“Cumplo 50 años con el teatro, con la rareza de actuar desde esta cosa extraordinaria de lo artístico”.

La frase pertenece a Cristina Banegas, quien ofició de Huésped de Honor del XV Argentino de Artes Escénicas, que se realizó recientemente en Santa Fe. La actriz, directora, docente y cantante (su disco “Tangos” fue nominado al premio Gardel) fue distinguida por la Universidad Nacional del Litoral por su extensa trayectoria en las tablas y las pantallas del cine y de la televisión y por su militancia por el respeto a los derechos humanos.

La artista recibió el diploma de rigor con el puño de su mano izquierda en alto para mostrar un pañuelo verde, emblema de la lucha por la ley de aborto legal, seguro y gratuito. En su intervención reiteró además su reclamo público por un giro político y en la necesidad de construir “otra Argentina”.

En diálogo con el dramaturgo santafesino Jorge Ricci, Banegas reconoció: “el siglo 21 se presenta como el siglo del director, mientras que se viene del siglo de los autores”. “Juego en varias canchas con mis actividades. Empecé escribiendo poesías los 10 años e hice guiones para un programa de chicos en la televisión española. Eso me marcó una relación con la palabra y la escritura, con los textos desde la génesis del discurso. Siempre me hizo feliz investigar el origen de la construcción dramatúrgica”, añadió.

La teatrista recordó su debut sobre las tablas. “Fue con una obra que escribí yo para niños a los 19 años. Tengo muchas ganas de volver a hacer títeres, teníamos un pequeño retablo donde hicimos todos los clásicos y estoy ahora escribiendo un libro. Este año filmé una película con la directora peruana Claudia Llosa y acabo de grabar un capítulo para la televisión”, señaló en un repaso de su actividad actual, que incluye la dirección de una versión del clásico “Edipo” que se repondrá el próximo año en el teatro Nacional Cervantes.

El amor arde

El concepto de Banegas de que este es el siglo de los directores, se evidenció en la mayoría de las 11 obras que participaron del festival, donde la conducción de actores y la puesta en escena dejaron su marca. Un ejemplo destacado en ambos campos es la cordobesa “Nunca nadie murió de amor excepto alguien alguna vez”. Dirigida por el joven Guillermo Baldo, Chacha Alvarado y Daniela Ferreyra se reúnen para recrear el vínculo entre una mujer herida y su asistente en la recuperación, en una demostración de que las necesidades de cada persona siempre tienen su espejo en las carencias de la otra.

Con la dramaturgia de Ricardo Agustín Ryser y la intervención sonora en vivo de Pablo Cécere, más un planteo escenográfico altamente sugestivo de bolsas de polietileno quemadas (como el personaje central), la historia incluye elementos de una crueldad asfixiante, en una sociedad donde el amor del título parece ser usado como un elemento fungible y combustible.

El fuego que consumió casi en su totalidad un cuerpo (ahora cubierto de vendas) sigue encendido en el interior tanto de la víctima como de su cuidadora, con la certeza de que se necesitan la una a la otra mucho más que para vivir: son mutuamente indispensables para ser, lo que sólo se logra cuando se trasciende en el otro.