Nació por necesidades ambientales: es el vivero dunícola Florentino Ameghino y fue creado para fijar las dunas que se modificaban por la intensidad de los vientos costeros. Pero la gente lo conoce como el “Bosque Energético”, y se convirtió en un atractivo turístico para el verano, sobre la base del misterio (o al menos la curiosidad) que generan la magia y los mitos que surgieron de la mano de los relatos de sus visitantes.

El lugar está ubicado a 4 kilómetros del centro de la ciudad de Miramar (43 kilómetros al sur desde Mar del Plata, por la Ruta 11), es conocido por los turistas que llegan por una serie de extraños fenómenos sensoriales y emociones particulares que dicen experimentar sus visitantes, informa la agencia de noticias Télam.

Y ha crecido del tal modo su fama que -informó la Subsecretaría de Turismo de la provincia de Buenos Aires- el bosque se transformó en un polo turístico.

Leyendas urbanas

Los “extraños fenómenos” comenzaron a hacerse conocidos hace más de 60 años, cuando un grupo de artistas, psicólogos y miembros de la comunidad científica nacional e internacional empezaron a analizar las reacciones de la gente luego de visitar el lugar. Se manejan varias “hipótesis” como causa de esas reacciones: la presencia de un meteorito enterrado, la existencia de flujos telúricos, de ionización ambiental y de energía cuántica, y hasta la influencia de un cementerio indio.

Las “cosas raras”

Al llegar, el lugar, a simple vista no tiene nada de enigmático, pero a medida que se avanza se vuelve totalmente oscuro, incluso al mediodía. Los árboles crecen inclinados y se cruzan entre sí, de modo que arriba las rama se cierran unas sobre otras formado un techo casi impenetrable; en el centro, estos particulares pinos delimitan un espacio circular. Allí, la gente logra “extraños” equilibrios con ramas, o “divisa” duendes entre el follaje.

“El Bosque Energético invita a conectar con las sensaciones, a desconectar la mente y entregarse a la naturaleza”, dice la más sobria invitación del municipio.