El 9 de julio de 2001, cuando ya su presidencia se desmoronaba, Fernando de la Rúa participó en Tucumán de una larga jornada de actos por el Día de Independencia, que comenzaron muy temprano y finalizaron ya entrada la noche.

El periplo incluyó actos protocolares, como el Tedeum en la Catedral, visita a la Casa Histórica y a la Casa de Gobierno, y presencia en el desfile cívico-militar, para concluir en un encuentro con empresarios y la inauguración de la "Expo Mercosur del NOA 2001 - Exposición y ronda de negocios", en las instalaciones de la Sociedad Rural de Tucumán (SRT), en Cebil Redondo, todo con una amplia cobertura de LA GACETA.

A los 81 años, murió el ex presidente Fernando de la Rúa

Tras la agotadora jornada, esa tarde-noche el mandatario nacional arribó a la Rural acompañado por su esposa, Inés Pertiné; el gobernador, Julio Miranda, y diputados y funcionarios nacionales y provinciales.

En el salón principal de la Rural estaban presentes los más importantes referentes de las cámaras del campo, del comercio, la industria y los bancos.

Los empresarios estaban organizados y pretendían que la visita presidencial no quedara en un mero formalismo, y aprovecharon para transmitirle en persona a De la Rúa una serie de planteos y reclamos, a través de un discurso que fue leído por el titular de la SRT, Roberto Martínez Zavalía.

En fotos, el paso del ex presidente De la Rúa por Tucumán

Pedían señales claras en la economía para alentar la inversión; mejoras en el esquema tributario, con lucha contra la evasión; reforma laboral y lucha contra la corrupción, entre otros temas.

La alocución de Martínez Zavalía no fue breve, tal vez de 10 o 15 minutos, buena parte de los cuales De la Rúa la escuchó sentado, con la cabeza gacha y los ojos cerrados, sin mover un músculo. Entre los presentes que tenían acceso a verle el rostro al Presidente comenzaron a dirigirse señas de tono divertido, en clara alusión a que el mandatario nacional se había rendido al cansancio, y se habría dormido sentado.

ARCHIVO LA GACETA

Para esa etapa de su mandato, el líder de la Alianza ya era objeto de burlas diversas en la televisión nacional, con imitadores que se ocupaban de resaltar su supuesta faceta de hombre distraído y de "pocas luces".

Cuando ya se percibía que las palabras del referente ruralista llegaban al final, la expectativa y la tensión estaban centradas en qué pasaría con De la Rúa dormido, si se despertaría solo, o si alguien tendría que llamarlo, con el consiguiente papelón que habría significado que el jefe de Estado tuviera que admitir que no había escuchado el mensaje de los empresarios.

De la Rúa, actor de grandes triunfos electorales pero también símbolo de la malograda Alianza

Pero apenas Martínez Zavalía cerró el discurso, De la Rúa abrió los ojos, se acomodó, tomó un micrófono y comenzó a responder uno por uno los planteos, sin perder el orden y con palabras justas, como si las estuviera leyendo. No sólo no dormía, sino que se notó que estaba profundamente concentrado. 

De la malicia y las risas, los empresarios pasaron primero al asombro y luego a la satisfacción, al punto de que en las declaraciones posteriores se deshicieron en elogios a las respuestas que les había formulado el mandatario nacional.