CARACAS.- Ayer, cerca de La Casona, una de las residencias históricas de los presidentes venezolanos, un manifestante antichavista le entregó a un policía un pedido de apoyo, pero este quemó el documento y dejó que las cenizas cayeran al suelo, mientras a su lado un segundo oficial advirtía que “las Fuerzas Armadas no serán chantajeadas ni compradas”. Benito Rodríguez, que se había unido a un grupo de 150 personas que pedían la salida de Nicolás Maduro, se enfureció al ver cómo el uniformado quemaba la proclama. “Es una humillación”, se quejó.
Esta escena ilustra la batalla cuesta arriba que enfrentan ahora los seguidores del presidente encargado, Juan Guaidó, quien no ha logrado persuadir a las fuerzas de seguridad del país para que se unan a los esfuerzos para expulsar a Maduro.
El papel de los militares
Maduro trata de evidenciar que mantiene el apoyo de la plana mayor del Ejército. Ayer apareció en la televisión: con un casco de camuflaje en la cabeza, intercambiaba golpes de puño con los miembros de las fuerzas de seguridad durante una visita a una base militar. Después observó a las tropas participar en un ejercicio de tiro y le exigió “lealtad para siempre” a una multitud de cadetes con uniformes verdes.
Entretanto, Guaidó llamó a sus partidarios a que fueran a las guarniciones militares para persuadir a los soldados de volverse contra Maduro. “El objetivo es transmitir nuestro mensaje sin caer en confrontación o provocación”, escribió en Twitter.
Un trabajo frustrante
Mientras los antichavistas que se manifestaron cerca de La Casona unían sus brazos y avanzaban hacia los policías, una de las líderes de la protesta, María Suárez, instaba a la calma. “Por favor, mucha disciplina”, pidió Suárez, pero otras personas rompieron la línea y pasaron a entregar las apelaciones a los militares. Los llamamientos arguyen que el papel del Ejército para ayudar a Venezuela a salir de la crisis es vital y llevan el membrete presidencial con la firma de Guaidó.
“Los policías piensan que es una broma y no nos toman en serio. No están escuchando”, protestó la manifestante Andrea Palma después de que la policía quemara el papel con un encendedor.
Las divisiones entre los manifestantes fueron evidentes cuando algunos jóvenes de barrios pobres se mofaron de un orador que insistió en que la reunión debía ser pacífica. “Esto ya se ha vuelto frustrante”, lamentó María José Molina, otra de las mujeres congregadas en la protesta.
Cumbre Pompeo-Lavrov
El secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo, y el canciller ruso, Serguéi Lavrov, se encontrarán mañana en Rovaniemi, Finlandia, para buscar un acuerdo sobre la crisis política venezolana. La reunión ocurrirá tres días después de la charla telefónica entre Donald Trump y Vladimir Putin.
El viceministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, confirmó que el tema principal que tratarán Pompeo y Lavrov será el conflicto entre Maduro y por la presidencia de Venezuela. El encuentro ocurrirá en el marco del Consejo del Ártico, un foro intergubernamental que discute la protección del medio ambiente y el desarrollo sostenible de los territorios árticos.
En cualquier caso, la resolución de la disputa parece lejana, ya que tanto Moscú como Washington han invertido mucho en Venezuela. En enero, cuando la Asamblea Nacional proclamó a Guaidó como presidente encargado, Estados Unidos la acompañó con una serie de sanciones económicas al chavismo y el reconocimiento de la decisión del parlamento venezolano. Desde entonces, Guaidó ha conseguido el apoyo de más de 50 países, incluidas las potencias americanas, con excepción de México, y la Unión Europea.
Rusia, por su parte, mantiene una alianza política, militar y económica con el país caribeño desde hace más de una década, cuando Hugo Chávez lo gobernaba. Venezuela le debe al Estado ruso más de U$S 6.000 millones en préstamos. Según Alexander Gabuev, del Centro Carnegie de Moscú, el acreedor de la mitad de ese monto es la petrolera estatal Rosneft. (Associated Press)