River eliminó a Boca de una copa internacional por quinta vez en los últimos cinco años. ¿Qué es más trascendente? ¿Lo extraordinario del “Millonario” y la alegría que le genera o la imposibilidad “xeneize” y la debacle que causará esto? No es una pregunta novedosa en un juego en el que hay ganadores y perdedores, pero cuando se trata de los autodenominados equipos más grandes del continente, vale la pregunta. Quizás estemos ante un caso extraño en el que el análisis posterior debería ser igual para ambos lados. Es tan tremendo que el equipo de Marcelo Gallardo haya sometido de todas las maneras y formas en el último tiempo, como que el que hoy dirige Gustavo Alfaro no haya sabido nunca como hacer para evitarlo.
Del lado de Boca, el historial dirá que sumó un nuevo triunfo ante River con el 1-0 pero pocos tan inútiles como el de anoche. El 0-2 encajado en el Monumental fue una montaña demasiado alta de escalar.
Justamente altos fueron todos, pero absolutamente todos, los intentos del local para llegar al gol. Las decenas de infracciones cometidas por la defensa de River, permitieron sacar a relucir su mejor virtud: la pelota parada. Algo que complicó siempre a su rival. Los centros en movimiento no podían jugar el mismo papel porque ni Julio Buffarini ni Emanuel Mas, laterales del equipo, podían conectar uno certero.
Un Superclásico en una Copa Libertadores es ese programa que aunque nos aburra por una hora y veinte minutos, no nos hará cambiar de canal. Todos y todas vimos como Boca trataba de llegar al primer y esperanzador gol con centros y verlo chocar con su propia impericia. Un espectáculo nada entretenido pero con las consecuencias que tenía el final de la serie, como mencionamos al comienzo, había que esperar.
El gol de Boca finalmente llegó 81 minutos después de iniciado el partido a través de Jan Hurtado. El venezolano de 19 años jamás podrá ostentar que con su gol, ganó un Superclásico. La serie fue de River y los hinchas, que reconocieron el esfuerzo de sus jugadores (no hubo mucho más de parte suya), se despidieron de La Bombonera insultando al unísono a Daniel Angelici, a poco de las elecciones.
Una derrota del dirigente en los comicios, tan cuestionado en este último tiempo, es una de las consecuencias que traerá esta nueva eliminación. El puesto del entrenador, por más que haya llegado hace menos de un año, también está en riesgo. La continuidad del ciclo de Carlos Tevez, el último ídolo del club, también. Todo eso es capaz de lograr un resultado como este.
Del lado de River, Gallardo resumió muy bien lo que esto le genera: “no me entra la felicidad en el cuerpo”. Eliminar de una copa cinco veces en cinco años al máximo rival, produce una felicidad que no cabe en el cuerpo del “Muñeco” ni en el propio estadio Monumental, en Núñez.
Ahora, River tiene la moral para ganarle a Flamengo o Gremio, a Barcelona o a quien sea. Incluso la moral para perder la final y salir a la calle sin ningún problema. Así de grande es la felicidad de un lado y la tristeza del otro.