Según Luis Tonelli (Buenos Aires, 1962), a pesar de la dura realidad del aumento de la pobreza, Mauricio Macri encontró una senda de estabilidad que hacia adelante puede normalizar el país. Es una mirada optimista a largo plazo la que ofreció Tonelli, profesor de Política Comparada de la Universidad Nacional de Buenos Aires, durante una entrevista telefónica con LA GACETA. Tonelli advierte que la compleja situación actual contiene un atenuante: no está llevando, como sucedió en 1989 y en 2001, a una crisis total. El Gobierno nacional evitó el ajuste mientras el contexto ayudó, pero finalmente no pudo evitar la recesión, explicó.


- ¿Había algún camino que no llevara a la crisis económica?

- Era difícil conseguir que la economía funcionara demasiado porque entonces habría empezado a pedir los dólares que no teníamos. Uno puede contestar: “bueno, hacíamos arrancar la economía y exportábamos”. Sí, claro, pero en realidad la economía habría arrancado si hubiéramos exportado antes. Entonces el Gobierno al principio intentó sincerar esto. Para eso tenía varias opciones: o aumentaba la cantidad de exportaciones, o tomaba deuda, o esperaba inversiones, o paraba la economía. El Gobierno intentó con las inversiones y no vinieron, intentó con la deuda y se la gastó. Y ahora está en stop, parado. Pero dentro de toda esta malaria, ¿qué es lo bueno? Lo bueno es que este stop no es un crash; o sea, no es un cataclismo como los del 89 o el 2001. Las crisis del 89 y del 2001 no generaron 3% o 4% de pobreza, generaron de 10% a 15%. Y esa pobreza quedó instalada, nunca más la gente se recuperó. Ahora realmente el Gobierno encontró un andarivel de un stop con un ajuste horroroso, pero que sin embargo no lleva a un cataclismo y puede sentar las bases de una cultura de la normalidad. Lo digo con todos los condicionantes y para ver el vaso un poco medio lleno, ¿no?

- ¿Cree que el Gobierno ha sido un buen piloto de tormenta?

- La verdad es que yo no tengo el eficientómetro. Los otros gobiernos no peronistas sufrieron un crash, pero las circunstancias eran diferentes. Hay muchas cosas que se conjugan aquí. En primer lugar, la ayuda económica de afuera ha sido extraordinaria. Sin esa ayuda, no había otra que un crash. Era la erupción del Vesubio, nos iban a encontrar cuatro siglos adelante todos hechos piedra (risas). Entonces, con semejante nivel de dinero que entró, el Gobierno pudo caminar. En segundo lugar, el Gobierno ha manejado muy bien el conflicto social. Uno decía: estas personas parecen muy buenas para la economía, pero van a ser pésimas para la política. Pero han sido muy buenas para manejar el conflicto social. Y creo que ahí un punto importante es que el kirchnerismo lo dejó organizado. El conflicto social tiene dirigentes, jerarquías y militantes. El Gobierno tiene el teléfono de los dirigentes, los puede llamar para decirles: “bueno, a ver, negociemos”. Por eso (Carolina) Stanley y (María Eugenia) Vidal lograron manejar ese conflicto.

- ¿El Gobierno faltó a la promesa de unir a los argentinos o la polarización lo superó?

- La precondición para unir a los argentinos y disminuir la polarización era superar los problemas económicos. Si hay crisis socioeconómica, es muy difícil superar el conflicto. Por eso diría que la grieta tiene causas estructurales más que ideológicas, porque es difícil categorizar a este Gobierno de neoliberal cuando evitó el ajuste todo el tiempo que pudo. Al final se le fue de las manos porque ya era impostergable. Además, mirando la política de derechos humanos y civiles, a este Gobierno de ninguna manera se lo puede catalogar de derecha.

- Pero ha recibido muchas críticas desde las organizaciones de derechos humanos...

