Los López recibieron el Año Nuevo en la sala de espera del aeropuerto de San Pablo, Brasil. La soledad en ese lugar lleno de gente en tránsito contrastaba con las celebraciones familiares bulliciosas y cálidas que acostumbraban vivir para esas fechas. Allí cayeron en la cuenta de una de las caras más amargas de su decisión: dejar atrás no sólo su país, Venezuela, sino los afectos. Porque la familia, que huyó de la pobreza, tuvo que dejar a uno de sus hijos y despojarse de todo. El auto, el departamento, la ropa. Metieron sus vidas en valijas y se lanzaron hacia esa ciudad que habían googleado y que prometía un clima cálido, similar al de su patria: Tucumán.
Dolor y tristeza son las dos palabras que más repitió el venezolano Antonio López, durante la entrevista que brindó a La Otra Pregunta, el ciclo de entrevistas de LA GACETA Play. El profesor de inglés jubilado llegó en enero junto a su esposa y a su hija, de 17 años. Su hijo, de 25, tuvo que quedarse porque le robaron todos los documentos una semana antes de emprender el periplo.
El hombre reflexionó sobre lo que implica tomar la decisión de dejar su patria no por voluntad, sino empujados por la situación política y social. “Fue una decisión pensada en familia. Duele. Porque para cualquier persona dejar su país por los motivos que nos tocó es triste y doloroso. Fue difícil. Nos vimos forzados a hacerlo por la situación económica, que se fue deteriorando progresivamente en los últimos cinco años”, lamentó.
Busca trabajo sin descanso, pero afirma que la edad -65 años- le juega en contra. Hasta el momento, sólo pudo hacer algunas changas. Su esposa consiguió empleo como encargada de un bar y con eso subsisten. Aunque reciben ayuda de familias tucumanas.
-¿Cuándo decidieron que se tenían que ir?
-Nos llevó un año, fue duro. No soportábamos la situación. El país se había venido destruyendo por malas políticas. Llegamos al punto de que no podíamos satisfacer las necesidades más básicas. Pasamos de ser una familia de clase media a estar en una pobreza extrema. No teníamos acceso a consumir proteínas como carne, pollo o pescado. La gente consume harinas principalmente, que no alimentan.
-¿Repercutió en su salud?
-Por supuesto, porque soy hipertenso. Se me hacía difícil obtener los medicamentos. Tuve la suerte de que un cuñado sacerdote que vive en Italia durante un tiempo me pudo mandar, pero luego ni eso. Una vez le registraron el equipaje a la persona que traía los medicamentos en el aeropuerto y se los decomisaron.
-¿Con qué se alimentaban?
- Con harina de maíz y con verduras. Comprar carne o pollo es casi imposible. El ingreso mínimo es de 18.000 bolívares por mes. Un kilo de carne cuesta 12.000 y el de queso, 15.000. El 80% de la población tiene esos ingresos.
-¿Cuál fue la última imagen que le quedó grabada?
-Fue algo que nos afectó muchísimo. Es triste y doloroso ver que todo lo que obtuviste por tu esfuerzo y trabajo de un momento a otro se fue. Tuvimos que deshacernos de todo. No queríamos abandonar Venezuela. Para cualquier persona es doloroso, como una derrota de una lucha que supones que deberías haber ganado. Máxime cuando no pudimos venir todos. Lo material es recuperable, pero las heridas que quedan de haber salido de tu tierra en esas circunstancias es lo que cuesta. Se llevó a uno de los países más prósperos de Latinoamérica a la destrucción. Un país favorecido por la naturaleza. Muchas familias se han tenido que desintegrar por la migración forzada. La razón principal para salir fue el futuro para nuestros hijos. Nuestra hija estaba a punto de comenzar una carrera universitaria y no tenía la posibilidad de hacerlo de manera exitosa.
-¿Por qué Tucumán?
-Hubo varias razones. Mi esposa había comenzado a indagar adónde ir. Mediante las redes hizo contactos con familias argentinas. Lo discutimos en familia. Argentina nos brindaba las mayores facilidades para ingresar, porque mi esposa no tiene pasaporte, lo perdió víctima de un robo. Una familia de Tucumán nos ayudó muchísimo.
-¿Qué impresión tuvieron cuando llegaron a Tucumán?
-Me imaginaba una ciudad más pequeña. Había leído que era una ciudad con mucho arraigo histórico, me había hecho la idea de que tenía más características de pueblo. Me sorprendió porque es grande y con mucha actividad económica. Nos gusta mucho, el clima se parece a la región de donde somos oriundos. Estamos muy agradecidos. No nos sentimos extraños.
-¿Qué le da tristeza de ver a su país desde afuera?
-Ayer me comuniqué con una de mis hermanas, que estaba de cumpleaños. Me comunicaba lo terrible que se está viviendo. Me da una profunda tristeza. Tengo sentimientos de rabia e impotencia (llora). Me cuesta mucho creer que el país llegó adonde llegó. Cómo lo han destruido por una testarudez ideológica. Una persona que tenga sentimientos de patriotismo y de amor por su país no puede actuar de esa manera, de la manera en la que está actuando (por Nicolás Maduro), pareciera que no le duele el sufrimiento del pueblo.
-¿Cuál es la salida?
-Ojalá me equivoque, pero no será pacífica. Se está al borde de una guerra civil. Maduro, al que no denominaré con el cargo que ostenta porque no lo considero como tal, manifestó que no dejará el poder y dijo que no lo sacarán ni con balas ni con votos. Ese proceder es de un tirano.
-¿Los movimientos de la oposición, pueden ser una salida?
-Al ingeniero Juan Guaidó le ha tocado vivir un reto histórico. Lo admiro por la capacidad de asumirlo.
-¿Cómo ve que haya argentinos que respaldan al chavismo?
-No es un secreto la relación que tuvo Hugo Chávez con los Kirchner. Evidentemente por eso pueden justificar lo que Maduro está haciendo. Si lo ven desde el punto de vista objetivo, es un genocidio. Se cometieron crímenes de lesa humanidad.
-¿Con qué sueña?
-Con que nuestro país logre salir de esta situación y la salida no es otra que Maduro salga del poder. El régimen destruyó totalmente el país. La corrupción en Venezuela se desbordó. Nunca antes había visto el país tan dividido como el nuestro.