“Si quieres la paz, prepárate para la guerra”, decían los romanos. Más acá en el tiempo, el período de la “pax armada”, entre el fin de la guerra franco prusiana y el inicio de la Primera Guerra Mundial, se caracterizó por la aceleración de la industria bélica, que derivó en la acumulación de un arsenal para ser usado. El presidente norteamericano Dwight Eisenhower, en su último discurso como mandatario en 1961, habló contra el poder del complejo militar industrial y su peligroso peso en la democracia. En los 60 el auge de la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética generó sangrientos conflictos en América Latina, África y Asia; y en los 80, la carrera armamentista desbocada causó la debacle de la ex URSS.
Desfasados de su contexto, esos momentos pueden acercar ideas históricas a la compleja situación de tensión y ruptura que atraviesa el Instituto Nacional de Teatro (INT): aunque hay una nueva etapa iniciada en marzo, lejos se está de dar por superada la crisis que prácticamente lo paralizó los últimos meses del año pasado y los primeros de 2019.
A la separación del cargo por incompatibilidad laboral de dos representantes (el de Centro Litoral, el rosarino Miguel Palma, y de Nuevo Cuyo, Gabriel Ernesto Arias, de San Luis), devino el final de sus mandatos, lo que generó un cambio de nombres dentro del ente oficial estatal dedicado a la promoción de la actividad independiente en el país; esto produjo también la mutación de estilos de confrontación. Pero las diferencias entre el Consejo de Dirección (CD) y el director ejecutivo Marcelo Allasino (nombrado por el Gobierno central) persisten y pueden derivar en nuevos estallidos, más en tiempos de inestabilidad y agitación económica y social. Las remociones tuvieron el aval de la Justicia, en un fallo celebrado por Allasino: desde los tribunales se lo autorizó a designar reemplazantes de los consejeros destituidos, en una medida cautelar que tuvo un efecto más simbólico que práctico.
Dentro del CD Allasino sólo mantiene el apoyo de la delegada de Centro, Paula Brusca de Giorgio (de Capital Federal), y de la enviada de la Nación al INT, Florencia Pérez Riba, con consolidada experiencia en el campo administrativo. Su expectativa de conseguir nuevos respaldos no le ha dado resultado hasta ahora, aunque los canales de diálogo se oxigenaron. El tema es que todos saben que las posiciones están enfrentadas en aspectos de fondo y que la mayor expectativa es diferir toda confrontación para más adelante. Los bloques aún están reacomodando las cargas, identificando aliados, elaborando tácticas y definiendo estrategias. Algunos están acumulando fuerzas y arsenal para la destrucción del otro; sólo falta decidir el momento.
Tucumán pasó a tener más poder: duplicó su presencia en el CD, órgano por el cual deben pasar las decisiones más trascendentes sobre el funcionamiento del organismo, que el director debe ejecutar. Hasta principios de este ejercicio ocupó una silla Nerina Dip como representante del Quehacer Teatral Nacional (QTN, un nombre bastante rimbombante por cierto), y ahora lo hace en su reemplazo Patricia García, que suma a su condición de teatrista el diploma de abogada. Además, se produjo el ingreso a ese cuerpo del representante tucumano del INT, Roberto Toledo, que lleva la voz cantante del NOA que hasta ahora tenía la jujeña María Jimena Sivila Soza.
Un pequeño estallido, de menor intensidad a los que se vivieron el año pasado pero que sirvió para marcar territorios, quedó evidenciado en la reunión del 29 de marzo. En el acta 571, ocho de los 11 consejeros presentes en la sesión (incluyendo a los dos tucumanos) rechazaron “por improcedentes” opiniones que consideraron políticas de los equipos técnicos del INT, que habían sido consultados sobre una actualización de partidas y destinos de fondos. En el documento refutado se hablaba de los $76 millones que no fueron utilizados el año pasado por parte del organismo y devueltos a las arcas centrales, y sobre el cual hay dos planteos: por un lado, se acusa a los burócratas de una imposibilidad absoluta de gestionar los fondos llegados tardíamente en diciembre, atento a la pesada maquinaria y a trabas existentes; por el otro, se responsabiliza de la pérdida a la paralización del CD, encerrado en su disputa.
El no reconocimiento de las reuniones mantenidas por unos y por otros por separado en 2018 derivó en la ya informada paralización operativa del ente. Cada uno podrá culpar a los otros por lo ocurrido, pero lo cierto es que los platos rotos los termina pagando la comunidad teatral en su conjunto en forma directa (y más en tiempos de sequía económica) y la sociedad indirectamente, porque habrá menos estrenos y menos salas abiertas en este año que en otros tiempos. Un ejemplo duro es el archivo (la pérdida) de los $5 millones que tenía asignados La Gloriosa para comprar su propia sala, ya que los fondos están indisponibles ahora. Desde el grupo tucumano se denuncia una persecusión política; desde el INT, el incumplimiento de obligaciones formales en tiempo. Lo cierto es que la plata no está y el espacio puede cerrar. El CD se reúne esta semana, y La Gloriosa está presionando para que se “desarchive” su expediente; el problema es que cuenta con pocos aliados a nivel central del INT. Pero hablamos de $76 millones sin gastar, por lo que el suyo no sería el único caso en el país, aunque cada uno tenga su característica.
Hace medio siglo, la política creó la teoría de la Disuación por la Destrucción Mutua Asegurada (de John Von Neumann): el desarrollo de las armas nucleares serviría para que nadie se anime a atacar al rival ante el temor de que la represalia llevaría a su propia aniquilación. Quizás quien mejor describió en cine ese peligro fue Stanley Kubrick en su brillante película de 1964 “Dr. Insólito o cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba”. Hay una escena que sintetiza todo: un militar (personificado por Slim Pickens) cabalga alegre como un jinete sobre una bomba atómica que cae desde el cielo y disfruta del momento, aunque al estallar nadie quede vivo para celebrarlo. En el INT aún se está a tiempo de cerrar las compuertas del avión.