El destino de Lionel Messi en la selección argentina semeja mucho el de Sísifo. A este sagaz semidios de la mitología griega le gustaba burlarse de los dioses. Debido a ello recibió un singular castigo: debía empujar cuesta arriba una pesada piedra que, justo antes de la cima, rodaba cuesta abajo hacia el pie del monte. Sísifo debía recomenzar su inútil tarea, una y otra vez, secula seculorum.
En cada torneo que disputa la Selección, sobre Messi recae la responsabilidad de que la “Albiceleste” gane, guste y golee. Los ojos del mundo -y, muy especialmente, los del hincha argentino- se posan sobre la “Pulga” antes y después de los partidos. El astro lleva el equipo en sus hombros, hacia la cima de turno: la final del Mundial 2014, o las de las Copas Américas de 2015 y de 2016, o la clasificación a la Copa del Mundo 2018.
A nada de consagrarse, la Selección rueda, sin embargo, cuesta abajo: pierde la final en Río de Janeiro, ante Alemania; cae en Nueva Jersey, ante Chile; o en Santiago, otra vez ante los trasandinos, o queda eliminada en octavos de final en Rusia.
Pero frente a una nueva competencia, Messi debe rearmarse, resignado, y reiniciar el camino hacia la gloria, cargando sobre sus espaldas el seleccionado y las frustraciones de todos los fanáticos de la Argentina.
Es el caso de esta Copa América, la cual juega luego de haberse tomado un descanso de la Selección de casi un año: desde el 3-4 ante Francia en el Mundial de Rusia, del 30 de junio del año pasado.
Y si se toma el partido del debut, la caída por 2 a 0 ante Colombia, bien puede suponerse que se camina hacia el mismo destino: la Selección, aun con la ayuda de Messi, no logrará llegar a la cima.
Messi, sin embargo, confía. Como confía Sísifo en que esta vez sí logrará llevar la pesada piedra hasta la cima. “Este es un grupo muy fuerte, muy unido, que va a salir adelante. Nos duele perder, pero ahora ya no podemos hacer nada, sino pensar en el siguiente partido”, había dicho el ídolo de Barcelona luego de la caída ante los “Cafeteros”. El seleccionado argentino busca en Brasil cortar una racha adversa de 26 años sin ganar la Copa América -el último festejo se había dado en Ecuador 1993-. Para seguir con chances, el miércoles deberá derrotar al combinado de Paraguay, que ayer empató 2-2 con su par de Qatar.
“Debemos ganar para acomodarnos, estamos amargados, pero tenemos que estar tranquilos. Nos llevará un tiempito asimilar esta derrota, pero no podemos quedar lamentándonos, hay que pensar en el siguiente partido; esto recién empieza”, había añadido.
A diferencia de la inerte piedra que arrastra Sísifo, el equipo que soporta Messi puede ayudar al astro. Acaso esto por fin suceda, y la “Pulga” pueda sentirse más alivianado... y tal vez entonces su tarea no resulte vana. (Especial-Reuters)