¿Quién tiene la varita mágica para decidir que todo este 2019 (y tal vez los años subsiguientes) sea electoral? Y esto sólo por el hecho de sostener, artificialmente, una economía que viene de shock en shock. La estabilización de precios y el tipo de cambio es condición necesaria para sostener la recuperación, remarcan los especialistas. La inflación, sin embargo, no termina encontrando un piso, aunque hay medidas de coyuntura que pueden llevar a que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se estabilice, en el segundo semestre, en torno de un 2% mensual. ¿Eso es bueno? Indudablemente, que no. Lo ideal es que la inflación no llegue siquiera a un punto, de tal manera que no se genere ese efecto cobertura entre los formadores de precios como tampoco haya pesimismo entre los consumidores cuando van al almacén del barrio o al supermercado a buscar alimentos y encuentran que, semana a semana, sufren alguno que otro incremento.
¿Por qué no debe sostenerse una inflación por encima del 3%? Sencillamente porque ni el sector público ni las empresas privadas pueden soportar reajustes permanentes de uno de sus costos fijos: los sueldos. Además, el sostenimiento al alza de los aumentos puede derivar en una reducción del plantel, como ya viene pasando en algunas actividades. El riesgo, en ese sentido, es que la tasa de desempleo se ubique por encima de los dos dígitos, un fenómeno que luego es difícil de revertir. De todas maneras, la informalidad es una moneda corriente y, en tiempos de crisis, tiende a dispararse, como en el caso de Tucumán, que registra una tasa cercana al 46% de los asalariados en condiciones laborales precarias.
Todo esto, a su vez, deriva en una situación socioeconómica más complicada: el crecimiento de la tasa de pobreza. “La pérdida del poder de compra de los salarios y de los ingresos de trabajadores no asalariados, dado el ajuste de los precios, explica el crecimiento notorio de la indigencia y la pobreza. En ese sentido, en la segunda mitad de 2018 el 23,4% de los hogares se encontraba en la pobreza; esto comprende al 32% de la población”, advierte un reciente informe económico de la Universidad Austral.
Dadas así las cosas, se explica -en cierta medida- que el Gobierno nacional haya suspendido la aplicación de un impuesto a los combustibles. De esa manera, ese mayor costo fiscal no se trasladará a los surtidores. Los argentinos podrán respirar con un poco de alivio por 30 días más. Luego, la política dirá.
Desde hace algunas semanas, el dólar viene mostrando una relativa calma. La volatilidad le ha dado paso a esta suerte de pax cambiaria que los analistas del mercado proyectan que se mantendrá hasta el 22 de junio, fecha en la que se activarán las candidaturas nacionales. Naturalmente que el mercado vota y es sensible a los anuncios de los postulantes. Asimismo, la actividad económica irá mostrando también señales de hacia dónde va la Argentina.
Las proyecciones de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) siguen siendo negativas. El promedio de las consultoras privadas, relevado por el Banco Central, estima una caída de 1,3% para todo este año. Hacia 2020 se proyecta un crecimiento nulo y una reversión más estructural de la curva económica, aunque para ello la próxima gestión nacional necesitará un auxilio financiero cercano a los U$S 30.000 millones.
El paro de ayer es una clara muestra de que el fin del mandato de Macri estará signado por las cuestiones políticas y sindicales, pese a que el líder de los camioneros, Hugo Moyano, lo haya negado y haya sostenido que el paro se hace en respuesta a “la necesidad de la gente”. Dante Sica, el ministro de la Producción de la Nación, piensa diferente y sostiene que los gremialistas están usando la medida de fuerza como plataforma política. La confrontación será el signo de los tiempos que se vienen. En la Casa Rosada, en tanto, hicieron cálculos acerca de cuánto le cuesta el paro a la Argentina: el país pierde unos $ 40.500 millones, casi $ 6.000 millones más que la edición anterior del 29 de abril. Esto representa un 0,22% del PBI anual de la Argentina. Un cálculo más: la friolera representa el 40% de lo que Tucumán necesita durante el año para sostener sus gastos. La Argentina está lejos de los verdaderos consensos básicos. Lamentablemente.