El tiempo parece transcurrir a una velocidad inusitada. Han pasado sólo siete días desde la realización de los comicios provinciales y sin embargo parece que hubiera transcurrido un año.
Los resultados finales de la elección no han sido forjados a fuego por el escrutinio final, pero ya se están discutiendo los nombres que integrarán las listas de postulantes a diputados nacionales para los comicios nacionales.
Uno de los grandes derrotados del domingo anterior fue el federalismo. Como la Cenicienta, apenas oyeron las doce campanadas de la medianoche del domingo, los principales candidatos salieron corriendo a sacar sus pasajes para llegar cuanto antes a Buenos Aires. Y, parece que, además, el que llega primero, llega dos veces.
Juan Manzur se subió al avión de la provincia y aterrizó en el acto en el cual Alberto Fernández de Kirchner y Cristina le abrían la puerta a Sergio Massa. Cuando el gobernador reelecto ingresaba para -incluso- ser uno de los oradores en ese encuentro, miró para atrás y confirmó que no estaba su sombra. La había perdido. O, mejor dicho, le había ganado. Desde siempre cada vez que Manzur llegaba a Buenos Aires cargaba en su espalda a José Alperovich. Era el hombre que lo había inventado en Tucumán. Manzur no era independiente ni autónomo. Y, aunque él lo declamase, no le creían. Hasta este domingo, cuando la mitad de los tucumanos decidieron darle el voto. Hoy está sentado en una mesa chica de las decisiones nacionales como había soñado. Se atrasó -y mucho- porque cuando José Alperovich decidió darle pelea, todo se atrasó en la vida política del gobernador.
La pesada mochila
Germán Alfaro salió derrapando a la metrópoli. En Buenos Aires lo esperaba el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Es, tal vez, el más encumbrado de los funcionarios nacionales dispuesto a abrirle puertas en la Casa Rosada. Buenos Aires es más importante de lo que se declama. El intendente se preocupó especialmente durante toda la campaña electoral en mostrarse independiente de los reyes de la Rosada. Y, en el primer minuto después de los comicios -eso sí, con los resultados a cuestas-, se subió al avión. No fue recibido con los brazos abiertos, precisamente.
Alfaro explicó claramente que hay obras que la capital tucumana necesita y que ese fue el tema central de la conversación. Sin embargo, es muy posible que el lord mayor haya mostrado los resultados de los comicios. Es el claro ganador del distrito principal de la provincia y espera un reconocimiento por ello. De paso deja sobre la mesa -sin decirlo- el potencial electoral que podría aportar en las elecciones de octubre que es cuando se jugarán los destinos políticos del país.
El intendente de la Capital llevaba votos en la valija, pero no puede ocultar que carga también una pesada mochila con negaciones al Gobierno Nacional. Se cree merecedor de que un hombre de su equipo esté en la lista de diputados. Sin embargo es posible que su pedido quede arrumbado arriba en la esquina de algún estante.
Él, a nafta; ella, a GNC
Silvia Elías de Pérez se reintegró al Senado el martes. En su agenda tenía anotados varios nombres encumbrados de la Casa Rosada. No llevaba pedidos ni compromisos. Tampoco sueños. Tal vez esperaba explicaciones. O, simplemente que alguien escuchara los porqués. En su maletín comarcano, junto a los zapatos, había puesto un puñado de preguntas. La senadora nacional, durante toda la campaña electoral, sintió la desolación y el abandono de la Casa Rosada. No había ninguna compensación a cambio del cumplimiento de pedidos y trabajos que ella había realizado en distintos momentos en favor del Gobierno nacional. En entrevistas posteriores, Silvia Elías de Pérez reforzó su identidad radical y le quitó brillo al aceitado trabajo de la maquinaria del PRO.
