“River es un equipo rodado con cinco años de trabajo y con alta de confianza. Boca está tomando su dimensión con trabajo. Nosotros renovamos cada 30 días el plazo fijo”. Con esta definición, Gustavo Alfaro quiso justificar el planteo amarrete con que fue al Monumental. Fue notoria la diferencia futbolística que hubo entre uno y otro equipo a la hora de salir a buscar un resultado positivo. Aunque el técnico “xeneize” haga este razonamiento que tiene mucho sabor a excusa, es indudable que si no se fue derrotado de Núñez fue porque los delanteros locales no estuvieron finos para definir.
Fue más que su rival en todas las líneas, pero le faltó contundencia para romper esa resistencia defensiva que propuso Boca. El “Millo” manejó la pelota, “copó” la mitad de la cancha y se encargó de desequilibrar por las bandas. Sin dudas, fue el único equipo que intentó llegar con profundidad al área rival. Pero fue ahí donde falló. Sus atacantes estuvieron imprecisos para concretar las chances de gol con las que contó. Lucas Pratto se olvidó que es el “9” y se dedicó más a la lucha, que a buscar romper el cero. A River le faltó estar fino en la definición para salir victorioso.