Por Karina Ocampo.-
- Desde hace tiempo diversas organizaciones de salud se reúnen para avanzar en un proyecto de ley para prevenir el sobrepeso y la obesidad. ¿Se logró algún avance?
- Se habla de la obesidad y pareciera que ese es el problema. Pero no es una enfermedad, es un factor de riesgo para un montón de enfermedades, generada no por una abundancia de buenos alimentos sino por comida chatarra o que no alimenta y te rellena, y que fuerza los cuerpos desde los primeros años de vida, que es cuando deberíamos protegerlos más. Confiamos en que lo que aparece para niños está probado, esta sustitución masiva de la alimentación genera obesidad como lo más visible pero pareciera que los niños que no la tienen no tienen problemas. Toda la sociedad está siendo mal alimentada y algunos cuerpos lo expresan de una manera más evidente. Las legislaciones que se emprenden en nuestra región muchas veces terminan siendo un poco incompletas. Alertan sobre nutrientes excesivos, grasa, azúcar, sal, y hace que las personas no vayan al supermercado como zombies. Los productos que están marcados con esos sellos negros no pueden ser publicitados a niños, no pueden venderse a escuelas y entornos escolares y los más perjudiciales son gravados con impuestos extra para desalentar su consumo. Creo que hay que ir hacia ese camino.
- Pero solo como primer paso.
-Claro, si no alentás después a mostrarle a la persona cuál es la comida de verdad, pasa como en Chile, que lo cuento en el libro, hay una sobreoferta de productos alternativos de la industria que están hechos con más aditivos que los demás, pero light, y terminás haciendo una dieta de ultraprocesados adecuada a la legislación, cuando lo que hay que hacer es desalentar a las personas al consumo de ultraprocesados. Vos tenés que tener una comunicación muy clara en cuanto a qué es alimento y qué se puede comer tal vez ocasionalmente, pero no hay un país que esté trabajando de ese modo. El más cercano, por información y estudios, es Brasil. Pero con el neofascismo del nuevo gobierno es probable que se corte mucho de lo que se ganó.
- Es una mirada idealista. No van a desaparecer las empresas de ultraprocesados.
- No es idealismo, es realidad. Las personas necesitan ser alimentadas por personas y con ingredientes de la naturaleza, trabajados a partir de la agricultura, mejorados con la cultura aplicada a la tierra, y lo que viene sucediendo desde hace más de 10.000 años, y no por las empresas que aparecieron hace 100. Tuvieron la idea de aggiornar la comida y fracasó, como fracasó la sustitución masiva de leche entera por leche de fórmula. Lo que las personas necesitamos en nuestro cuerpo no es cultura, es biología. Necesitamos satisfacer nuestras necesidades biológicas, si las pretendemos alimentar por la cultura de sustitutos, de ideas más que de realidad, ahí está la evidencia. Es un desastre para los cuerpos y los territorios.
Negocios versus salud
- ¿Qué sucedió con el proyecto de ley de etiquetado frontal en nuestro país?
- La Secretaría de Salud mostró su posición, quiere replicar la ley chilena y muestra datos científicos contundentes. Lo que pasa es que está obligada a trabajar bajo el ala de agroindustria, que está pulseando para que salga una medida de protección para los negocios. Lo que estamos viendo es la representación exacta de lo que significa un conflicto de interés. Si el interés es vender más y el interés de la salud es que se consuma menos, es muy difícil que convivan esas dos cosas. En otras situaciones donde se vivió lo mismo, por ejemplo con el tabaco, se terminó dándole un voto a la salud de las personas a pesar de que se perdieran negocios. Si la idea es que te den de comer cada vez más las corporaciones, estamos viviendo un reflujo de lo contrario al cuidado del ser humano. Es un cuidado del mercado en el que perdemos todos.
- Entonces, tenemos un norte de lo que hizo Brasil pero están faltando campañas de salud.
- Nos están faltando campañas de todo tipo, límites a las industrias, acceso a los productores agroecológicos, que tengan su lugar, una diferenciación impositiva, sus espacios de venta. Carlos Monteiro, para mí es el faro al que hay que mirar, porque es un académico increíble. Él me decía: “pensar en educar a las personas alimentariamente es bastante reaccionario”, las personas tienen sus culturas, sus tradiciones, tienen una historia en qué apoyarse, solo que hoy está tapada de conflictos de interés. Si los destapás, eso llega solo. Los niños saben alimentarse bien si le das comida buena. A mí me impresiona con mi hija, le ponés los alimentos adecuados y ella elige. No necesita ningún truco para que la comida le guste.
