Al llegar a la extensa carpa instalada en la Terminal de Ómnibus, al lado del supermercado Vea (Brígido Terán 250), lo primero que nos cautiva es el delicioso olor a comida. Una sensación que no deja indiferente al estómago y que incluso se intensifica cuando ingresamos al predio y vemos lo que en verdad está cocinándose dentro. Con sus llamativas letras de color amarillo chillón, los carteles de bienvenida lo anuncian y el público enloquece.

En presencia de las autoridades de Guinness World Records, los tucumanos pasaremos a la historia como los creadores de la “humita en olla más grande del mundo”. Un desafío que necesita superar los 250 kilos de este plato regional.

¿Lo lograremos? es la pregunta implícita en los ojos de los visitantes. La cantidad de ingredientes apilados no engañan: 286 kilos de choclo, 163 kilos de zapallo, 8 kilos de pimientos, 12 litros de agua, 8 litros de leche, 8 kilos de queso feteado y envases de plástico sobrecargados de pimentón, ají, sal y comino. Todos pesados con milimetral cuidado y anotados -gramo por gramo- en interminables registros.

Una vez que el control inicial se acaba, es tiempo de que el verdadero ritual gastronómico comience. De a una, las bandejas son vertidas en la inmensa paila de metal que yace en el centro de la cocina. Algo así como un “caldero”, de 2,70 metros de diámetro, que necesita ser por alimentado por cuatro garrafas de gas.

PRIMEROS PASOS. Los ingredientes empiezan a caer en la inmensa paila. la gaceta / foto de franco vera

Lo primero en caer a manos del fuego son los 12 litros de aceite y los 16 kilos de cebollas picadas. Al adquirir la temperatura deseada, el clásico ruido que se escucha al sofreír da pie para que comience la acción.

Equipados con guantes amarillos y palas mezcladoras (espumaderas de más de un metro de largo y con cuatro agujeros) tres cocineros revuelven la mezcla y, en el proceso, nuevos aromas se esparcen.

Trabajo previo

La propuesta de llevar a cabo “semejante humita” -como se escucha decir- fue creada por la cadena de supermercados Vea para otorgar una mayor visibilidad al protagónico plato de cada 9 de julio.

En este desafío nada quedó librado al azar. Ni siquiera la tradicional receta que debió ser aprobada de antemano por la institución experta en récords. “La receta es bastante sencilla pero por las cantidades exorbitantes de ingredientes se necesitó mucho tiempo previo para cortar las verduras y tomar las medidas bromatológicas necesarias”, comenta Dana Cainzo, chef instructora de IGA mientras chequea el preparado.

El logro implicó que el equipo- formado por 50 cocineros de la institución y 50 trabajadores de Vea- tuviera que despertarse a las 3.30 de la mañana. Aunque claro, el sacrificio valió la pena al romper con algunos logros internos. Entre ellos, Lucas Cámera -gerente de marketing del NOA de Jumbo Retail- destacó el tiempo: ¿se imaginan pelar 4.000 choclos en ocho horas?

“Además de controlar la cantidad de humita se evaluó que ningún ingrediente sea dejado de lado y que haya un 51% de choclo en la preparación”, explica Natalia Ramírez, adjudicadora oficial de Guinness World Records.

El gran final

Ya pasaron tres horas y la humita está casi lista. Cada 30 minutos una alarma retumba por los parlantes y les indica a los cocineros que es tiempo de lavarse las manos. En cada impasse el público aplaude y da ánimos para que se continúe revolviendo.

“Como argentina es un orgullo que podamos mostrarle al resto del mundo nuestras tradiciones y gastronomía”, dice feliz la jubilada Analía Luna, quien se mantuvo desde la mañana en primera fila para observar la cocción.

“¿Qué mejor manera de hacer la previa al Día de la Independencia que degustando nuestra cultura?”, declara la estudiante Claudia Riggoni siempre atentos a los pasos que traza el ejercito de cocineros de un extremo a otro del salón.

Con el estómago vacío la espera es letal pero, finalmente, al rededor de las 17.10 la humita está lista para ser pesada. “El desafío fue superado, son 441 kilos”, se escucha de fondo y automáticamente las bandejas de plástico comienzan a desfilar. Mientras los aplausos se funden con la música en vivo y la merienda tiene sabor a choclo y a recuerdos históricos.