Dicen que una de las palabras que mejor suenan en lengua inglesa es “serendipity”. Serendipia, en español. Y así explica la doctora en Bioquímica Rosana Chehín el significado del término: “cuando uno está buscando algo y, por accidente, se descubre algo distinto de lo que se buscaba; y que resulta más importante que el objeto de la búsqueda originaria”. Serendipia fueron los rayos X o la penicilina. “Y eso es lo que nos ha pasado a nosotros”, asegura la directora del Instituto de Investigación en Medicina Molecular y Celular Aplicada (IMMCA), un espacio de investigación sobre enfermedades neurodegenerativas – Parkinson, Alzheimer, ELA- que en Tucumán hace punta en el desarrollo de patologías que ya son epidemias en un mundo con poblaciones cada vez más envejecidas.
En el Immca, un flamante edificio ubicado frente a la plaza Belgrano, confluyen investigadores, profesionales de la UNT, del Conicet y del Ministerio de Salud de la Provincia de Tucumán que trabajan a la distancia en asociación con la tucumana Rita Raisman-Vozari, del Centro de Investigación del Cerebro y la Médula Espinal de París y con investigadores de la Universidad de Sao Paolo (Brasil). Y una “pata” privada, un inversor extranjero interesado en asociarse para desarrollar métodos diagnósticos y fármacos para esas patologías ¿Qué descubrió este equipo? Por “error”, un investigador que intentaba obtener modelos experimentales de ratones con Parkinson usó por error un alimento destinado a otro lote de animales y que justamente contenía doxiciclina, un viejo antibiótico de amplio espectro. El resultado totalmente inesperado fue que los ratones no enfermaban. Esta observación dio lugar luego de cuatro años de trabajo de laboratorio a definir el mecanismo mediante el cual este viejo antibiótico de amplio espectro era capaz de proteger las neuronas.
“El objetivo que tenemos con todos los que participan en el Immca es encontrar nuevas estrategias diagnósticas y terapéuticas para mejorar la calidad de vida de pacientes que sufren enfermedades neurodegenerativas. Estudiamos las bases moleculares de esas enfermedades, por qué se producen. Y como hemos encontrado a partir del conocimiento generado estudiando a la doxiciclina, podemos diseñar químicamente derivados más eficientes. Nuestros resultados a escala laboratorio son muy alentadores, pero es necesario llegar a las pruebas clínicas. Para ello, junto a profesionales médicos de Tucumán (Hospital Padilla), Buenos Aires (Hospital Posadas), París y Sao Paolo estamos diseñando estrategias para alcanzar este ambicioso objetivo”, explica Chehín. “Porque, una vez que uno descubre una nueva molécula en un proceso de diseño de fármacos, se tienen que completar todas las pruebas de laboratorio, es decir, que funcionen en un sistema simple donde tenemos las proteínas aisladas, luego lograr que funcionen en sistemas más complejos como células que cultivamos artificialmente en el laboratorio y finalmente en animales de experimentación. Gracias a la colaboración de la doctora Raisman, en este momento tenemos en el Immca ‘gusanos transgénicos’ especialmente diseñados para estudiar la enfermedad de Parkinson. Sólo cuando las nuevas moléculas pasan estas etapas se realizan los estudios preclínicos y clínicos en humanos. Este proceso lleva más de 10 años. Por eso, el reposicionamiento de viejos fármacos como doxiciclina, acortaría estos tiempos hasta que los estudios de nuevas moléculas hayan pasado todas las fases experimentales”, afirma la científica, que ha sido distinguida este año con el Premio Sarmiento del Senado de la Nación.
- Una característica del Immca es su triple dependencia.
- Es único instituto de investigaciones biomédicas en su tipo en el norte del país. Hemos logrado replicar un modelo de interacción exitoso gracias al apoyo de la UNT, el Conicet y el Ministerio de Salud de la Provincia de Tucumán. La idea es hacer medicina traslacional que implica promover la interacción entre científicos y profesionales de la salud en una sinergia virtuosa.
- Es el investigador que sale del “laboratorio- burbuja”…
- Exactamente, con el médico, con el bioquímico, con el farmacéutico, con las personas implicadas en el manejo diario del paciente. Eso, en inglés, se llama “bench to bed”, de la mesada del laboratorio a la cama del paciente. Es la base de la medicina traslacional.
- ¿Por qué no se había dado hasta ahora esta sinergia entre UNT, Conicet y provincia?
