“Y vos, ¿de qué vas a laburar mañana?”, se preguntaron los vecinos en las veredas, en las puertas de las verdulerías o al lado de las rejas de los almacenes que atienden desde una ventana. Un equipo de LA GACETA escuchó ayer esa pregunta mientras recorría los barrios Alejandro Heredia, Autopista Sur, Victoria y Los Vázquez, todos al sur de la capital, en el día previo de las elecciones provinciales.
Muchos de quienes viven en estas barriadas, víctimas de la pobreza estructural y de una situación social que empeoró por la crisis económica, confesaron que las elecciones significan la posibilidad de ganar un dinero extra. Una oportunidad con fecha de vencimiento: el domingo de los comicios. Desde fiscales partidarios a movilizadores, de punteros a organizadores barriales. Algunos trabajos legales y otros enfrentados con la ley electoral. Hay una gama de tarifas que varía dependiendo del dirigente, del puntero y del barrio. La magnitud de acoples y partidos incrementa la oferta de puestos, por lo que en muchas zonas la pregunta es la misma: ¿de qué vas a trabajar en las elecciones?
“Trabajo de movilizador”, cuenta un vecino a este diario desde el patio de su casa en el barrio Alejandro Heredia, frente a las vías del tren. Afuera se vive la antesala electoral: paredes pintadas con leyendas partidarias, carteles a medio arrancar y boletas tiradas en las veredas. “A mí un puntero me ofreció trabajar llevando gente a votar. Estoy contratado por seis meses, cobro por cheque en un municipio. Presenté una planilla con los nombres de unos 35 vecinos. Me han dado unos papelitos que dicen en qué escuela vota cada uno y la mesa. A los que tengo que llevar les saco una foto con el voto y el papelito antes de salir de la casa, y se la mando al dirigente para el que laburo. Llevo gente; traigo gente. Voy a medias con una amiga que tiene un auto y una moto, así que yo me encargo de la moto y le doy $ 2.500 a ella, para el auto, por el domingo. Cuando termina el día tengo que ir a una dirección y me dan una cantidad de tickets de un supermercado, que es lo que tengo que darle a eso de las 20 a cada vecino que llevé a votar”, relató el hombre, de 35 años. Explicó que vive con su madre, su pareja y un hijo pequeño. “Trabajo de changarín, de albañil, de lo que salga. Ando en un carrito a caballo llevando arena a las obras en las casas, y cada viaje puedo cobrarlo entre $ 300 y $ 500, dependiendo de la distancia. Pero no hay obras, entonces para juntar $ 5.000 tengo que laburar muchísimo. Me llega $ 1.500 o $ 1.800 de boleta de la luz, así que si no tuviera esto no podría pagar los servicios”, completó. ¿A quién va a votar?, se le preguntó. “No tengo ganas de votar al político para el que trabajo; soy capaz de votar en blanco, porque me caen todos mal”, agregó. No se consigna el partido para el que dice trabajar para no violar la veda.
Dirigentes, candidatos e inclusive algunos funcionarios confirmaron por lo bajo algunas tarifas. Entre las distintas versiones, el punteado destaca punteros, fiscales, choferes, motoqueros, colaborador y votantes. Los movilizadores relevan entre 30 y 50 personas para trasladar. Muchos se ofrecen a los dirigentes, otros son buscados. Pueden cobrar entre $ 1.000 y $ 2.000. Muchos recibirán tickets de supermercados para distribuir; otros darán un monto en efectivo: unos $ 200, en promedio. Cada movilizador trabaja con uno o más autos. También pueden ser motos. Quienes conducen recibirían hasta $ 2.000, más un extra por el combustible. Los fiscales partidarios pueden recibir hasta $ 3.000 más almuerzo y merienda. El puntero y los colaboradores son quienes se encargan de cotejar los datos de los fiscales, llevar comida a las escuelas y coordinar con movilizadores.
Democracia, vivir mejor
En Los Vázquez, al otro lado de la avenida de Circunvalación, Víctor Guerra se sienta al sol en el patio de su casa. “Acá más o menos un 40% está trabajando políticamente para las elecciones de mañana (por hoy)”, aseguró. En su casa se reúne una veintena de jóvenes que conforman un equipo de recuperación de las adicciones coordinado por profesionales de la salud de la Secretaría de Adicciones de la Provincia. El grupo gestiona un merendero y organiza capacitaciones y talleres de oficios.
“El barrio en elecciones se pone picante, hay mucha disputa por territorio, por votos. Como siempre hay gente que tiene hambre y necesidades, acá la gente ve una oportunidad para conseguir cosas para estar un poquitito mejor. Al menos por un día. Hay que aprovecharlos a los políticos, sacarles algo para la gente, para el barrio. Alumbrado público, un tráiler para sacar DNI, todo suma. Muchos van a trabajar en las elecciones pensando en ganarse una moneda más que en quién gane, porque con la crisis hay que agarrar algo. La gente vive día a día. Hay hambre”, consideró el vecino de 34 años. Y agregó: “no trabajo políticamente con nadie, pero sí milito. Me reúno con los compañeros del grupo, nos ayudamos, pedimos cosas en la mesa de gestión barrial y marchamos. Así logramos hacer una cancha y tenemos el sueño de tener un club social y deportivo”.
A unas casas de ahí, Gustavo Bustamante arreglaba su carro y atendía unos caballos. “No trabajaré por las elecciones, pero muchos vecinos sí lo harán y los entiendo. La gente no tiene trabajo, se come salteado, no hay para vivir. Este barrio necesita urgente tener cloacas, gas natural, presión de agua, alumbrado, módulos habitacionales, pavimento. Somos un barrio abandonado”, consideró. Al lado, José Palavecino, de 34 años, coincidía con el diagnóstico: “acá lo que necesitamos es gas natural. La conexión llega hasta la esquina de la entrada al barrio, como si acá no necesitáramos tener servicios”. El otro reclamo fue por la discriminación: “además de tener servicios, de tener un barrio mejor, también necesitamos que no nos discriminen. La semana pasada fui con mi mamá al centro, la acompañaba a hacer un trámite y la gente me esquivaba, no quería pasar cerca mío. ¿Porque laburo arriba de un carro todo el día? Me dan bronca, te esquivan con el cuerpo y miran para abajo. Y con las elecciones seguro que los de otros sectores votan por conveniencia, por trabajos prometidos, pero los 'negros de mierda' por aceptar un bolsón somos nosotros", agregó Bustamante.
A unas cuadras, en una de las calles secundarias del barrio, una vecina explicó que trabajaría llevando vecinos a votar. Le prometieron unos $ 3.000 y esperaba que le confirmase un dirigente de la capital para saber si cerraba o no el acuerdo.
¿Qué significa la democracia?, se le consultó a Guerra. “Y... ponemos el voto en la urna y nos permite ser personas, no estar marginados de todo. Pero sería bueno que no se fijen sólo en el resultado, sino que haya medidas para mejorar cómo se vive en los barrios pobres. Acá hace falta trabajo, salud, casas dignas, que la policía no entre a reprimirnos, tranquilidad. Todo eso hace falta para que haya democracia. Si hay chicos descalzos, nada es suficiente”.