Antes de convertirse en lema, la frase “cada minuto cuenta” fue ganándose la conciencia del personal de salud, que puede sostenerlo con números: durante un ataque cerebro vascular (ACV) muere 1,9 millón de neuronas por minuto.
“Por eso proponemos otra forma de leer la sigla ACV, y es una invitación a la comunidad: “Actúa Con Velocidad’, resaltó Eloy Mansilla Lucero, jefe de la Unidad TeleACV del Ministerio de Salud chileno, durante un seminario de formación para periodistas organizado en Santiago de Chile por la iniciativa Angels. El objetivo del encuentro fue crear conciencia sobre la gravedad de los ataques cerebro vasculares, y -al mismo tiempo- las enormes posibilidades de recuperación que abre un sistema de atención adecuada.
Sin embargo, resaltó Mansilla Lucero, en términos globales, cada 30 minutos muere o queda permanentemente discapacitada una persona que sufrió un ACV y fue atendido con demora. Y en la Argentina se producen unas 18 mil muertes anuales, a pesar de que casi el 90% del riesgo de ACV está dado por factores tratables.
De qué hablamos
ACV es lo que sufre el cerebro cuando alguno de los vasos que lo irrigan colapsa. “Puede ser de dos tipos, isquémico (el 80% de los casos) o hemorrágico”, resaltó Mansilla Lucero. El primero ocurre cuando un vaso queda bloqueado por un coágulo. El hemorrágico, cuando un vaso que irriga el cerebro se debilita y se rompe, lo que provoca que la sangre se escape dentro del cráneo. Pero sea cual sea el tipo de ACV, la urgencia en la reacción es la clave para la supervivencia y para la calidad de vida posterior.
“Por eso es clave que la comunidad conozca los signos de alarma y que se entienda que el ACV es una emergencia médica; los familiares del paciente son la primera unidad neurocrítica, porque son fundamentales para poner a funcionar el sistema”, destacó Adolfo Savia, jefe del servicio de Urgencias del sanatorio Anchorena, de Buenos Aires, durante el encuentro.
Y sin embargo, la gente sigue reaccionando tarde: según datos de una encuesta realizada entre 2014 y 2016 por el instituto Fleni, de Buenos Aires el 95% de los argentinos sabe qué es un ACV, pero que sólo uno de cada tres lo considera potencialmente mortal. Y uno de cada cuatro no considera los síntomas una señal de urgencia.
“Todavía mucha gente, médicos incluidos, no entiende que la demora en llegar a la emergencia puede ser mortal”, señaló el coordinador general del Programa Provincial de Ataque Cerebro Vascular, Julio Fernández, que participó del área médica del encuentro de Angels en Chile.
“Todo empieza en casa; el servicio prehospitalario es clave para poner en marcha el sistema”, destacó Savia y resaltó la palabra “sistema”: “para salvar las vida de los pacientes no bastan los esfuerzos individuales, por buenos que sean. Inútil es -por ejemplo- tener profesionales excelentes si el ascensor del hospital no llega a la sala de tomografía. Los tiempos muertos se llevan neuronas”.
Por eso, los pasos claves, después del llamado telefónico y antes del hospital, son tres:
• Las medidas iniciales, que se toman en la ambulancia mientras se traslada el paciente.
• La elección del hospital correcto, que no siempre es el más cercano.
• La comunicación con el hospital para que allí esté todo preparado
El “todo preparado” no se improvisa hacen falta protocolos estandarizados, instrucciones precisas y memorizadas, check lists y mucho entrenamiento.
“Hay que estar seguros de que la camilla entra en los ascensores; de que no habrá demoras para la admisión (una solución puede ser dar por teléfono los datos del pacientes y sus antecedentes médicos a la institución), de que el tomógrafo estará disponible...”, enumera con ejemplo Savia.
Cómo tratar el ACV
Para tratar un ACV hay dos técnicas que entran dentro de la categoría de mínimamente invasivas, porque no hace falta abrir el cráneo. Una es la trombólisis, que se hace con medicación endovenosa, y en ciertos casos ya se puede hacer de camino al hospital; la otra se llama trombectomía mecánica y se usa cuando el coágulo obtura una arteria de alto caudal. “Por una arteria de la pierna se introduce un catéter y se lo lleva hasta el cerebro, donde por medio de un stent (malla extensible que se utiliza para abrir vasos obstruidos) se lo abraza y se lo extrae”, explicó Fernández.
Todo esto es posible porque el sistema estuvo bien organizado. Y la buena noticia es que el de Tucumán funciona así: “el programa tucumano de ACV es bárbaro; es un ejemplo para la salud pública”, aseguró Savia cuando supo que LA GACETA participaba del encuentro.