La senadora siempre fue cauta respecto de la heterogeneidad de su espacio. Cedió convicciones en pos de la unidad de la estructura. Por eso no se sorprende ni se espanta con las actitudes que pueda tener Alfaro. Sin embargo, debe considerar inauditas las reacciones del reelecto intendente de Concepción. En el entorno de la senadora están seguros de que el auto con el que corrió Roberto Sánchez para retener la intendencia tenía nafta premium y gomas nuevas. En cambio, en la Perla del Sur, a la candidata a gobernadora le dejaron un “topolino”, con neumáticos recauchutados, y al que lo hicieron andar a GNC.
El espacio Cambiemos se está consumiendo lentamente en la hoguera de las vanidades. No ha habido reflexiones ni esfuerzos especiales por juntar la tropa. Las facturas van y vienen por WhatsApp.
Donde hubo amor…
La velocidad del tiempo político no da tregua. En el oficialismo ya están hablando de que en las elecciones nacionales de octubre sacarán tres de las cinco bancas. Y, en la locura de las especulaciones, les reparten una a Cambiemos -o como se llamen- y la otra al resucitado bussismo.
Manzur estaba deshojando la margarita para ver cómo ordenaba la lista de diputados cuando un vendaval lo sacó de las casillas. La fórmula Fernández-Fernández cuenta con el apoyo del exultante Manzur y del apaleado Alperovich. Ambos se han comprometido a jugarse por la candidatura de Alberto y de Cristina. Es gracioso escucharlos hablar así, después de que ambos han sufrido las presiones de la gestión kirchnerista y las exigencias de hacer, declarar y actuar como los “K” mandaban, a cambio de las dádivas que por ley les correspondían. También llama la atención porque de alguna manera ellos habían jubilado a Cristina. Ahora la reivindican.
Así es la política de hoy. Y, justamente, por estas cuestiones es que el manzurismo está espantado ante la posibilidad de que desde la cocina del Instituto Patria le ordenen a Manzur que incluya en la lista de diputado a Beatriz Rojkés de Alperovich, una senadora fiel a Cristina desde el momento uno de su juramento.
Se hace difícil imaginar una campaña política donde compartan un escenario e incluso una foto los candidatos de Manzur con la ex senadora. Peor aún si es que en la lista oficial terminan con letras mayúsculas y en negritas los nombres de Carlos Cisneros y/o de Mario Leito, como figuran en algunos cuadernos borrador de la Casa de Gobierno. La declamada unidad también es endeble en el PJ, máxime cuando acaba de concluir una campaña al rojo vivo y las heridas no cicatrizan a la misma velocidad que los tiempos electorales.
Muchos nombres
En la vereda de enfrente quieren aprovechar los resultados frescos de los comicios provinciales para el armado de la lista de candidatos a diputados nacionales. En Yerba Buena se sienten no sólo los ganadores de la elección sino también los triunfadores en el ranking de la fidelidad. Por lo tanto se sienten acreedores a una banca y el intendente Mariano Campero se la quiere ofrecer a su jefe de gabinete. Sería un premio exagerado para Manuel Courel, quien aún no jugado ni en las inferiores electorales y ya estaría saltando a las grandes ligas.
Por eso quien hasta ahora ha juntado más fichitas en este TEG de candidaturas parece ser Domingo Amaya, a quien se le reconoce el trabajo en estos comicios y cuenta con la bendición de Frigerio en la Casa Rosada. A diferencia de otras contiendas, no hay dirigente que no destaque el despliegue del ex intendente. Algo que nadie puede decir del diputado nacional Facundo Garretón, quien sí logró brillar por su ausencia, pese a tener una banca regalada por el presidente de la Nación Mauricio Macri.
Entre los que se preocuparon por sembrar en estos comicios figura también el legislador saliente Alberto Colombres Garmendia, que espera una bendición del PRO. En ese marco los intentos de Alfaro por imponer la postulación de Walter Berarducci van a ser dificultosos.
Aún no se escuchó la palabra del diputado José Cano, alguien que tiene voz y voto en las oficinas de Olivos… y patadas en la cancha de fútbol de la residencia presidencial. Su voz tendrá peso a la hora de definir las candidaturas y de evaluar los resultados de los comicios provinciales que, aunque siguen pareciendo lejanos, han ocurrido apenas ayer.