En Cochabamba se hacía llamar Óscar, así con la o acentuada. Hablaba como un porteño más y era un empresario muy reconocido en esa ciudad boliviana que tiene más del doble de habitantes que Tucumán. Luis Rafael Piccinetti, el acusado del homicidio del agricultor de Trancas Eduardo José Salas, que estuvo prófugo durante más de ocho años, finalmente volvió a estar cerca de los suyos. Las mismas personas con las que nunca dejó de tener contacto pese a estar refugiado en la clandestinidad.
No se olvidó de sus hijos ni de su esposa, pese a que en Bolivia, país donde fue capturado, vivía en pareja con otra mujer.
“Aquí esa persona era Luis Óscar Ponce. Ese era el nombre que tenía en un documento irregular”, explicó una alta fuente de Interpol de Bolivia en una entrevista con LA GACETA.
Lugares para ocultarse
“Nuestro país y Paraguay son países que eligen los prófugos argentinos para refugiarse porque es fácil ingresar ilegalmente, no es complicado conseguir documentos falsos y es muy difícil ubicarlos. Es como si se los tragara la tierra”, agregó.
Hoy, después de ocho años, Piccinetti volverá a recorrer los pasillos de Tribunales. En esta oportunidad, cuando se presente a los jueces de la Sala IV, pisará por primera vez el edificio de calle España. Allí le explicarán por qué fue detenido y qué será de su futuro procesal. También se podría conocer oficialmente la historia.
Los detalles de la fuga
En febrero de 2011 Piccinetti regresó a Tafí Viejo después de haber escuchado la última jornada del juicio. Sabía que dos días después el tribunal integrado por Horacio Villalba, María del Pilar Prieto y Marta Cavallotti darían a conocer el fallo del debate. La fiscala de cámara Marta Jerez de Rivadeneira había solicitado que se le dicte prisión perpetua al considerar que él, junto a la viuda de la víctima, Silvia Raquel Lai, había planeado y concretado el crimen. La posibilidad cierta de volver a la cárcel lo aterró. Huyó esa misma noche. Dijo que se iría a pescar para despejarse, pero se fue directamente a Bolivia. Tenía unos pesos ahorrados y cruzó de manera ilegal a ese país. “No hay datos oficiales de su ingreso en Migraciones. Sospechamos que lo hizo por La Quiaca cruzando el río, entre medio de bagayeros”, explicó el vocero de Interpol.
De un lado a otro
La misma fuente confirmó que el tucumano estuvo por lo menos un año en Villazón. Allí, gracias a su carisma, consiguió un documento falso que le permitió moverse con cierta tranquilidad en tierra boliviana. Después de un tiempo, según los investigadores, se mudó a Potosí, donde también le fue bien. A los dos años, por precaución, se mudó a Oruro. “No le gustó mucho, o al menos no se sintió cómodo. Según la información que tenemos, pensó instalarse en Santa Cruz de la Sierra, pero tenía temor”, explico el funcionario. El temor estaba fundado en que en esa ciudad se ocultan los hombres más peligrosos (especialmente narcos) para dirigir las actividades ilícitas, por lo que la mirada de los investigadores siempre está presente. Entonces, se terminó inclinando por Cochabamba.
La figura de una misteriosa mujer
En Cochabamba siguió ganándose la vida dando clases de gimnasia y masajes. Pero fue en esa ciudad, la cuarta más importante de ese país, donde el destino le terminó sonriendo. Allí conoció a una mujer adinerada con la que inició una relación sentimental que duró hasta que fue detenido hace menos de una semana. “La pareja es muy conocida. No sabemos si ella realmente conocía la otra vida del prófugo, pero sospechamos que sí”, explicó. No trascendieron ni la identidad de la mujer ni detalles de su aspecto físico. “Se pueden llevar una gran sorpresa si la llegan a conocer. Ella es muy reconocida en Cochabamba por ser una exitosa empresaria muy bien puesta”, señaló con tono firme el investigador boliviano.
La etapa de los cambios
Al parecer, Piccinetti siempre se preocupó en no dejar pistas para que no lo pudieran atrapar. Esa fue una de las razones por las que se mudaba periódicamente de ciudad en Bolivia. Pero también se preocupó en modificar su aspecto físico. Antes de ser detenido, usaba el pelo corto y siempre estaba bien afeitado. En Cochabamba se dejó crecer el cabello y se lo tiñó de rubio. Además, usaba barba candado. Los investigadores creen que pasó por el quirófano porque cambió al menos de nariz y párpados para modificar la fisonomía de su rostro. “En ese país, si uno tiene plata, puede hacerse cualquier tipo de operación. Los médicos no preguntan nada, facturan”, dijo uno de los investigadores que participó en su detención.
