“Primero tiene que atajar bien. Si juega con los pies es un plus, en el fútbol el arquero ya es un eslabón firme en la cadena de la parte táctica. Pero es un puesto muy ingrato donde el error se paga caro” explica Osvaldo Peranzoni. Como entrenador de arqueros, el pergaminense cumple varias tareas, que van desde el trabajo día a día hasta la contención psicológica y anímica de quienes ocupan un puesto en el que cada decisión se toma al límite. Será por eso que, con el correr de los años, en los cuerpos técnicos se naturalizó la participación de especialistas en el tema. Peranzoni cumple ese rol en San Martín.
Relacionar al arquero con la ingratitud no es casualidad, quienes pisaron una cancha con los guantes en las manos lo saben. Y trabajar constantemente con esa presión forja la personalidad “distinta” del guardameta. “Desde niños se compite y convive con el error -explica Peranzoni-. Si no pasan esta barrera queda relegado el perfil de arquero y si lo canalizan aparece la locura que dicen que tienen. Aunque el puesto siga evolucionando, el arquero siempre va a ser el patito feo del plantel”.
El método de trabajo de Peranzoni se sostiene en lo grupal en la puesta a punto, mientras que en lo individual tiene en cuenta las cuatro virtudes claves de los arqueros: lo físico, lo táctico, lo técnico y lo psicológico.
“Pedro Fernández es un gran arquero, es frío y muy técnico. Eso sí, en el día a día trabajamos con él para hacerlo mas explosivo en la parte física”, detalla. Y agrega: “con Nicolás Carrizo y Juan Jaime tenemos mucho mas tiempo de práctica, a ellos trato de formarlos desde los cuatro aspectos, pero ya son excelentes arqueros”.
El N°1 desde el arranque del torneo es Ignacio Arce y Peranzoni tiene todos los elementos para analizarlo a fondo. “Yo digo que es un loco lindo, que hay que saber llevarlo para que no lo superen las emociones que te sacan de eje -destacó-. Detecte entonces que la parte psicológica era donde más hincapié tenía que hacer, porque Ignacio es temperamental, espontáneo, como se lo ve”.
El olfato de Peranzoni fue acertado y la tercera fecha lo demostró: “contra Sarmiento él todavía se desconcertaba rápido y quedaba fuera de foco. Lo hablamos, trabajamos errores y a partir de ahí creo que entendió. Después se lo vio mas seguro y con otro ímpetu y actitud a la hora de buscar pelotas aéreas. Y más tranquilo”.
El compañerismo es fundamental, por eso cuando Arce marcó el gol contra Instituto el “minigrupo” lo celebró como un éxito de todos. “Nacho es la vidriera de nosotros cinco, su gol significó mucho mas que un punto -dice Peranzoni-. Ahí se reflejó el sacrificio que hacemos día a día. Él nos representa muy bien”. Por todo esto, la cabeza fría es la clave en el fútbol, pero los locos del arco siempre son necesarios.