La enigmática causa de la repentina muerte de Alejandro Magno hace 2.300 años, en su cénit como gobernante de uno de los mayores imperios de la historia, ha recibido una nueva explicación clínica.
Katherine Hall, profesora de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda, ha reunido pruebas de que el caudillo macedonio no murió envenenado o por alcoholismo sino que perdió la vida como resultado del trastorno neurológico del Síndrome de Guillain-Barré (SGB).
En un artículo publicado en The Ancient History Bulletin, Hall dice que ninguna teoría anterior dio una explicación plausible y factible para un hecho registrado por una fuente: el cuerpo de Alejandro no mostró signos de descomposición durante los seis días posteriores a su muerte. Los antiguos griegos pensaron que esto probaba que su rey era un dios. “Este artículo es el primero en proporcionar una respuesta del mundo real”, afirma Hall.
Junto con la demora reportada en la descomposición, se dijo que Alejandro, de 32 años, había desarrollado fiebre; dolor abdominal; una parálisis progresiva, simétrica, ascendente; y permaneció en su sano juicio hasta poco antes de su muerte.
Hall cree que Alejandro contrajo una variante de neuropatía axonal motora aguda de GBS que produjo parálisis pero sin confusión ni inconsciencia. Que su fallecimiento se complicó aún más por las dificultades para diagnosticar la muerte en tiempos antiguos, que dependían de la presencia de la respiración en lugar del pulso, dice. Y que murió seis días después de que se lo dio por fallecido y por eso se pensó que su cuerpo había tardado en descomponerse.
Es probable -sostiene la médica- que el macedonio hubiera presentado una disminución de la demanda de oxígeno, que redujo la visibilidad de su respiración y que tenía las pupilas fijas y dilatas, pero todavía esta vivo.