Por Indio Salari

Éramos un grupo de ilusos, en tanto nuestra pretensión era mantener fuerte el deseo de producir un cambio significativo. La alternativa que perseguíamos era la de infectar la cultura a través del arte. Puede que suene ingenuo desde hoy, pero yo creo que Séneca no estaba del todo descaminado cuando decía: No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos a acometerlas. Al revés: es porque no nos atrevemos que se vuelven difíciles. El tema era que, si vos ibas a intentar cambiarlo todo desde una onda más heroica, se daban cuenta al toque. Pero si te dedicabas a tocar la guitarrita… Claro: más adelante se avivaron.

El de los Redondos fue un fenómeno distinto que, precisamente por eso, fastidió a muchos. Era un puto negocio del corazón, hecho entre amigos, que pasaba por sostener una vida digna y elegante. Parecerá idealista, pero yo lo veo de una practicidad absoluta. La única manera de que la vida te dé ganas de vivirla es respetarte a vos mismo y a la gente que querés. Que te guste a vos mismo lo que sos. Eso es elemental.

Me acuerdo que decían que éramos utópicos. ¿Y no es utópica la discusión política, desde la Grecia clásica hasta ahora? ¿Avanzamos tanto, desde entonces? Si los que tienen no se ponen de acuerdo nunca con los que no tienen. La idea de resolver políticamente intereses tan contrapuestos también pasa por la utopía, porque el sistema está diseñado por los que más tienen. Te enterás de cuáles son las leyes cuando te hacen juicio, pero ellos las tienen clarísimas porque, claro, las vienen escribiendo desde siempre a su gusto y conveniencia.

* Fragmento.