El Rulo que se encuentra sobre la ruta 338, uno de los símbolos del camino que conduce al cerro San Javier, tiene grietas. No es que en unos días vaya a caerse, pero ingenieros y arquitectos creen que debería convocarse a expertos en restauración para que vigilen esos achaques antes de que -entonces sí- sea tarde. Las fisuras alcanzan los 10 centímetros de espesor, en algunos casos. Además, se observa un desplazamiento de la bóveda, lo cual provoca más preocupación todavía.
De lejos, El Rulo, casi todo en piedra y hormigón armado, parece indestructible. Pero desde cerca se perciben los daños; incluso, en algunas hendiduras han crecido hierbas. Puede que esas heridas hayan sido provocadas por los movimientos de tierra, pues el suelo de las sierras es inestable.
El alerta por el estado de salud del viejo ícono de esa trocha, construido entre 1937 y 1940, se reavivó hace unas semanas, luego de que muriera un motociclista que cayó desde el puente. Aunque en estos cerca de 80 años de existencia en varias ocasiones se pensó en El Rulo (y no sólo desde la perspectiva de la seguridad vial), no ha habido intervenciones radicales.
Pero esta vez, en palabras del arquitecto Raúl Torres Zuccardi -84 años, especialista en planeamiento y ex docente de la Universidad Nacional de Tucumán-, las rajaduras y el movimiento parecieran ser delicados. “En una foto se observa cómo la bóveda de hormigón se apoya en una línea de pilares de piedras. Pero esa línea está desplazada con respecto al muro que la sostiene. Esa situación no es buena. El arco debería empatar, de manera perfecta, con la vertical del muro de contención”, afirma Torres Zuccardi, sentado ante una computadora de su casa, en la que ha vigilado los documentos fotográficos tomados por este diario.
- ¿Eso es preocupante?
- Sí, hay que preocuparse. El Rulo es una bóveda de hormigón de cañón corrido. Desde el punto de vista de su planteamiento, ha sido bien concebido. El problema es que ese arco se apoya en unos estribos de piedra. Y estos estribos, a su vez, se han fisurado.
- ¿Porqué ha ocurrido esto?
- Se ha movido la ladera, lo cual es habitual. Lo más probable es que los movimientos de las sierras de San Javier hayan causado estos daños. Yo descartaría cualquier falla constructiva: de haber existido, se hubiera manifestado hace mucho tiempo.
- Entonces, ¿qué hay que hacer?
- Pienso que El Rulo no corre riesgo de desplomarse. Pero tampoco podemos permitir que los daños sigan su curso. Deben ser monitorizados para evitar cualquier desastre. Y para evitar, también, la destrucción de esta obra de argucia ingenieril. Los casos de vías férreas que pasan sobre sí mismas son excepcionales en el mundo.
Fue en 1936, durante la gestión del gobernador Miguel Campero, cuando se expropiaron 2.000 hectáreas del cerro San Javier para la construcción del camino. El 19 de agosto de 1937 se abrió la licitación. Y un año después, se inauguró el primer tramo asfaltado hasta la Primera Confitería (hoy abandonada). Debido a que la construcción se había iniciado simultáneamente desde abajo y desde arriba del cerro, al llegar al punto donde está El Rulo se produjo una diferencia en el empalme. Por esa razón se injertó El Rulo.
El ingeniero Rafael Blanca -experto en estructuras- vierte una opinión consonante con la de Torres Zuccardi, pues considera que estas patologías pueden haberse producido por los acomodamientos del terreno. Y también él hace hincapié en la vigilancia. “Es probable que algunas de las fallas ameriten una reparación al menos preventiva, mientras se monitorea el comportamiento de la obra en su conjunto”, conjetura. Otro ingeniero -José Ascárate, experto en diseño vial y subsecretario de Infraestructura del Plan Belgrano- se lleva las manos a la cabeza y afirma: “no había visto fotos recientes. El desplazamiento es grande. Por lo pronto, habría que colocar marcas testigos, para chequear esos movimientos luego de los períodos de lluvias”.
Quien sí dice haber estado al tanto de la necesidad de una rehabilitación es Gonzalo Vildoza, el delegado comunal de San Javier. Según él, mañana se reunirá con funcionarios de la Dirección Provincial de Vialidad (DPV), de quienes espera una respuesta. “Nosotros hemos visto la estructura desplazada. Se ha corrido hasta 20 centímetros. Y por ahí pasan colectivos cargados”, advierte. En 2015, se publicaron en estas páginas las primeras fotografías del agrietamiento, sucedidas según una crónica de ese momento, después de un temblor. En las imágenes ya se observa el desplazamiento del arco superior.
Ricardo Abad, director de la DPV, admite que se trata de una situación que amerita vigilancia. “En la década del 90 se cambió la bóveda completa. Tenemos que evaluar qué es lo que conviene hacer. Hay varias propuestas”, dice. Entonces se le consulta si hay plata: “plata nunca hay. Pero tendrá que aparecer si la cosa es crítica. No sabemos si tirará un verano más u otros 10 años. Pero algo hay que hacer”.