Es pequeño, con pelaje corto y suave, el lomo entre café claro y amarillo ocre, y la panza gris. Se llama Colilargo porque su cola mide dos veces lo que su cuerpo:  entre 6 y 8 cm, contra entre  11 y 15  de la cola. Su hábitat natural son los bosques.

“En el centro de la ciudad es muy difícil que aparezca... quizás cerca de algún lugar muy arbolado- informa el biólogo Pablo Jayat, investigador del Conicet y especialista en ratones-. Hay poco estudios, así que no sabemos qué tan grande es la población en Tucumán. Sí se sabe que momento de mayor reproducción es el invierno, y ese sería un buen dato de cara a la cantidad de roedores que pueda haber en circulación en este momento y su potencial riesgo.  

¿Contagian todos?

Como consecuencia de la expansión de las zonas urbanas, en lugares como Yerba Buena, o San Pablo, o las villas veraniegas,  no sería imposible encontrar un colilargo, pero eso no implica que esté infectado. Los especialistas destacan que sólo un bajo porcentaje de los roedores (según Wikipedia, sólo el 5%) lo está. Pero también es cierto que los colilargos no son los únicos que transmiten el virus. “Hay de especies de otros géneros de roedores que también fueron mencionados como vectores del virus, como por ejemplo Calomys y Akodon”, añade Jayat.

Precauciones

“Los roedores orinan y defecan en el lugar donde comen (y comen de todo); por eso los lugares donde puedan hallar alimento es donde más precauciones se debe tener. Establos y galpones donde se almacenan alimentos para animales, por ejemplo, son sitios especialmente aptos para el roedor -advertía a LA GACETA el veterinario Pablo Aon, que trabaja en la Reserva de Horco Molle, en 2016, cuando se reportaron los últimos casos de hantavirus en Tucumán-. También, como forma de prevención doméstica, conviene no dejar alimentos para mascotas durante la noche, que es el horario en el que andan los roedores.