En el ítem formación, la primera línea de su currículum dice que Jeff Share es doctor en Educación. En el de enseñanza, que es docente en la Universidad de California, Los Ángeles, más conocida como UCLA. Y el “parte de prensa” anunciaba que ayer a la siesta iniciaba una capacitación para más de 800 docentes (gracias a una beca de la fundación Fulbright y del Ministerio de Educación de la Provincia) sobre alfabetización crítica mediática... lo que fuera que eso quisiera decir. Pues, como adelanto: quiere decir un montón de cosas importantes.
Sucede que el doctor Share es mucho más que lo que dicen esas líneas de su CV: fue profesor de periodismo, de fotografía, de inglés como segunda lengua en poblaciones inmigrantes... y entre sus modelos figura Paulo Freire.
Le preocupan (pero por fascinantes, no por negativos) los múltiples lenguajes; los saberes de todos; la generalización y el vértigo de la tecnología, que casi parece no tener límites, que parece permitirlo todo y al mismo tiempo nos pone en riesgo de perder la escala... “Ni Mark Zuckerberg sabe hacia dónde estamos yendo”, dice en medio de una charla apasionante.
No es de extrañar, entonces, su propuesta pedagógica: resignificar la palabra alfabetización; educar en la diversidad y desafiar (empezando por uno mismo) “las estructuras de la heteronormatividad, el patriarcado y otras ideologías dominantes”.
Capacidad crítica
“La ideología es algo que no solemos cuestionarnos. En general se piensa que lo que siempre fue, así debe ser. Pero que sea así no significa que sea normal; sólo costumbre”, lanza, con una sonrisa enorme en un español que le cuesta un poco, pero que atrapa por la riqueza de lo que dice.
- ¿Qué es esto de la alfabetización crítica mediática?
- Lo primero que hace falta para responder esa pregunta es amplificar el significado de alfabetización, y pensar todos los modos posibles de leer y escribir: textos y libros, por supuesto, pero también el lenguaje corporal, la tecnología, lo visual, lo verbal, lo artístico. Todos ellos comunican. Ese es el primer paso.
- ¿Y el siguiente?
- Quizás no sea el siguiente, sino que van juntos, pero hay que enseñarle a la gente desde muy pequeña que la información y el poder van de la mano. Y que eso implica que la ideología dominante subyace a qué se dice, y cómo se dice... Y también a lo que no se dice. Entonces aparecen cuestiones claves: hay que aprender a dudar; y también a saber que la objetividad no existe, es algo que hay que buscar, sabiendo que siempre será un ideal.
- ¿En qué posición pone esto la relación docente-alumno?
- En una muy interesante: la de reconocer que somos coeducandos. Que el verticalismo no funciona, que los niños tienen mucho para enseñarnos. Pueden ser menos críticos (en el sentido de analizar, preguntarse sobre la veracidad, etc.), pero tienen unas habilidades increíbles, mucho más eficientes que las nuestras, para conseguir información. Eso pone en crisis el modelo de “docente experto”. Ayudarlos a desarrollar la capacidad crítica será en realidad la función del docente, para lo cual hará falta una previa y personal reflexión acerca de los privilegios naturalizados (de los que casi todos, de una u otra manera, disfrutamos), porque estos nos generan puntos ciegos en la mirada sobre la realidad: lo que nos gusta, nos mantiene cómodos, no solemos cuestionarlo. Y si hay privilegios -e insisto, los hay- hay exclusión. Es una de las razones por las cuales afirmo que la objetividad sólo puede pensarse como ideal. Y que la duda es un gran motor para acercarse a él. No hablo de cinismo, que sería no creer en nada. Propongo el escepticismo, que siempre deja lugar a la esperanza.
La fuerza de los lenguajes
La otra gran propuesta de su método tiene que ver con lo que llama “desafiar los estereotipos”.
“Les proponemos a los niños que armen sus propias definiciones; una técnica es usar como disparador fotos que ellos mismos sacan. Tomemos, por ejemplo, la palabra belleza: eligen las imágenes, buscan sinónimos... y en ese proceso van descubriendo el poder enunciativo y a la vez ocultador de los lenguajes (porque también las imágenes se puede manipular), la posibilidad de empoderarse al respecto y de reconstruir el mundo de un modo más justo y mejor. Se reconocen críticos (en el sentido que explicamos), con capacidad de decidir; sujetos, y no objetos. Y además, como construyen entre todos, aprenden a ponerse en los zapatos de otros... y descubren las estructuras ideológicas y naturalizadas de los sistemas de opresión; la empatía no sólo cognitiva, también, y fundamentalmente, social.
- ¿Y por qué el otro adjetivo de la alfabetización, “mediática”? Los niños no suelen consumir “medios”...
- Precisamente. Todo cambia, y la definición de medios, también. Es posible que no lean los diarios; sí consumen publicaciones pensadas para su edad, pero, por sobre todo, son ávidos y activos navegantes de redes sociales. Y en esos “nuevos” medios hay que dudar más que nunca, porque la gente reproduce y hace circular de todo, en general, sin chequear. Y entonces puede haber mucha información valiosa, pero también mucha que no lo es, además de fake news (contenido seudoperiodístico cuyo objetivo es la desinformación). Y es aquí donde es crucial que hayan desarrollado su capacidad crítica.
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