Piccinetti se sentará frente a un tribunal en noviembreDe instructor a empresario
El acusado del homicidio de Salas desarrolló tres actividades para subsistir en Bolivia. Daba clases de gimnasia, hacía masajes y compraba electrodomésticos y ropa para que su familia las comercializara en Tucumán. Sin embargo, con su nueva pareja, encontró la paz económica que nunca tuvo. Según confiaron fuentes de Interpol Bolivia, el tucumano trabajaba junto a la mujer en los restaurantes de comidas regionales que tenía en las zonas más exclusivas de Cochabamba. También se habrían expandido en el mundo de la vida sana: administraban dos gimnasios en esa ciudad. “Nunca se quedó quieto, tenía muchos contactos en el mundo empresarial”, dijo un pesquisa boliviano.
Una vida cargada de lujos
Piccinetti robaba miradas en Cochabamba. Ese argentino con tonada porteña, al poco tiempo de haberse relacionado con la empresaria, comenzó a vivir como nunca antes lo había hecho. Su infancia en Benjamín Paz y sus pasos por Tafí Viejo y Trancas siempre estuvieron ligadas a una vida austera y ajustada en los peores tiempos. Por la misma situación pasó cuando estuvo en Villazón, Potosí y Oruro. Sin embargo, todo cambió cuando decidió convivir con su nueva pareja. Según los investigadores, vivía en uno de los mejores barrios residenciales; en una casa de tres pisos que tenía estacionado en su garage cuatro autos de alta gama. La pareja viajaba mucho por Bolivia y casi siempre elegía las playas de Brasil para vacacionar.
Siempre cerca de su familia
Las fuentes de Interpol de Bolivia le contaron a LA GACETA un detalle desconocido hasta el momento. Los familiares de Piccinetti, desde que se escapó, viajaron varias veces al vecino país, según los registros de migraciones. En ese listado aparece que cruzaron la frontera, pero no a dónde se dirigieron. Sospecha que el prófugo les entregaba mercadería (electrónica y ropa de vestir) para que, en principio, la comercializaran y con ello subsistieran. “Él nunca se olvido de su esposa y de sus hijos. A pesar de que allá estaba en pareja, comentó que también les enviaba dinero”, explicó. Los pesquisas habrían confirmado que uno de sus hijos también se instaló en Cochabamba y habría trabajado con él desde hace bastante tiempo. “Obviamente que su familia sabía de su relación con la empresaria. Su esposa siempre lo acompañó y estuvo a su lado en los peores momentos de su vida”, comentó un investigador tucumano.
No sabe que lo delataron
Piccinetti, en sus primeras horas en la provincia, pensó y pensó para determinar qué paso en falso dio que permitió su captura. Hasta ayer, según confiaron sus custodios, no sabía que una persona le dio datos a una oficina del Ministerio de Seguridad de la Nación para que lo ubicaran. Mucho menos se imagina que ese informante cobrará $500.000 por haber colaborado en su detención. Recién ahora trascendieron los detalles sobre cómo se produjo la detención. Por pedido de la jueza Wendy Kassar, dos hombres del Equipo de Científicio de Investigación Fiscal (ECIF), viajaron hasta Cochabamba para corroborar esos datos. Durante una semana, haciéndose pasar por turistas, analizaron varias pistas. Sólo Interpol de Bolivia sabía de su presencia. “Les advertimos que ellos no podían realizar ningún tipo de medida, solo hacer una investigación extraoficial, caso contrario, tendrían serios problemas legales”, comentó la fuente de la fuerza internacional. Los pesquisas tucumanos volvieron a la provincia, elaboraron un informe especial que remitieron, vía embajada, a la Interpol. Ellos terminaron de completar el trabajo y a la semana, lo detuvieron.
Un “conversado” regreso
El viaje de traslado de La Quiaca a Tucumán duró unas cinco horas. Pese al hermetismo de los custodios, trascendió que el detenido no dejó de hablar durante todo el trayecto. Habló de su vida y juró una y otra vez su inocencia. También sabía a la perfección cuál es el futuro procesal que le espera. Al parecer, tampoco le preocupó su regreso al penal de Villa Urquiza. En su anterior paso, se adaptó rápidamente a la vida carcelaria. Dictaba clases de gimnasia para los otros internos y hasta formó parte del coro donde conquistó al público que escuchó cada una de sus actuaciones.