POESÍA

MORADAS NÓMADES

JOSELY VIANNA BAPTISTA

(Juana Ramírez Editora - Buenos Aires)

Inasimilable a cualquier estereotipo, la poesía de Josely Vianna Baptista (Curitiva, 1957) opera movediza e inestablemente entre el concretismo y el barroco. En algún lugar de esos extremos, a través de un copioso y móvil escenario de imágenes, se arma y desarma, ese pulso en el continuo proceso de hacerse. Ligera, volátil (jamás superficial), horadada por los dos grandes estilos tropicales, se abre en continua fuga, en permanente textura mixturante (rizomático sentir). Concreta y concretista, versos trasvasados por la fiebre del ritmo, cuyos cambios e intercambios de velocidad trabajan tanto la sintaxis como el sustrato fónico. Hace del tiempo de su lectura, un espacio poroso (en el hallazgo eludido), por momentos, remixando acechos de otras lenguas en una espesura múltiple de sentidos. Un curativo realce de significados. Multifacetados, “intercambiantes, boyando en el continuum de las cosas animadas e inanimadas” (Reynaldo Jiménez dixit). Y cierta leve indeterminación en los deslices del idioma, también. Son efectos vibratorios, producidos durante su lectura que no dejan de deslumbrar.

La inusitada ductilidad del pulso de esta sensibilísima poeta móvil (movimiento que todo lo hechiza), da cabida a un verdadero tour de force de la sinestesia. Operación que se desnuda a través de gradaciones de epifánica fugacidad. Una poética “que se siente con el cuerpo”, pero huidizo a un “único” estado. Poemas, por lo tanto, en permanente cambio: inestables por esencia. Versos que fluctúan, sí, derrapan en un gozoso roce de palabras que se pliegan, desplegan y replegan. En las antípodas del derrame yoico (el consabido y ramplón cliché de mucha de la poesía lírica actual), su identidad está en la transparencia de la variación. Amplia e imaginativa.

La presente antología que compila una selección de seis de sus poemarios, cuenta con un prólogo realizado por su traductor, Reynaldo Jiménez, y por un no menos iluminador posfacio de Romina Freschi. Jiménez ha trabajado en esta traducción transmitiendo morosamente cada efecto aural (y original) de las palabras a nuestro idioma. Disfrutamos, entonces, una “poética entreverada en los sonidos floridos”, como bien indica Freschi. Viva, profundamente intempestiva. En síntesis, una nueva forma de leer que no habíamos pensado hasta hoy.

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AUGUSTO MUNARO