Por Fabián Soberón

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

No por decisión sino por los efectos de sus libros Siri Hustvedt pertenece a esa breve y exquisita tradición que nuclea a Virginia Woolf, Jorge Luis Borges y Aldous Huxley. ¿De qué forma puede reunirse a escritores disímiles? La inteligente y precisa Hustvedt muestra en sus novelas y en sus ensayos la combinación oportuna de erudición, trama de ideas y pericia narrativa. En las composiciones de El mundo deslumbrante y El verano sin hombres se mezclan con acierto la cita literaria, filosófica y científica con el eros narrativo que avanza como un río. Siri Hustvedt tiene, por supuesto, sus temas y sus variaciones: mencionamos, entre otros, el deseo, el sueño, el desamor, la muerte, el rol de la mujer, la imagen, la locura. Pero estos sustantivos no le hacen justicia estética a la complejidad de sus libros y, menos aún, al intrincado cruce de pesquisa racional, versatilidad intelectual y habilidad narrativa.

La autora entrecruza múltiples senderos en los ensayos: ha escrito sobre las flores, el sueño, la percepción, la autobiografía, la novela, la maternidad, el acto de ver y la transferencia. Sobre el arte de Goya sostiene: “El contexto, el vocabulario, la ideología y las tecnologías varían con el tiempo y, sin duda, desempeñan un papel importante en la formación de nuestra conciencia colectiva, pero el Goya que continúa sustentando el arte en sus múltiples formas es una persona que sintió los abismos anárquicos e inefables que llevamos dentro y supo hacer que los reconociéramos. Nos descubrimos mirándonos en un espejo. En Goya, nosotros somos los monstruos.”

Las preguntas de Hustvedt desactivan la perspectiva única y ligan las reflexiones a planteos interdisciplinares. En el ensayo sobre el dormir y el insomnio se interroga sobre el rol del sueño en la evolución humana y la expectativa del texto se vincula con las posibilidades de interpretación desde la neurociencia, el psicoanálisis y el arte. Escandinavia es un territorio familiar y es, sobre todo, un lugar lejano convocado por una lengua común con sutiles diferencias. Es, también, el lugar y el tiempo de disputas nacionalistas y cambiantes. “Sobre la lectura” combina la autobiografía con las opiniones de escritores y lectores históricos. En otros artículos las interrogaciones producen largas o breves bifurcaciones: ¿cómo funciona la memoria? ¿Qué relaciones hay entre memoria e imaginación? Hustvedt apela a las teorías de filósofos como Descartes, Leibniz, Hume, Merleau Ponty y a estudios realizados en neurobiología. Estas inquietudes derivan en reflexiones sobre el artificio evidente de un narrador en tercera persona y la confusión de memoria e imaginación en la relación entre ficción y recuerdos personales en Rousseau y Nabokov. En la injusta enumeración de intereses, percibimos que Hustvedt entrelaza, sin temblor, la reflexión filosófica, el psicoanálisis, la neurobiología y la crítica de arte. Lo que hace más oportuna la dispersión investigativa es, precisamente, la posibilidad de encontrar en los sucesivos ensayos una combinación de perspectivas. Hustvedt piensa “el patio de recreo”, de Freud, desde diversas orientaciones; una pieza de Zurbarán es analizada desde la combinatoria de ciencia, experiencia personal e historia del arte; y los problemas neurocientíficos son vistos desde la construcción de las novelas o, directamente, desde la reflexión exigua y repetida de la vida personal. Como en el cuento de Julio Cortázar “Continuidad de los parques”, los problemas de los personajes de sus novelas pasan a sus ensayos y las ideas son el eje de sus tramas. Hustvedt se mueve con soltura y fineza entre el argumento y la ficción, la invención y el pensamiento.

El mundo de Hustvedt está atravesado por la reflexión feminista. En no pocos segmentos de sus libros, aparecen las disquisiciones a propósito de los problemas de las mujeres en un ámbito machista. En El verano sin hombres una mujer sufre el engaño de su marido. A partir de la pausa impuesta, Mia se instala, en el verano, en la casa de su madre. Mientras se recupera y enseña poesía en un taller literario se burla de su situación y reflexiona sobre el mundo sin hombres. Hustvedt pone en escena el conflicto amoroso y discute, desde la reflexión que entrelaza la erudición y la ironía, la compleja vida femenina. La novela funciona como una sinécdoque de su universo polifacético.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Escritor.

> PERFIL

Siri Hustvedt nació en Minnesota (EE.UU.) en 1955. Se licenció en Letras en el Sanint Magnus College y se doctoró en la Universidad de Columbia. Entre sus libros se destacan Todo cuanto amé, Elegía para un americano, Vivir, pensar, mirar, La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres, El mundo deslumbrante y El verano sin hombres. Su último título es Recuerdos del futuro (2019). Su obra fue traducida a más de 30 idiomas. Desde 1981 está casada con escritor Paul Auster (quien también ganó el entonces Príncipe de Asturias).

> Elegía para un americano*
Por Siri Hustvedt


Mi hermana decía que fue «la época de los secretos», pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que lo importante de aquellos años no era lo que había sino lo que faltaba. En una ocasión una de mis pacientes dijo: «Tengo fantasmas que deambulan dentro de mí, pero no siempre hablan. A veces no tienen nada que decir.» Sarah solía entrecerrar los ojos o mantenerlos casi siempre cerrados porque temía que la luz la cegara. Creo que todos llevamos fantasmas dentro y que es preferible que hablen a que no lo hagan. Una vez muerto mi padre, ya no pude volver a conversar con él en persona, pero continué haciéndolo en mi mente. No dejaba de verlo en sueños ni de oír sus palabras. Sin embargo, lo que habría de mantenerme ocupado durante un largo periodo de mi vida fue lo que nunca nos dijo, lo que nunca nos contó. Al final resultó que él no era la única persona que guardaba secretos. Fue el seis de enero, cuatro días después de su entierro, cuando Inga y yo encontramos la carta en su estudio.

* Fragmento.