Algunos registros fotográficos, llevan a principios de los años 90 el comienzo de lo que hoy es una tradición entre los deportistas del mundo: morder los trofeos y medallas que ganan. Probablemente en la memoria colectiva, sea el tenista Rafael Nadal quien haya popularizado la práctica, llevándola a todos y cada uno de los sitios donde terminó por convertirse en el mejor. Es casi su sello de identidad. El español, alguna vez, explicó que comenzó a hacerlo cuando ganó el Abierto de Montecarlo, en 2005. “No fue por algo especial, simplemente hice gesto de morder el trofeo en lugar de besarlo, como hace todo el mundo. Desde entonces, los periodistas me lo piden siempre”, contó.

¿Es realmente una costumbre o una cuestión generacional? Cualquiera de las dos cuestiones puede ser negada de plano con sólo ver las imágenes de televisión o las fotografías de cuanto torneo se defina. Porque no todos hacen el gesto de morder su trofeo/medalla. Y porque quienes lo hacen pertenecen a un rango etario muy extenso.
Hay quienes sostienen que una práctica como esta era común en el siglo XIX, aunque no en el deporte. Tenía que ver con la necesidad de saber, con practicidad, si las piezas de oro que se esgrimían en una transacción eran reales o sólo eran de un metal más barato, por caso la pirita. Si se trataba de oro, al ser más blando que el esmalte dental, con una mordida quedaba la marca. David W. Lange, miembro de la Corporación de Garantía Numismática de EE.UU., aseguró que era una práctica realizada incluso por los administradores del Estado, puesto que el oro se desgasta cuando está muy usado.

David Wallechinsky, presidente de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos y coautor de “El libro completo de los Juegos Olímpicos”, asegura que no hay misterios en el gesto: “simplemente cumplen con las demandas de los fotógrafos. Es casi una obsesión, por eso se repite siempre”.

Por estos días, morder trofeos/medallas es un ritual de celebración. Es casi una exigencia de los fotógrafos para dotar a la imagen un toque fuera de lo usual y general una sensación icónica al momento de “venderla” a los lectores y/o televidentes. En los Juegos Olímpicos, en un Mundial de fútbol, en finales internacionales o en competencias de barrio. Cualquier lugar es bueno llevar el objeto preciado a la boca.

Datos curiosos

• Las medallas no están compuestas íntegramente de oro. Las de los Juegos Olímpicos, de 1912, tienen sólo un 1,34% de este metal, y el resto cuenta con un 93% plata, más cobre.

• En 2010, el alemán David Moeller mordió la medalla de plata que ganó en la especialidad luge (trineos que se deslizan sobre la nieve) en los Juegos de Invierno de Vancouver. Pero lo hizo con tanta fuerza que terminó por astillarse un diente.

• Una de las primeras fotografías que se conocen de deportistas mordiendo medallas data de 1991. Sus protagonistas son integrantes de la posta de atletismo Gran Bretaña.

• El costo total que supondría para el Comité Olímpico Internacional, si las medallas entregadas fuesen ciento por ciento fabricadas de oro, ascendería a más de 17 millones de dólares por unidad. La actual cuesta más de 500 dólares.