“Nos radicalizamos por el sesgo de la línea recta: damos por asegurado el bienestar futuro (no lo está) y nos entregamos a la pasión política como a un espectáculo sin consecuencias. Mientras, nuestro instinto niega el progreso. Pero la pobreza ha descendido a la mitad; las mujeres reciben casi los mismos años de educación que los hombres; la mayoría de la humanidad vive en países de ingresos medios; el planeta no se extinguirá por sobrepoblación, ya que pronto su curva ascendente será descendente; el 80% de los niños del mundo están vacunados y los tigres, pandas y rinocerontes negros ya no son especies amenazadas”. Esta síntesis que derrocha optimismo, es parte de una entrevista del diario español La Vanguardia a la sueca Anna Rosling, cofundadora del equipo Gapminder, un proyecto creado para divulgar e interpretar datos y estadísticas, que ha revolucionado la forma de analizar el mundo en los últimos años.
“Tengo 43 años: el mundo es menos pobre, violento, desigual e injusto que cuando nací. Debemos desconfiar de los relatos dramáticos e interesantes de periodistas, activistas y políticos: suelen ser interesados. Publicamos Factfulness para ayudar a analizar la realidad con la razón y datos; no con instintos y prejuicios”, explica Rosling, que es la nuera de Hans Rosling, fundador de la ONG Gapminder e inventor de Trendalyzer, un software de visualización de información para animación de estadísticas. La técnica de visualización de información utilizada por Trendalyzer es un gráfico de burbujas interactivo.
Anna usa el apellido de su marido, Ola Rosling, porque, de algún modo, es la identidad del grupo Gapminder. “Factfulness: diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas”, es un trabajo publicado por los Rosling en abril de este año y explota en las librerías de todo el mundo.
Emociones versus realidades
El eje de esta investigación -y de la fundación Gapminder- es demostrar que actuamos y tomamos decisiones mucho más por prejuicios y emociones antes que por datos y razonamientos surgidos de la realidad. Este trabajo parece haber sido realizado para los argentinos, que somos tangueros por naturaleza. Melancólicos, depresivos, pesimistas. Sobre todo los porteños, que acaban irradiando esa energía negativa al resto del territorio.
Quizás tenga que ver con esa genética inmigrante, de añoranza y desarraigo, de chico apesadumbrado que mira al barquito alejarse. No hay una letra de tango que no derrame sufrimiento, dolor y abatimiento. Sus acordes son llantos de velorio plasmados sobre un pentagrama. Y es la música oficial de Buenos Aires. Claro que también hay belleza en la tristeza, como hay belleza en la nostalgia de la plenitud extinguida. Factfulness (algo así como “los hechos en su máxima plenitud”), debería ser de estudio obligatorio en todas las escuelas argentinas, sobre todo en las escuelas de política, de periodismo y de militancia.
¿Qué porcentaje de la población global vive en la pobreza? ¿Cuántas niñas acaban la educación básica en los países pobres? ¿Cuál es actualmente la esperanza de vida en el mundo? Los Rosling demuestran que la mayoría responde incorrectamente a preguntas como estas.
¿Por qué actuamos por instinto antes que por razonamiento? Porque gastamos menos energía, descubrieron los suecos. Nuestras emociones primarias (prejuicios) requieren bastante menos esfuerzo que pensar. “La mayor parte de nuestro pasado consistió en convivir en pequeños grupos atentos a los peligros para tener una reacción inmediata, dependientes siempre del grupo. Si la tribu nos rechazaba, perecíamos”, explica Rosling. Y sostiene que los políticos, los periodistas y los militantes radicalizados de cualquier causa son los primeros en utilizar esos instintos primarios para captar la máxima atención de la sociedad.
Bipolares agrietados
Afirma que el principal sesgo cognitivo que nos traiciona al interpretar la realidad es esa manía de dividirlo todo en dos grupos diferenciados y enfrentados, aunque la realidad sea casi siempre mucho más compleja. Pero nos encanta dividir por dos, porque ¡es tan sencillo!
Desde el año 2000 hasta hoy la pobreza se ha reducido a la mitad en el mundo, “pero que nos gusta pensar que hay una famélica legión de subdesarrollados esperando asaltar nuestro bienestar. Estamos hechos para el miedo, aunque el lobo ya no exista. Es nuestra evolución”, explica Anna Rosling.
