Jorge Francisco Rivas
Psicólogo (MP N° 3.548)
Uno de los temas que aparece con mayor frecuencia en el trabajo con los chicos que viven en el albergue es el del impacto emocional del desarraigo.
Los jóvenes son conscientes del gran esfuerzo que significa, para el grupo familiar y para ellos mismos, que se encuentren en otra provincia o en otro lugar de esta, persiguiendo sus sueños. Además de implicar una inversión económica fuerte, esta elección va de la mano con el resignar tiempo con sus seres queridos, viviendo en un lugar con costumbres diferentes a las que tenía en donde se creció. En algunos casos, debido a cuestiones económicas, de calendario futbolístico o de distancia, transitan largos meses hasta que se produce el reencuentro con familiares, con amigos o con sus parejas.
Ocurre con frecuencia en las comunicaciones familiares que los jóvenes se enteran de conflictos que involucran de manera directa a sus allegados. Más allá de la distancia, generalmente, el joven intenta solucionarlos de alguna manera, asumiendo un grado de responsabilidad en el asunto. Esto provoca que pase tiempo pensando en alternativas posibles a esos problemas; y, por consiguiente, no logra enfocarse en sus actividades cotidianas, y actúa de forma diferente a la habitual en el albergue, en los entrenamientos, en los partidos o en la escuela.
Entre otras cosas, nuestro trabajo está abocado a la contención y al tratamiento de los conflictos que se presentan, tomando como objetivo que el joven actúe acorde a lo que desea, y asuma la responsabilidad que le compete, teniendo en cuenta su posición en el grupo familiar.
No podemos dejar de mencionar que generar y mantener un clima armónico entre los chicos en el albergue posibilita que se sientan acompañados en este difícil camino, debido a que varios de ellos se encuentran atravesando una situación similar de desarraigo. Apoyarse en el grupo de pares más cercano podría reducir el malestar provocado por esta situación.