Come de todo, frutas, verduras, semillas; trato de darle lo mismo que como yo, en estado natural. No lácteos, toma teta, la comida del primer año de vida. Te da una responsabilidad enorme. Es como si al sentido de la vista le pusieras una luz encandilante hasta que le queme la retina; eso mismo hacen con la comida, les destruyen los sentidos. Los chicos no hacen elecciones libres, el libro prueba que están siendo tomados por una industria perversa y que esa confusión sensorial, esa dinámica de meterse hasta en sus emociones cuando contratan a sus personajes predilectos para una publicidad, hace que ellos no puedan elegir. Benjamín tiene 16 años, él sabe que en casa no elige él sino yo, y elijo no comprar esas cosas. Hay que preservarles eso, por lo menos mientras esté dentro de mi órbita, después veremos lo que hace el mundo.
- ¿En qué te modificó el proceso de investigación?
- Desde lo íntimo, en un momento de producción del libro, decidí no comprar más nada en el supermercado. Compraba un montón de cosas que no necesitaba, sobre todo en relación a la comida de Benjamín, mi hijo mayor. Siempre procuré darle lo mejor posible dentro de lo que yo creía, elegía las variantes que había en la góndola. Comprobar que son de una arbitrariedad absoluta es muy revelador. Ahora solo voy a hacer investigaciones. Todo el mundo te dice que gastás más plata comiendo sano, y no es cierto. Empecé a cocinar mucho más y a comer más simple. Creemos que la comida es algo muy complejo porque dejamos que nos educaran las marcas según sus ideas de comensalidad. Anoche me hice un pedazo de zapallo al vapor, le puse porotos que tenía en el freezer, refritos con ajo, un poco de trigo encima, y un huevo frito. Comí riquísimo, en cinco minutos lo hice con mi hija colgada en la cadera. Comés mucho mejor, sabiendo que tu casa puede ser un lugar libre de lo que no te hace bien.
Cuestionamientos
- Entrevisté a una cocinera que no promovía lo agroecológico porque había gente que no podría comprarlo.
- No creo, la producción agroecológica hay que difundirla y promoverla porque es justa en todo sentido, humanamente, territorialmente. Es comida mejor y muchas veces encuentra el prejuicio de que es más cara porque las personas no le dan la oportunidad. La verdulería de la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) es más barata que la de un chino y es mejor. Como periodista, mi responsabilidad es mostrar las mejores fuentes posibles de alimentación, creo que un cocinero tiene que mostrar las mejores fuentes de ingredientes, y si hay problemas con agroquímicos hay que decirlo, porque es una manera de preservar los recursos.
- Tuviste repercusión positiva pero también te desacreditaron por este libro.
- Salió un ataque “medio troll”, bastante dirigido, un fin de semana. Leyeron en título de manera literal, como leche mala, y salieron a hacer un comunicado a favor de la leche. En el libro hablo de la leche pero como un emblema de los problemas que tenemos en la alimentación. Nadie salió a confrontar el libro, están debatiendo un título. Yo digo que los lácteos pueden ser en algunas culturas un alimento más, que hay que ver el origen de esos productos. Hay universidades, sociedades científicas que tienen miedo a abrir el debate, porque básicamente tienen comprado el silencio alrededor de eso.
- Fue jugado en su momento que una editorial publique contenidos como el de Malcomidos. No esperaban la repercusión.
- Al libro lo revisan abogados, las lecturas no vinieron con ningún cambio, creo que hoy a nivel periodístico las editoriales siguen siendo el lugar de mayor libertad porque no dependen de anunciantes, dependen de satisfacer a sus lectores y de garantizar que sus autores puedan trabajar con comodidad. Este libro está teniendo lindas lecturas, algunas medio inesperadas, gente que me dice que compartió la información con sus hijos y que eso les cambió un montón. Tengo ganas de armar algo con chicos pero en este momento mi prioridad es descansar. Fue un esfuerzo enorme y estoy muy feliz de haberlo hecho.
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