- Cuando yo empecé a hacer mi tesis doctoral en Bioquímica había una división muy fuerte entre los que hacían investigación básica y los que hacían investigación aplicada. En las últimas décadas eso ha cambiado. En el mundo se impulsa la investigación científica para desarrollar temas estratégicos. Ya no se puede decir que haya una investigación básica y otra aplicada. Se hace ciencia y si es buena y orientada hacia un pensamiento estratégico, se puede aplicar. Hacer ciencia dentro del sistema de salud es sin duda alguna, un círculo virtuoso que se retroalimenta. Porque estamos aprendiendo muchísimo de nuestro interaccionar con los médicos. Estamos en contacto con neurólogos que trabajan en Parkinson: Emanuel Francella, Gustavo José, se han acercado; y la gente de Vinculación Tecnológica del Siprosa, del Conicet y de UNT que nos apoyan muchísimo y nos estimulan a desarrollar proyectos de investigación conjuntos con los distintos hospitales. Estamos aprendiendo a hablar un idioma común.
- ¿ Cómo fue ese trayecto desde la investigación básica hasta esta instancia?
-Nosotros somos biofísicos de proteínas, biólogos moleculares y bioquímicos que trabajábamos durante muchos años en el Insibio (Instituto Superior de Investigaciones Biológicas). En 2010, la doctora Rita Raisman Vozari en una entrevista en LA GACETA afirmó que dado el impacto que tenía en el mundo el estudio de las enfermedades neurodegenerativas, era una pena que en Tucumán no se estuvieran estudiando. Estas enfermedades, como se producen por la agregación de proteínas, tienen un fuerte componente biofísico. Por este motivo, le escribí, nos encontramos e inmediatamente encontramos estrategias para desarrollar en conjunto. A partir de ese momento comenzó a desarrollarse un puente muy fuerte entre París y Tucumán. Cuando publicamos en una revista de la serie Nature nuestro trabajo sobre el reposicionamiento de doxiciclina, tuvo mucho impacto no solo científico sino en medios de comunicación.
- ¿Cuál es el material de base con el que trabajan?
- La molécula, la célula, proteínas, y ahora tenemos modelos in vivo, que son animales de experimentación. Gracias a la colaboración con la doctora Raisman Vozari, una de nuestras becarias aprendió en Francia a construir un animal transgénico: un gusano que pueda tener los genes de esas proteínas humanas expresadas, y en algunos casos marcadas con un fluorescente. Usamos a esos animales como “reporteros” de lo que sucedería en un sistema más complejo como un organismo vivo. Tenemos en Immca tecnología para poder medir y analizar estudios moleculares y en estos animales.
- En el Immca hay tecnología que aportó un francés…
- Es un empresario francés que vive en Washington: tiene Parkinson y está muy interesado en desarrollar un acuerdo público–privado con nuestras instituciones para desarrollar en nuestro laboratorio productos de base tecnológica. Este nuevo horizonte nos anima mucho y las instituciones están intentando armar este rompecabezas. No es tarea sencilla, pero es la forma en la que se maneja el mundo y de a poco iremos armando experiencia en este tipo de transferencia al sector privado. Puede ser una fuente de recursos que nos permita seguir adelante en estos tiempos donde el sistema científico argentino ha sufrido recortes muy fuertes; y cuando es muy, pero muy difícil trabajar.
- ¿ Cómo se podrían financiar?
- En esto de hacer ciencia, somos capaces de generar productos que tienen un valor muy alto en el mercado. Por ejemplo, para nuestro trabajo interno, producimos las proteínas humanas que cuando se agregan se convierten en los tóxicos que matan las neuronas en el Parkinson o Alzheimer. En el Immca clonamos estas proteínas humanas, las expresamos en bacterias, las purificamos y las conservamos liofilizadas para utilizarlas en los diferentes estudios. Las proteínas que producimos son de alta calidad; de hecho, en Francia trabajan con proteína que nosotros producimos aquí. Nuestro objetivo es producir a mayor escala para poder vender ya que tienen un valor comercial altísimo. También estamos trabajando en diferentes colaboraciones con las facultades de Ciencias Exactas de la UNT y de la UBA para desarrollar biomarcadores que permitan un diagnóstico precoz de las enfermedades neurodegenerativas.
- ¿Cuán avanzado está el acuerdo con el inversor?
-Está en proceso de negociación de convenios. Todavía no hay nada firmado. Para nosotros es muy importante haber despertado intereses internacionales, pero estamos aún dando los primeros pasos. Tenemos que generar condiciones que atraigan a los inversores. Generar productos de base tecnológica es la base de la riqueza de países desarrollados. En Estados Unidos o en Israel los consorcios ciencia-empresa están muy desarrollados y los parques tecnológicos e incubadoras de empresas muy relacionados a las universidades e institutos de investigación. Las instituciones públicas en todo el mundo cargan una mochila burocrática y avanzan en este campo a través del trabajo conjunto con compañías privadas, que tienen la agilidad necesaria para posicionar un producto en el mercado.
- ¿ Ningún inversor privado argentino vino a tocarles la puerta?
- No, de momento no. Esperamos que esta interacción con este grupo internacional sea exitosa, traccione a nuestros empresarios y podamos aprovechar toda la riqueza “escondida” en nuestras universidades e institutos de investigación.