Tokio se mueve al mismo ritmo de siempre. En Ikebukuro, un paraíso para los amantes de la tecnología, del manga y del animé (cómics y animación japonesa), las calles siguen siendo un festival de luces y sonidos de corte futurista, igual que todos los días. Es un viernes como cualquier otro. La única diferencia al paisaje habitual se advierte en los konbini, los omnipresentes minisupermercados de las cadenas 7 Eleven, Family Mart y Lawson: escasean las botellitas de agua mineral y las góndolas de productos de panadería, siempre repletas, están completamente vacías. Es el único síntoma de que esa aparente normalidad es sólo la calma antes de la tempestad: en las próximas horas, un gigantesco tifón proveniente del sur golpeará la región de Kanto -en la que se encuentra Tokio- y una de las primeras indicaciones para estos casos es estar bien aprovisionado. Mientras dure la tormenta, se aconseja no salir por nada del mundo, no sólo por razones de de seguridad, sino también porque no tiene sentido hacerlo, ya que la atención comercial y el servicio de transporte público quedan suspendidos.
Que los medios califiquen a Hagibis de “supertifón violento” y aseguren que será el más potente de los últimos tiempos no ayuda realmente a quienes no estamos acostumbrados a esta clase de tormentas -y menos en un octavo piso-, pero brinda cierta tranquilidad saber que Japón sabe de tifones como Tucumán de siestas de 40 grados, y que está bastante bien preparado para resistirlos, sobre todo en ciudades como Tokio. Cada año, entre agosto y octubre, se producen entre 20 y 30 tifones (que es como se le llama a los huracanes en esta parte del mundo) aunque sólo unos pocos llegan a tocar tierra. Uno de ellos será Hagibis, que de todos modos ya armó un descalabro sin haber llegado siquiera.
Además de obligar a modificar la actividad del Gran Premio de Fórmula 1 que se disputa este fin de semana (la clasificación se pasó para mañana) y de trastocar los planes de regreso de algunos Pumas que se habían quedado unos días más para recorrer Tokio (como Ramiro Moyano y Matías Alemanno), llevó a la organización del Mundial de Rugby a tomar la determinación de cancelar dos de los partidos que debían jugarse hoy, por motivos de seguridad: Francia vs. Inglaterra, en Tokio, y Nueva Zelanda vs. Italia, en Toyota. La polémica surge a partir de que, de acuerdo al reglamento, si un encuentro de la fase de grupos no puede disputarse por motivos de fuerza mayor (como un tifón), no se lo reprograma, sino que se considera disputado y finalizado con empate 0-0, por lo que cada equipo se lleva dos puntos. La regla no tiene consecuencias graves en el choque entre ingleses y franceses, ya que ambos estaban clasificados a cuartos de final y sólo restaba definir cuál de los dos se quedaba con el primer lugar del Grupo C. Finalmente, “La Rosa” se clasificó primero y por ahora se cruzaría con Australia en llave de cuartos, mientras que a Francia le tocaría medirse con Gales, actual líder del Grupo D.
La que sí causó indignación fue la cancelación del partido entre neozelandeses e italianos, ya que los “Azurri” llegaban con posibilidades de clasificarse. Claro, para eso tenían que vencer a los All Blacks, un escenario muy poco probable, pero posible. De haber ocurrido, los italianos no sólo hubiesen avanzado a cuartos, sino también dejado afuera a los actuales campeones. Aunque aceptan que sus posibilidades de ganar era remotas, los italianos sienten que fueron eliminados en un escritorio, porque entienden que no se buscaron alternativas. “Es ridículo que se haya tomado esta decisión. Es ridículo que no haya un plan B, porque no es novedad que haya tifones en Japón. No se nos ha respetado. Si Nueva Zelanda necesitara los puntos, se hubiese jugado de alguna manera”, se quejó el capitán de Italia, el argentino Sergio Parisse, que se quedó sin poder jugar el que iba a ser su partido despedida. Steve Hansen, entrenador de los All Blacks, lamentó la suerte de Italia, pero respaldó la decisión de World Rugby. “No se puede controlar el clima”, resumió.
No termina ahí el problema para la organzación, ya que también corre riesgo de ser suspendido el choque entre Japón y Escocia, que debe disputarse mañana en Yokohama, otra de las ciudades que serán afectadas por Hagibis. De cancelarse el encuentro, Japón quedará automáticamente clasificado y el “Cardo” eliminado, por lo que desde la Unión escocesa ya adelantaron que no descartan tomar medidas legales si el partido no se llega a jugar. “Lo normal sería que se juegue el lunes, y que la integridad del torneo permanezca intacta”, opinó Mark Dodson, presidente de la Unión de Escocia, echando un manto de sospecha sobre la posibilidad de favorecer la clasificación de los anfitriones. World Rugby recogió el guante y emitió un comunicado oficial en el que calificó de “decepcionantes” las declaraciones vertidas por el directivo escocés. “Hacemos todo lo posible para que los partidos se jueguen y cuando existe una amenaza real y significativa para la seguridad pública debido al que será uno de los tifones más grandes y destructivos que ha golpeado Japón desde 1958”, arguyó el ente rector del rugby mundial, haciendo referencia al famoso tifón Kanogawa, uno de los más destructivos de la historia de Japón, que causó más de 1.200 muertes.
De todos modos, aún no se sabe con certeza si el partido deberá ser cancelado, ya que en principio, después de hoy Hagibis seguiría su curso hacia el este hasta perderse en el mar. Lo que sí se debe tener en cuenta es que la regla de suspensión sólo rige para encuentros de fase de grupos; a partir de cuartos de final, todos los encuentros que por fuerza mayor no puedan jugarse en el día y lugar previstos deben ser reprogramados.