¿Cuándo salieron?
Llevan más de un mes en la ruta
Los grupos de familias, con personas jóvenes y niños pequeños, que huyen de la violencia, la pobreza y la persecución en Centroamérica no son un fenómeno nuevo, pero el comienzo de esta última oleada puede datarse en octubre pasado. Según la cadena británica BBC, el 12 de octubre de 2018, unas 160 personas se reunieron en una estación de ómnibus de la ciudad hondureña de San Pedro Sula para emprender el largo viaje hacia el norte. Cuando se pusieron en marcha durante la madrugada del 13 de octubre, ya se habían unido otras 1.000 personas. El grupo siguió aumentando y entró en México el 19 de octubre. Desde entonces, muchos otros lo han seguido.
¿Cuántos son?
Estiman que entre 8.000 y 10.000 personas integran las caravanas
Muchos migrantes y refugiados han optado por formar caravanas, en lugar de atravesar México solas, porque temen ser secuestradas por traficantes de personas, caer en manos del crimen organizado o los cárteles de la droga, o sufrir abusos por la policía o el ejército. Es difícil calcular el tamaño total de las distintas caravanas pero, según estimaciones de Amnistía Internacional del 12 de noviembre, basados en datos oficiales, informes de los municipios, organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos y la sociedad civil, el número total de personas que forman las caravanas es de entre 8.000 y 10.000. Algunas publicaciones periodísticas reclaman que son en realidad muchos más, hasta 25.000. Entidades que trabajan sobre derechos de la infancia han calculado que uno de cada cuatro miembros de la primera caravana que entró en México era un niño.
¿Por qué se van?
Obligados a dejar sus países por la violencia, la pobreza y el miedo
Las caravanas están formadas por personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares y a sus familias para buscar un lugar más seguro donde vivir. Entre ellos hay estudiantes, comerciantes, mujeres y hombres que trabajan como panaderos, conductores de ómnibus, vendedores de diarios o camareros, muchos con hijos pequeños. En algunos casos, prefieren irse en vez de vivir con miedo a ser la siguiente víctima de la violencia. Honduras, por ejemplo, tiene uno de los mayores índices de asesinatos del mundo (un 800% más alto que el de Estados Unidos). Otros se van tras ser amenazados por las redes delictivas (“maras”) que los extorsionan para que paguen por seguridad o para que cometan delitos. La homofobia, la transfobia, en general, la persecución a integrantes de la comunidad LGBTI+ en países de Centroamérica es tan grave que muchas personas trans, gays y lesbianas prefieren huir ante las amenazas de violación, esclavitud sexual o de asesinato. La debilidad de los gobiernos, la pobreza y la precariedad son otros factores que los impulsan a salir.
¿Cómo viajan?
Un camino de casi 5.000 kilómetros, a través de selvas y desiertos
Ya sea a pie o en colectivo, o si se suben a un camión haciendo dedo, las personas migrantes se enfrentan a un penoso viaje de varias semanas y varios cientos de kilómetros para llegar a Estados Unidos. Los que salieron de San Pedro Sula deben recorrer casi 5.000 kilómetros (poco menos de la distancia que hay de La Quiaca a Ushuahia) para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos, y tienen que atravesar desde la zona selvática de Chiapas hasta el sol abrasador de la costa del Pacífico. Es un camino peligroso porque atraviesa zonas controladas por los narcos, varias personas fueron atropelladas en la ruta, también se han enfrentado a gas lacrimógeno de las fuerzas de seguridad y a amenazas de deportación por gobiernos regionales. Las quemaduras del sol, la deshidratación y la falta de agua potable y saneamiento son riesgos constantes, además de las ampollas en los pies, infecciones respiratorias o diarrea.
¿Pueden expulsarlos?
Los gobiernos están obligados por el derecho internacional a dar asilo
Desde que asumió, el presidente estadounidense Donald Trump demoniza a los solicitantes de asilo diciendo que son delincuentes, que aprovechan vacíos legales del sistema de inmigración y amenaza con tomar medidas para “pararlas”, incluida la construcción de un muro a lo largo de sus 3.200 kilómetros de frontera con México. En la práctica, el gobierno de Estados Unidos ha intentado desmantelar el sistema de asilo mediante la adopción de políticas y prácticas que incluyen las expulsiones masivas ilegales de solicitantes de asilo en la frontera con México; la disgregación de miles de familias mediante la separación de los hijos de sus progenitores; la limitación de los lugares y tiempos en que se puede solicitar asilo y el creciente recurso al uso de la detención sin causa judicial e indefinida de personas que buscan protección. Todas estas prácticas infringen el derecho internacional, según indica la organización Amnistía Internacional. “En virtud del derecho internacional, toda persona que llegue a suelo estadounidense o intente entrar en territorio estadounidense para solicitar asilo debe ser autorizada a hacerlo, y a que su caso sea examinado por autoridades”, difundió la ONG.