en el papel principal de un parlamento supercargado. Algunos han dicho que planea convertirse en el portavoz del cuerpo legislativo reformado.
Los próximos pasos
Putin ordenó la creación de un grupo de trabajo para evaluar las enmiendas constitucionales. Partciparán legisladores pro-Kremlin y figuras populares como el pianista Denis Matsuev y la ex saltadora olímpica Yelena Isinbayeva.
Una vez concluida la reforma, deberá ser sometida a referéndum. Aunque todavía no hay plazos, Valentina Matvienko, presidenta del Consejo de la Federación (la cámara alta del parlamento ruso), anticipó que el Poder Legislativo aprobará las enmiendas antes del final de sus sesiones de primavera, o sea, antes del 24 de julio de este año.