- El tema del discurso de seguridad sigue a las encuestas más que a la ideología. Porque si la gente pidiera que a los delincuentes los mandaran a Harvard, el Gobierno los mandaría (risas). Pero parece que las encuestas dicen que hay que poner una mano más dura. Y me parece que también está el reflejo de (Jair) Bolsonaro, que es un payaso trágico. Obviamente no es broma que los delincuentes nos maten, pero tampoco es broma hacer un baño de sangre. La verdad es que, al que vivió la dictadura, Bolsonaro le da escalofríos. Pero creo que la idea del Gobierno sólo es presentarse como una opción un poco más dura. Porque del otro lado también tienen una posición extrema. Decir que las Taser atentan contra los derechos humanos… Más atenta contra los derechos humanos la pistola nueve milímetros. Si yo fuera delincuente, entre que un policía pueda electrocutarme o matarme, diría: “no me metás plomo”.

- ¿Patricia Bullrich puede ser candidata a vicepresidenta?

- El tema del vicepresidente es muy complicado porque en principio no es nada, pero también te puede destruir el Gobierno. Recordemos lo que pasó con (Carlos) “Chacho” Álvarez. La verdad es que Gabriela Michetti, desde el punto de vista de la confianza, de la lealtad, ha sido una vicepresidenta ideal. Aparte, es una persona neutra políticamente. En cambio, Patricia Bullrich puede ser una persona con más energía, pero no es una figura salida del PRO. Y también hay otro tema: ella es una de las figuras centrales del Gabinete. Es muy eficiente. En un Gobierno que sólo entra al agua si está tibia, ella ataca a mordiscones a los tiburones. Es una figura importante, pero habrá que esperar a ver qué sale del laboratorio de (Jaime) Durán Barba y él verá quién es el mejor candidato.

- Hoy la única alternativa a Macri y Cristina es el peronismo no kirchnerista, que tiene un montón de ex kirchneristas…

-Yo creo que en realidad esa gente no tiene a nadie. Tienen un problema ahí, están huérfanos. Yo no sé si a (Roberto) Lavagna lo buscaron o él mismo se metió. Cuando uno se pone medias con sandalias, por algo se las pone, ¿no? Es una forma de aparecer. Ahora, el problema es que no hay una relación directa entre los votantes que están en el medio y los candidatos del peronismo. Primero, porque por más que uno se ponga en el medio, la polarización es un suplicio. El votante medio dice: “voy a votar en contra del Gobierno, ya me cansó”. Pero si vota en contra del Gobierno, gana Cristina. Es un boomerang. Ahora el voto castigo es autocastigarse. Por eso ahí tenés un problema. Además, ese centro no es un centro neutral, es un centro peronista ligado a lo anterior y que puede tener como candidato a un septuagenario. ¿Cómo le disputás con eso a las caminas celestes de Marcos Peña? El votante medio quiere cambiar, pero resulta que le piden retroceder 15 años para cambiar. No hay una relación directa entre el votante medio y el peronismo. Por eso en las últimas elecciones legislativas a la ancha avenida del centro Macri le metió un metrobús. (Por Hernán Miranda)


Entre la ciencia política y el radicalismo
“Para la ucr fue un negocio entrar en cambiemos”
Durante la entrevista Tonelli se tomó un tiempo para analizar la situación del radicalismo, partido a cuyas filas pertenece. “Me parece que en la Convención de Gualeguaychú se pensó en buscar una solución para terminar con el populismo, pero no se tuvo en cuenta cómo llevar adelante un eventual Gobierno. La coalición se formó porque muchos dirigentes, con Ernesto Sanz a la cabeza, volvieron a ser los chicos de la Coordinadora de los 80 (el grupo interno de la Unión Cívica Radical que jugó un papel determinante en la elección de Raúl Alfonsín y fue una de las patas de su gestión). Arriaron gente, impusieron voluntades. Eso extinguió fuerzas. Es verdad que después Macri no le otorgó a Sanz un rol importante en el Gobierno y que el radicalismo se limitó a cumplir su rol en el Congreso. Pero para la UCR fue un negocio entrar en Cambiemos. Si no, estábamos condenados a ser oposición”.