Por Ricardo Lagos
La irrupción de internet es equivalente a la invención de la imprenta. Poco más de un siglo después de la creación de Gutenberg, en 1631, se publicaba la Gazette en Francia. Irrumpían los diarios. Primero publicaban los temas que el rey respectivo y sus cortes debían resolver. Un siglo y otro tanto más tarde, entrarían en escena filósofos como Montesquieu que se plantearían alternativas de gobierno, la división y el equilibrio de poderes. Rousseau aportaría sus ideas sobre el contrato social. La democracia, como la conocemos, es un fenómeno cuyo origen está en los diarios y en la alfabetización. Luego la radio engendraría la idea del voto. La televisión posibilitaría conocer de cerca a los líderes políticos. Podemos decir que la democracia es producto de Gutenberg.
Hoy, con internet, la política se horizontaliza más. El ciudadano elige candidatos cada cuatro años pero, además, exige que lo escuchen entre elección y elección. Todavía está por verse qué instituciones políticas derivarán del fenómeno digital. La credibilidad de las instituciones está en riesgo.
Crecer sustentablemente
La credibilidad de las instituciones es un insumo tan importante como la energía, el agua y los recursos humanos. Como todos los insumos, este se consume o se sostiene con la responsabilidad de todos los actores de la sociedad y la economía. No podemos consumir la credibilidad sin asumir los costos de reponerla: sin cultivar los comportamientos personales y los desarrollos institucionales para reponerla y sostenerla; pues de lo contrario algún día esta se convertirá en un cuello de botella para nuestro desarrollo económico, social y político.
¿Cuáles son entonces estas convicciones perdidas que tenemos que recuperar?
Primero, que no es posible avanzar hacia un país más próspero, justo, sustentable, inclusivo e igualitario sin una estrategia de desarrollo coherente.
Segundo, que no es posible diseñar una estrategia de desarrollo coherente que no se haga cargo de los cambios de época en el mundo que nos rodea.
Tercero, que cualquier estrategia de desarrollo progresista debe ser aliada, compatible y tributaria de los cambios tecnológicos que trae el futuro.
Cuarto, que no es posible sostener un proceso de cambios y transformación como el que exige esta estrategia de desarrollo sin un robusto sistema de protección social.
Quinto, que no es posible construir un sistema de protección social sostenible sin responsabilidad fiscal y sanidad financiera pública.
Sexto, que no es coherente un sistema de derechos sociales y económicos sin deberes sociales y económicos.
Séptimo, que no es posible generar grandes transformaciones sin grandes mayorías políticas, sociales y públicas que se sostengan por convicción y no por conveniencia circunstancial.
Octavo, que no es posible generar reformas transformadoras sin calidad técnica en el diseño y ejecución de estas, en el momento oportuno desde el punto de vista político y económico.
Noveno, que no es posible alcanzar el desarrollo económico, social y político sin credibilidad de las instituciones, partidos y empresas.
Décimo, que no es posible recuperar la credibilidad de instituciones, partidos y empresas sin liderazgos dispuestos a sacrificar su interés personal en función del interés nacional.
Ricardo Lagos - Ex presidente de Chile.
Este es un fragmento de una charla brindada en el Malba, de Buenos Aires, el martes pasado.