Ahí está, es el “Rey de Copas” y está de regreso. Tres años después de su última conquista, Universitario vuelve a sentarse en el trono del NOA, ese que ocupó más veces que nadie, aunque en esta oportunidad con un plus: es campeón en soledad, un placer que no disfrutaba desde 2010, hace casi una década. A ver: un título es un título y se festeja igual, pero tener que compartirlo con otro (y sobre todo, con Los Tarcos, el clásico rival) le quita la mitad del gusto. Esta vez, en cambio, la gloria le pertenece sólo a la “U”, que viene justamente a suceder la dinastía de los “Rojos”.
Lo mejor del caso es que llegó silbando bajito: sea por la juventud de su plantel, sea por la irregularidad con la que transitó la etapa clasificatoria, lo cierto es que muy pocos, salvo los propios hinchas de “Uni”, lo consideraban candidato al momento de configurarse el cuadro de playoffs. Ni siquiera después de sacarse esa pesada mochila de los cuartos de final, instancia en la que había chocado las últimas temporadas, ganó demasiado crédito en la opinión general. Y sin embargo llegó, dejando en el camino a los últimos dos campeones y coronándose nada menos que en la “Caldera del Parque”, la casa de Lawn Tennis, el más ganador de la última década.
En la alegría del festejo y el color de la fiesta, que incluyó desde un dinosaurio hasta una “gallina” montada sobre un caballo, seguramente se diluya en pocos días el hecho de que fue una final bastante opaca desde lo estrictamente rugbístico, incluso bajo el manto de piedad que les cabe a esta clase de partidos, donde el manual de los campeones aconseja cerrar filas y no darle demasiado aire a la pelota entre mano y mano. En ese sentido, Universitario se pareció más a Lawn Tennis que el propio Lawn Tennis, resignando su juego de paladar fino por uno más estratégico y apoyado en una defensa granítica, que al final fue la base de su éxito.
Se sabía: era una suerte de test match y había que jugarlo con la cabeza y el corazón más que con la pizarra.
Desde el principio, el anfitrión tuvo mayor posesión territorial y de pelota, pero no logró sacarle partido en un contexto de más errores que aciertos. De todas maneras, percutiendo con sus forwards logró disponer de algunas oportunidades a distancia, aunque no pudo sumar. Santiago Rez Masud, tantas veces héroe con sus patadas (por citar, la final de 2012, que definió con un penal), estuvo cruzado y falló sus primeros tres lanzamientos. Luego afinaría la diestra y acertaría los tres intentos siguientes, como el pateador efectivo que acostumbra a ser, pero para entonces ya cargaba en la espalda con el peso de esos nueve tantos que no fueron.
Del otro lado, en cambio, la efectividad fue del 100%: Alejandro Torres abrió el tablero con un gran drop y Facundo Noval embocó las cuatro veces que “Uni” pidió palos. A medida que engordaba la cuenta de los de Ojo de Agua, también engordaba la ansiedad de un Lawn Tennis que sabe de jugar finales, pero al que los pergaminos del Regional 2014, su último título, se le van poniendo amarillos. Sin poder encontrarle el agujero al mate en la brillante tarea defensiva de las “Serpientes”, apostó a renovar el aire con los cambios, pero no hubo caso.
Perdido por perdido, con una desventaja de seis tantos que remontar y pocos minutos para hacerlo, intentó lanzarse a jugar sobre el final, sacando la pelota del punto de contacto lo más rápido posible y abriéndola hacia las puntas, pero allí también chocaron con el custodio visitante.
La única que quedaba era jugar a un duelo de paciencia con el pick and go, resguardando la pelota a la espera del penal que le permitiera buscar el touch y jugarse la última carta a un line-maul. Sin embargo, el error fue propio y el referí Matías Ortiz de Rozas decretó el triunfo de la “U”.
Fue la recompensa para un equipo supo capitalizar la experiencia que le dejaron las derrotas que sufrió en el camino y que logró contrapesar la juventud de su plantel con trabajo, paciencia y convicción.