Su cabeza funciona de tal manera que logra cosas como un velador que, además de iluminarte desde la mesa de luz, te cuida. Tiene 37 años, es ingeniero industrial y -según informa la agencia de noticias Télam- acaba de ser elegido entre los “Diez Jóvenes Sobresalientes 2018” de Argentina. el reconocimiento se lo dio una de las mayores organizaciones juveniles del mundo, la Cámara Junior Internacional, una comunidad internacional de ciudadanos de entre 18 y 40 que se propone crear un cambio positivo, generando una acción colectiva para mejorar ellos mismos y el mundo que les rodea

Nuestro ingeniero se llama Luis Maenza; es bonaerense  e integra la Delegación Bahía Blanca de la Asociación de Inventores, además de ser docente de la Universidad Nacional del Sur (UNS). El velador es capaz de salvar vidas porque detecta monóxido de carbono, pero es sólo una de sus ocho invenciones. Y no tiene patentes, porque lo que lo apasiona es el acto creativo. “La función del inventor termina cuando se logra el producto. Llegado este punto, para mí es mucho más interesante cederlo, porque tengo una ocupación que me gusta mucho, la docencia”, reconoce.

Romper paradigmas

“Inventar es solucionar problemas que primero deben ser identificados como tales, porque muchas veces aceptamos que algo ‘es así’, cuando puede ser mejorado”, asegura. “Los inventores tenemos eso de estar abstraídos, pensando la solución a un problema y a veces nos obsesionamos con algo o vamos tras causas perdidas, como puede ser la creación de una ‘máquina de movimiento continuo’, algo que es imposible, según nuestras bases científicas, pero que quizás algún día se pueda lograr. Pero para eso habrá que romper el paradigma, como alguna vez lo hicieron Einstein o Galileo”, añade. Pero no es que lo logrado no le importe: “el inventor quiere que su proyecto se haga, salvando ese valle de la muerte que se produce entre el prototipo y la comercialización por la falta de capital. Un invento es igual que un hijo que uno quiere que se desarrolle y viva, y al cual no se le ven los defectos”, señala y agrega que para que el conocimiento derribe límites es fundamental “estimular la inventiva”.

Trabajo en colaboración

En eso, sostener la acción de la Asociación de Inventores, que es integrada por unas 20 personas y funciona hace 17 años, es crucial.

“Entre los que vienen por primera vez están los que tienen la idea resuelta y quieren saber cómo patentar, y los que tienen sólo una parte y necesitan completarla. A los primeros les enseñamos estrategias para proteger su invento y les aclaramos que no nos interesa saber de qué se trata, para que no haya miedo al robo”, asegura.

“Yo prefiero no registrar porque no quiero lucrar con ‘la idea’: o hago el producto e invierto el dinero de la patente en producir y me protejo haciéndolo bueno y barato; o lo hago público”, cuenta, y añade: “soy de los que piensa que el desarrollo colaborativo es algo más positivo que el exclusivo (de hecho, del proyecto ‘velador anti CO2’ participaron también Andrés Alarcia, alumno de Ingeniería Mecánica de la UNS y el técnico en electromedicina Raniero Mignucci); pero también creo que está bien competir y ganar plata con los productos”.

Niveles

La palabra invento, afirma, no distingue los diferentes niveles de desarrollos, y asegura que los suyos, más que inventos propiamente dichos, son lo que se denomina “modelo de utilidad” : “es lo que nace cuando se toman dos cosas que ya existían, y que juntas generan una nueva función. Es el caso de nuestro velador: la tecnología siempre existió pero casi nadie tiene un detector de monóxido en su casa. Lo que nos propusimos fue hacer que esa tecnología sea masiva fusionándola con un equipo que tenemos todos, para que la próxima vez que te compres una lámpara de cama, optes por una que además te cuida”.

Tiempos de emprender

Bueno, útil y barato: el velador que te salva la vida funciona también a pilas, por si se corta la luz

El monóxido de carbono es muy peligroso porque no se detecta a través de los sentidos: carece de olor y no irrita los ojos ni la nariz. El invento de Maenza y su equipo combina una lámpara de cama moderna y un monitor (disponible en el mercado, pero que la gente no suele comprar) que en caso de percibir monóxido de carbono, se enciende y se apaga, emite un sonido y prende un LED rojo. “Buscamos que además sea competitivo económicamente”, resaltó Maenza, aunque aclaró que todavía no se encuentra en el mercado. Los prototipos funcionan con pilas, con lo que aseguran protección todo el tiempo.