Ese miedo nos salvaba la vida en la prehistoria y por eso mismo nos llaman la atención las noticias negativas. Las buenas noticias no nos van a salvar la vida.
Otro prejuicio con información errada muy difundida es que en 100 años la sobrepoblación será tal que nos acabaremos todos los recursos del planeta.
En Factfulness demuestran que la población mundial sólo seguirá creciendo 13 años más y luego comenzará a descender, como ya está ocurriendo en algunos países desarrollados. Principalmente por dos razones: por los anticonceptivos y porque hay más educación sexual. Hace apenas un siglo la educación sexual casi no existía y los humanos parían como conejos. Eso está cambiando drásticamente.
Otras “buenas noticias” globales que arrojan los datos y las estadísticas y que contradicen a los prejuicios más extendidos son:
-Aunque sigue habiendo desastres naturales, los países están más preparados para que causen menos desgracias, porque son más ricos. Y ahora causan muchas menos víctimas.
-En 2016 se registraron más de 40 millones de vuelos comerciales y hubo sólo 10 accidentes mortales. Pero esos 10 accidentes estuvieron en todos los noticieros y tapas de diarios. De los otros 40 millones de vuelos no habló nadie.
-Jamás murieron menos personas en guerras que hoy, pero Siria está en todos los noticieros desde 2011, cuando comenzó el conflicto.
-También ha disminuido el terrorismo un 90% en las últimas dos décadas, pero la prensa y la política convierten a cada acto terrorista en un Armagedón.
-Cada año desciende un 4% la mortalidad infantil por causas evitables. La principal razón es la mayor educación de las mujeres.
Afirma Anna Rosling que está comprobado que hay más diferencias entre dos miembros de un mismo grupo que entre dos grupos antagónicos. Sin embargo, nuestros prejuicios, empujados por el instinto, nos dicen: “esos son así y nunca cambiarán”.
Buscamos culpables, nunca las causas
“Nos gusta tener una idea con la que explicamos todo. Es la perspectiva única de quien echa la culpa de cualquier desgracia a los inmigrantes, por ejemplo, o a los del país vecino”. El capitalismo, el comunismo, el machismo, el feminismo… “Solemos buscar culpables con el odio antes que causas con la razón. Y, además, solemos dar la misma importancia a dos opiniones, aunque una sea autorizada y la otra, no”.
Confrontamos a un experto con un ignorante que grita más fuerte y le damos el mismo crédito, bajo uno de los más grandes embustes: todas las opiniones valen lo mismo.
¿Acaso no tengo derecho a opinar? “No”, debería ser la respuesta correcta, aunque políticamente incorrecta. De lo contrario, enviaríamos a un odontólogo a la Luna y a un astronauta a arreglar muelas.
Es lo que hoy está pasando, amplificado a la enésima potencia por las redes sociales, donde se imponen las emociones, los instintos y los prejuicios y ganan la violencia, la agresividad y las malas noticias.
Cualquiera opina de cualquier cosa y encima con soberbia y pedantería. Por eso pensamos que todo está peor de lo que realmente está.
“La riqueza no es el camino para conseguir el desarrollo social, sino justo lo contrario, con educación e igualdad se avanza económicamente, no al revés”, afirmaba Hans Rosling, fallecido en febrero de 2017.
Sobre él pueden encontrarse varias charlas TED en YouTube, donde vuelca conceptos que contradicen décadas de prejuicios falsos impuestos por las emociones y los miedos. Algunas de esas charlas que están disponibles en castellano son: “El juego de las estadísticas”; “El crecimiento de la población mundial”; “La lavadora mágica”; “Cómo no ser un ignorante del mundo”; y “Lo aparentemente imposible es posible. Nuevos datos sobre la vida y la pobreza”.
Sobre el final de su entrevista con La Vanguardia, el periodista LLuís Amiguet le pregunta a Anna Rosling, ¿Cómo hacemos para usar la razón más que el instinto?, y ella, como si nos hablara a los agrietados argentinos, responde:
“Desconfíe de las historias emocionantes y de los relatos dramáticos de periodistas, activistas y políticos: suelen ser interesantes, pero también interesados. Analice los datos y las estadísticas antes de opinar sobre ellos y no sólo para que confirmen lo que ya creía”.