Hablamos con Pablo Jiménez el martes, pasadas las 19. Al principio se lo sentía como si estuviera sumergido en un submarino o resguardado dentro del famoso cono del silencio, del Súper Agente 86. “A ver, pará”, le dice al cronista de LA GACETA y balbucea algo que no se entiende pero que termina con “la San Juan”. No importa dónde estaba Pablo, lo importante fue que pudimos hablar bien y que nos encontramos con unas de esas historias que hablan de amor. De amor hacia su mujer, de amor al prójimo. A la vida.
Cuando el infierno es el patio de tu casa: la historia de Fabricio y sus hermanosLa foto de su casamiento con Nadia Kladko se hizo viral. Quien retrató para siempre el momento de la pareja fue la fotógrafa Ina Casanova. Ella fue quien reveló que los novios decidieron donar lo recaudado en su noche de fiesta para una causa benéfica. Nadia y Pablo forman parte del grupo “Noches de Caridad”: todos los jueves de trasnoche visitan el Centro de Salud y el Padilla. Los chicos, que son 15, le invitan un vaso de café o un vaso de sopa a alrededor de 150 personas, entre gente que está en situación de calle y duerme en estos hospitales, y quienes se bancan el frío de la noche con tal de asegurarse un turno con los médicos que atenderán a la mañana siguiente.
Pablo cuenta que la movida nació hará un año y medio. Fue un domingo antes del cierre de un retiro espiritual en el cual él fue algo así como el asistente y acompañante de unos chicos en situación de calle. Se dijeron, “que esto no termine acá”, y bueno así arrancó todo lo que vino después. Jairo, un sin techo, participó como uno más colaborando también. Hoy Jairo está en Córdoba, consiguió trabajo de albañil. La vida te quita, pero también te da…
“De nuestro bolsillo pagamos el café instantáneo. El kilo cuesta unos $ 600. Por noche utilizamos 26 litros, además de cuatro litros de sopa. Le damos a la gente y también les ofrecemos tortillas, pan o cositas dulces. A ninguno nos sobra, pero todos tenemos un techo y podemos vivir mejor que ellos”, explica Jiménez.
El pensamiento de Jiménez se reduce a, primero, la caridad, después el gusto propio. “Tenemos un techo, alquilamos; no nos falta nada, aunque tampoco sobra. Pero en vez de pedir un sándwich de milanesa o de salir a comer, hacemos fideos en casa y guardamos dinero para ayudar a quienes más los necesitan”, es un monstruo este tipo. Su esposa y el resto de la tropa, obvio, también.
En su noche, la familia Jiménez recibió $ 7.000 en concepto de regalos. Cada uno de los billetes fue destinado a la ayuda social. “Para comprar vasos descartables, que es lo que más caro nos cuestan”, explica riéndose Pablo.
Una panadería de Yerba Buena, El sol, dona los víveres. “Lunes y jueves, lo que le sobra, nos lo da”, agrega Jiménez, que asegura que el café y la sopa son la mejor excusa para conocer a la gente y charlar. Son 150 y casi todas las semanas son los mismos.
Si de charlas y se trata, esta historia continuará.