En la democracia, el pueblo es el depositario del poder. En la república, los cargos electivos a través de los cuales se canaliza el poder del pueblo son periódicos. Son dos principios básicos, fundacionales, que sin embargo viven en eterna tensión. La democracia reclama que la voluntad popular, expresada en el sufragio, es suprema. La república plantea que debe regir un sistema de contrapesos y relaciones, mediante la división de poderes prevista por la Carta Magna, para que el poder del pueblo sea conducido sin desbordes. Eso es, en esencia, el constitucionalismo: él debe primar para que la democracia funcione verdaderamente.
Esta antinomia irreductible, sin embargo, alcanza momentos en los que parece poder conciliar los polos opuestos. Uno de esos instantes (que en la Argentina no han sido muchos) es el traspaso de mando entre el Presidente saliente y el Presidente entrante. En la entrega de los atributos del mando con el cual, frente a la Bandera Nacional, el mandatario que le deja el sillón de Rivadavia inviste a su sucesor, la democracia y la república se estrechan en un abrazo histórico.
Ese encuentro de plenitud institucional es uno de los hitos del año que termina. Por toda la fuerza simbólica que encarna, y también por un conjunto de condiciones que lo han convertido en una instancia inédita desde el retorno de la democracia.
Precisamente, Mauricio Macri se convirtió el 10 de diciembre en el primer jefe de Estado no justicialista en completar su mandato desde el retorno de la democracia. Más aún: desde el golpe de estado de 1930, que derroca al radical Hipólito Yrigoyen durante su segunda presidencia, ningún mandatario no peronista logró completar su período constitucional, con la sola excepción del conservador Agustín Pedro Justo, quien llegó al poder a partir de la proscripción de la UCR y través del fraude electoral, con el cual consagró también a su sucesor, Roberto Ortiz, durante la “Década Infame”.
Arturo Frondizi en 1962 y Arturo Illia en 1966 fueron derrocados por golpes de estado. Raúl Alfonsín, jaqueado por la hiperinflación, renunció y entregó anticipadamente el poder en 1989. Fernando de la Rúa dimitió en 2001, a dos años de haber asumido, tras el fracaso de la Alianza.
En contraste, Juan Domingo Perón completó su primera presidencia (1946-1952), fue derrocado durante la segunda (1955) y murió en 1974, durante el tercer mandato, que su viuda y vicepresidenta no pudo completar por el golpe de estado de 1976. Carlos Menem agotó sus dos mandatos (1989-1995 y 1995-1999). Néstor Kirchner, tras su única presidencia (2003-2007) le entregó el poder a su esposa, Cristina Fernández, quien concretó también dos períodos constitucionales: 2007-2011 y 2011-2015.
Pero precisamente en este último caso, no hubo ceremonia de traspaso de mando. Los desacuerdos entre Cristina y Macri respecto del lugar del acto llegaron hasta tal punto que debió el entonces Presidente entrante interpuso un amparo y la jueza María Romilda Servini de Cubría determinó que el mandato de la Presidenta saliente terminaba a la medianoche del 9 de diciembre. Así que Federico Pinedo, como presidente provisional del Senado, asumió la primera magistratura del país por 12 horas: él invistió a Macri.
El macrismo reivindicó su derecho a elegir la Casa Rosada como sede para la ceremonia y argumentó que no había “garantías” en el Congreso, de mayoría kirchneristas. Cristina, en tanto, sostuvo el 9 de diciembre pasado que la Justicia le “prohibió” la entrega del mando hace cuatro años.
En su libro “Sinceramente”, publicado en abril, la ex Presidenta escribió: “Muchas veces, después del balotaje, pensé en esa foto que la historia finalmente no tuvo: yo, frente a la Asamblea Legislativa, entregándole los atributos presidenciales a... ¡Mauricio Macri! Lo pensaba y se me estrujaba el corazón. Es más, ya había imaginado cómo hacerlo: me sacaba la banda y, junto al bastón, los depositaba suavemente sobre el estrado de la presidencia de la Asamblea, lo saludaba y me retiraba. Todo Cambiemos quería esa foto mía entregándole el mando a Macri porque no era cualquier otro presidente. Era Cristina, era la ‘yegua’, la soberbia, la autoritaria, la populista en un acto de rendición”.
El testimonio en primera persona de la actual titular del Senado da cuenta ya no solamente de la dimensión simbólica que encarna el traspaso del poder para algunos de sus protagonistas, sino de la trascendencia histórica que la concreción de esa ceremonia representa. El 10 de diciembre de 2019, precisamente, hizo historia.
Los cinco atributos
1) La Banda presidencial es el único atributo regulado por una norma jurídica. Lo fijó la Asamblea del Año XIII.
2) El Bastón es un símbolo de poder en diversas culturas. El primer Presidente en asumir con Bastón fue Sarmiento.
3) La Marcha de Ituzaingó es un atributo. Su partitura le fue ganada a Brasil en un triunfo militar de las Provincias Unidas.
4) No es reconocida como tal, pero por uso y la costumbre la Bandera de Presencia Presidencial es un atributo.
5) Tampoco establecido como atributo, lo cierto es que el Sillón de Rivadavia es un sitial propio del Presidente.