Impotencia, bronca, frustración y desilusión son algunas de la sensaciones de los vecinos de los barrios Marti Coll (en Yerba Buena) y Miguel Lillo I. El fuerte temporal que azotó el miércoles la provincia produjo graves destrozos, las calles de la zona quedaron arrasadas por el agua, lo que hacía imposible transitar por el lugar.
“La verdad es que estamos destruidos, porque hemos perdido todo. No hay nada que se pueda recuperar. Por suerte no estábamos porque si no, no sé qué hubiera pasado, la casa quedó destruida”, expresa Anabela Ale, en cuya vivienda el agua arrasó con prácticamente todo.
Cuando la tormenta se desató, Anabela se encontraba trabajando, y al llegar a su casa no pudo sacar nada. Junto a su marido se quedó en el lugar mientras que otras personas llevaron a sus hijas a la casa de una abuela. Su temor es que caiga otra tormenta porque pueden terminar igual o peor que ahora, y reclama a las autoridades que busquen una solución para evitar que la situación se repita.
Víctor Hugo Pirino, un vecino del barrio Marti Coll, le comentó a LA GACETA que el problema es consecuencia de la pavimentación del camino de sirga. “Desde que se hizo eso, caen unas gotas y toda el agua viene para acá. Es la tercera o cuarta vez que nos inundamos, pero esta sin duda fue la peor”, afirmó.
Anabela dice que el miedo es la primera sensación que tiene cuando se acerca una tormenta. Suele guardar sus cosas arriba del ropero, pero esta vez la lluvia no le dio opción. “Uno labura todos los días para tener lo mucho o poco que puede conseguir, y el agua se llevó todo”, lamentó.
Relevamiento
Alrededor de las 10 de la mañana, personal de la Municipalidad de Yerba Buena realizó un relevamiento de las casas afectadas y les prometieron a los vecinos que le brindarán la ayuda necesaria para ir recuperando de a poco las cosas que se han perdido.
Quien se acercó al lugar fue el intendente interino de Yerba Buena, Rodolfo Aranda, que se mostró sorprendido por la devastación de la zona. “Esta es una de las situaciones más críticas debido al alto nivel que alcanzaron las aguas. En algunos lugares superó los dos metros y medio”.
“Hay vecinos que perdieron gran cantidad de ropa y mobiliario. Estamos interiorizándonos de la situación para luego hacer una evaluación. Estamos tratando de dar una solución más integral y duradera”, agregó.
Una noche en vela
En el barrio Miguel Lillo I la situación no era muy distinta. Vecinos del lugar, con baldes y haraganes, intentaban sacar el agua que inundó sus viviendas. Una de ellas fue la de Esther, una anciana que vive con su nieta y que pasó toda la noche en vela, por temor a que el agua llegue a la habitación donde se encontraba.
A un costado de la entrada de su casa, la mujer contó que, a pesar de las distintas denuncias que hicieron “no conseguimos que limpien el canal, por eso nos inundamos”. Con el semblante triste confesó: “me agarra locura, todo se rompe, todo se echa a perder”.
Su nuera, María Francisca Villagra, había llegado junto con el hijo de Esther temprano por la mañana para ayudarla. “Estaba lleno de agua y ella estaba sentadita llorando, porque era todo un barrial”, describió.
María Francisca explicó que Esther no quiere dejar su casa: “nosotros la queremos llevar, y ella no quiere dejar su casita. Pero no podemos dejarla sola; yo también tengo familia, una hija discapacitada. Pero bueno, siempre pasa lo mismo”, relató entre lágrimas. “Cuando rebalsa el canal al lado de la vía, sucede esto. Suele rebalsar seguido”, finalizó.
Adriana Barraza definió con la palabra “miedo” la sensación que experimentó cuando comenzó la tormenta. Ella se encontraba con su hija y tuvo que salir de la vivienda, porque el agua comió parte de la vereda de la casa. A pesar de la tormenta, se quedó en hogar porque tenía miedo de que le roben las cosas.
Tras las jornadas de sofocante calor, la lluvia trajo el alivio esperado, pero para muchos vecinos también trajo consigo pérdidas cuantiosas, mezcladas con la sensación de volver a comenzar una vez más para recuperar, como les suele ocurrir casi todos los eneros.