“Para que se realice esta página, puse una condición: debe ser el reflejo real de mi vida, no para venderme, sino para que cada uno que entre aquí encuentre al ser humano primero, luego a la artista”.

Esta frase abre el viejo sitio en internet de Ángela Irene, la emblemática cantante folclórica que hoy actuará en La 9. Cuando la relee en la entrevista con LA GACETA, ratifica su posición: “soy una persona que canta, soy muy feliz porque toda mi vida viví de lo que amé y amo; grabé con los más talentosos músicos, que son mis amigos maravillosos, y ese es el éxito de una carrera. La fama es puro cuento, ya sabemos que se fabrica, y eso no me interesa. Los que lo hacen no disfrutan lo que yo disfruto”.

Se define como cantora, oficio que ejerce hace 45 años, porque le gusta más que cantante. “Antes era una palabra despectiva, para quienes actuaban en peñas ante borrachos; ahora hay muchas artistas mujeres jóvenes, co quienes me gusta mucho actuar”, asevera.

La pampeana tiene un fuerte vínculo con Tucumán, desde que fue amadrinada por Mercedes Sosa. Los lazos siguieron con muchos otros, como Chichí Costello, Néstor Soria y Eduardo Tuco Valladares. En la lista son infaltables Francisco Santamarina, Lucho Hoyos y Rubén Cruz, con quienes actuará junto a Peter Würschmidt y Adriana Tula.

“Es una juntada de amigos, porque hace tiempo que no vengo a actuar. Igual canto zambas tucumanas por todos lados desde los 70, aunque las que cantaba Mercedes no se tocaban, sólo las que ella descartaba. Surgió por una invitación de Rubén, a quien conozco desde los 80, y todo se dio naturalmente porque conseguí un pasaje gratis. Tenía que volver porque hay vínculos que son amores por cómo nos relacionamos. Quiero a mucha gente de Tucumán, con quien nos une la música y la poesía, que se encuentra donde menos uno se lo imagina”, asegura.

Antes del folclore, con el que todo el mundo la identifica, Irene cantaba jazz. Era adolescente y en su pueblo, General Pico, había bandas con instrumentos de bronce conformadas por miembros del Ejército que tocaban de repertorio temas clásicos del género. “Ya de muy chica había decidido ser una gran cantante, como Sarah Vaughan, y al terminar la primaria empecé a cantar en italiano y en inglés; tenía la inocencia de los 12 años, todo era un juego y no sé si me hubiese animado a cantar siendo más grande. En ese momento no había una música propia de La Pampa, que es mucho más reciente. Para homenajear a mi provincia, elegí siempre los temas de Alberto Cortés, pero nunca lo quise conocer”, confiesa.

En los 70 descubrió el nuevo cancionero popular y social latinoamericano, se volcó a la música nacional y en un festival la descubrió la Negra. “Fue a mi casa y le dijo a mi padre que me permita irme con ella. Lo autorizó pero cuando cumpliese la mayoría de edad; me faltaban seis meses y fueron los más largos de mi vida. Ella me acogió en su casa, me presentó a todos los artistas que admiraba, me llevó al estudio de la Phillips para que me contraten... Fue mi mentora y mi amiga, pocos tuvieron mi suerte”, recuerda. Su formación fue cuando llegó a Buenos Aires, donde se forjó con una voz personal, cuidada e inimitable, que la llevó a recorrer también otros estilos, en dúos con rockeros.

“En este momento estoy haciendo un disco en el que mezclo cosas muy viejas, que cantaba cuando comencé, y otras nuevas con gente querida. Me está esperando en el estudio para poner la voz del último tema. Recuperé la canción con la que me iba a presentar en el 77 en Cosquín, ‘Paisaje coplero’ de Roberto Margarido y Raúl Mercado, quienes estaban prohibidos; finalmente gané con ‘Cruz de quebracho’, estaba predestinada. Es que ya estoy de vuelta”, concluye.

DE REGRESO

• A las 22 en la peña La 9 (9 de Julio 345).