El nombre de Sergio Prina aparece cada vez más frecuentemente en los elencos del cine argentino. Su premiado protagónico en “El motoarrebatador” le abrió con fuerza una carrera en la pantalla grande, que ya venía comenzando a estructurar desde antes del filme del tucumano Agustín Toscano. En su más reciente estreno, el Negro (como todo el mundo le dice) se hace cargo de uno de los papeles principales de “La botera”, que hoy llega a las salas comerciales locales luego de haber pasado por el Espacio Incaa la semana pasada.
Para 2020, su presencia se multiplicará en los cines, según le cuenta a LA GACETA. “Espero los estrenos de películas que filmé este año: “Las siamesas”, de Paula Hernández; “Los días según ellos”, de Juan Pablo Félix; “Ese fin de semana”, de Mara Pescio y una miniserie de Fernando Galucci y Franco Lescano donde hice la dirección de actores. Tengo agendado el rodaje de una ópera prima paar marzo y estamos charlando con Toscano por un nuevo proyecto, que no tiene fecha concreta aún. Además, sigo con mi taller de entrenamiento de actores y actrices, y voy a dictar seminarios de dirección de actores”, detalla.
- ¿Cómo surgió la convocatoria para “La botera” y qué te interesó del proyecto?
- La convocatoria surgió por parte de Sazy Salim, de Murillo Films, que se comunicó conmigo para contarme que estaban con ese proyecto, y que el casting de la película y la dirección de actores la haría Ezequiel Raduzky. Ambos me propusieron para el personaje de Osvaldo, el papá de Tati, la protagonista (interpretada por Nicole Rivadero), que finalmente fue aceptado por la directora Sabrina Blanco. Confió mucho en la mirada de Sazy y de Ezequiel a la hora de participar en algún proyecto; y con la llegada del guion me terminé de convencer.
- ¿Cómo es tu personaje?
- Soy el papá de una piba de 13 años, un tipo tosco, duro, medio cavernícola, al que le cuesta relacionarse, solitario, que trabaja de remisero y apenas se ocupa de su hija inestable, que está en plena adolescencia y en medio de pérdidas y el despertar sexual. Es un personaje que no se parecía a otros que yo había hecho. Trabaje en la lentitud de los desplazamientos y algo que me ayudó mucho a componerlo fue pensar que a este tipo le dolía mucho la cabeza todo el tiempo, pero que no lo tenía que decir nunca, algo así como buscarme una distracción física para estar ausente lo máximo posible. Otra cosa que me movilizó fue la locación elegida, la Isla Maciel, un barrio que está frente a La Boca, separado sólo por el Riachuelo. Es altamente cinematográfico, con puente enorme que cruza, los botes, las casas mezcladas entre las de material y las construcciones típicas de madera coloridas de dos y tres pisos, todo me parecía de una fuerza poética tremenda.
- ¿Fue un desafío especial?
- Era la primera vez que yo filmaba fuera del norte y en Buenos Aires; había algo del tucumano que me sonaba medio extraño en ese contexto, distinto a lo hecho en “Los dueños” y en “El motoarrebatador”. Identificaba una sonoridad predominante un poco ajena a mí y, aunque no era un pedido de la dirección, sentía que tenía que modificar un poco esa forma de decir en los ensayos, casi como si quisiera sonar menos tucumano. Pero cada tango Ezequiel me decía “¿te estas aporteñando vos?”. Trabajar con Sabrina fue una grata experiencia: si bien no nos conocíamos personalmente, antes del rodaje charlamos muchas veces, entablando un ida y vuelta de ideas, sobre el personaje y sus características. Es una directora interesada en los vínculos de los actores, era consciente de lo que quería hacer y de los elementos reales que había para trabajar a partir de ellos. Propuso abordar la actuación a partir de la confianza y del encuentro para llegar a las escenas de tensión y de más riesgo.
- La protagonista y la directora son mujeres. ¿Su presencia confirma una tendencia en el cine argentino?
- Creo que sí, que es significativa con todos los cambios que están aconteciendo en el mundo con los movimientos feministas. Y el cine, como un arte que refleja y poetiza la realidad, está atravesado por ellos y seguramente manifestará estas trasformaciones. Más allá de esto, falta más cupo de mujeres en la producción audiovisual como en otras actividades, y celebro que cada vez surjan más directoras. En mi caso, en los últimos dos años, fui dirigido por mujeres en las películas que participé, con guiones que también eran de mujeres. Es necesario que las voces de ellas atraviesen este arte.
- “La botera” obtuvo varios premios en distintos festivales, y vos también ganaste estatuillas. ¿Qué implican los reconocimientos?
- Están buenísimos y se los disfruta en el momento que ocurren. En lo personal, entiendo que siempre se trata de una mirada subjetiva de alguien sobre el trabajo de uno, y que lo que más interesa de esa instancia es que me posibilita visibilizarme como actor, y de alguna manera es una oportunidad para generarme más trabajo y poder seguir actuando. Parte de esos reconocimientos me fueron abriendo camino en el mundo del cine, para llegar a otras lugares y a otros circuitos de trabajo.
- Alguna vez confesaste que no sos de ir al cine ni de ver televisión. ¿Te ves vos en las películas que hacés o tampoco te gusta?
- Sí, me encanta verme en las películas. Me gusta sacarme la ficha, y asociar cada momento de la pantalla al que estaba en el rodaje, poder reconocer cómo hice eso que ahora percibo desde otro lado, sentado en una butaca. Puedo también ver todo lo que se modifica de la propuesta original, lo que se saca y lo que se edita, y es un gran aprendizaje sobre la profesión.