El suicidio de Alan García para evitar ser arrestado por supuesta corrupción abre el interrogante en Perú y en América latina sobre las “detenciones preliminares”, aplicadas preventivamente sin esperar el fallo judicial definitivo.
García, uno de los discípulos más cercanos del fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), Víctor Raúl Haya de la Torre, puso fin a su vida esta semana cuando era investigado por recibir supuestos sobornos de la constructora brasileña Odebrecht.
Mientras García era velado, y las crónicas recordaban sus 40 años de vida política, un tribunal ordenaba la detención preventiva por tres años del ex presidente Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), también investigado por haber favorecido posiblemente a Odebrecht antes de llegar a la Presidencia de Perú.
García siempre se declaró inocente. Por el contrario, el ex mandatario se autodefinía como un “perseguido político”. Sin embargo, el gobierno del presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, le negó un pedido de asilo. Cuando asumió su primera presidencia (1985-1990) tenía solo 36 años y una oratoria formidable que le granjeaba admiradores a su paso.
Su gobierno, de centroizquierda, tenía una posición contraria al pago de la deuda externa. Sin embargo, cuando abandonó el gobierno dejó a Perú hundido en una profunda crisis económica y social, con una hiperinflación del 7.000%.
En Argentina era muy querido en aquellos años, sobre todo por los simpatizantes del Partido Justicialista y la Confederación General del Trabajo (CGT). “Patria querida, dame un presidente como Alan García”, decían en 1985 algunos afiches pegados en las calles de Buenos Aires. Era un elogio al ex presidente peruano por su negativa a pagarle la deuda al Fondo Monetario Internacional (FMI).
De todos modos, durante su segundo mandato (2006-2011) se inclinó más a la centroderecha y logró un notorio crecimiento del país. Aun así, en las elecciones de 2016, cuando buscó un tercer periodo de gobierno, obtuvo solo el 5,83% de los votos.
Antes de poner fin a su vida, García estaba siendo investigado por presuntos sobornos en la construcción del metro de Lima.
Alejandro Simonoff, doctor en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), consideró que “obviamente hay dos épocas” en la vida de García. “Una es esa de ‘Patria querida’, y la otra es cuando vuelve a la presidencia y tiene un giro más neoliberal”, afirmó Simonoff. “Al principio él se oponía a todo eso, pero luego terminó aplicando esas recetas. En la década de 1980 estaba más a la izquierda de lo que sería la socialdemocracia latinoamericana. Por eso era reivindicado por múltiples sectores en la Argentina, entre ellos la CGT y grupos de izquierda, el Partido Intransigente. Pero luego, cuando regresa a la presidencia, se parece más a (el gobierno neoliberal de Carlos) Menem”, agregó. En aquellos días este hombre alto y educado, de una oratoria formidable, fue muy bien recibido por aquellos que se oponían a la decisión del entonces presidente Raúl Alfonsín de firmar un acuerdo con el FMI.
Sin embargo, el fallecido jefe de Estado argentino logró refinanciar unos 45.000 millones de dólares que la Argentina debía en esos años a sus acreedores internacionales. Con los años, no obstante, esa postura combativa de “Caballo loco” -así le decían a García en Perú-, se iría desdibujando también con la aparición de otros líderes continentales, entre ellos el venezolano Hugo Chávez. Hay algunos hechos que definen su personalidad: no quiso entregarle la banda presidencial a Ollanta Humala (2011-2016). Tenía entre cuatro y cinco armas en su casa que le fueron regaladas por el Comando de las Fuerzas Armadas.
Un informe de la Embajada de Estados Unidos en Lima, elaborado en 2006, señala que “un aspecto” de la personalidad del ex mandatario sobre el cual existía un consenso “casi universal”. “García tiene un ego colosal que le puede cegar ante los méritos o las buenas ideas y alternativas que vengan de otro que no sea él”, afirmaban los documentos filtrados por el sitio Wikileaks. Algunas encuestas, citadas recientemente por la prensa, señalan que se había convertido en el político más impopular de Perú, con un 80% de rechazo. Ahora, sin embargo, no habrá manera de saber si García era culpable o era inocente. (Télam)