WASHINGTON, Estados Unidos.- El presidente estadounidense, Donald Trump, desde el jardín de rosas de la Casa Blanca cumplió con la tradición de “indultar”, dos pavos antes del día Acción de Gracias que se celebra hoy. Pero en su comparecencia indultó a alguien más: al príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, conocido como “MbS”. Aunque el verdadero hombre fuerte de la monarquía del Golfo tuviera constancia del asesinato del periodista disidente saudí Jamal Khashoggi en el consultado del su país en Estambul, Trump seguirá siendo aliado de Riad. Porque para Washington es más importante el dinero de los saudíes que la condena.
Trump recibió esta semana un informe sobre el caso del periodista, asesinado el 2 de octubre en el consulado saudí en Estambul, donde había acudido a recoger documentos para poder casarse con su novia turca. Hasta hoy no hay rastro de su cadáver.
Luego de semanas de fuerte presión internacional, Riad reconoció que el asesinato fue ejecutado por un comando de su país, aunque aseguró que la orden no fue dada por la Casa Real.
La implicación o no del príncipe heredero es ahora la principal incógnita. Medios estadounidenses publicaron un presunto informe de la CIA que apuntaba a “MbS”, pero Trump negó que su gobierno tuviera una conclusión oficial sobre el caso.
El martes llegó el comunicado de la Casa Blanca, titulado con el famoso lema de Trump: “America First” (Estados Unidos primero). “¡El mundo es un lugar peligroso”, sigue, antes de dirigir acusaciones contra Irán, su enemigo preferido, que no tiene que ver con la muerte de Khashoggi. De hecho, Irán es el principal rival geopolítico de Arabia Saudí.
Además, Trump alabó al gobierno de Riad por destinar millones en la lucha contra el terrorismo islamista radical, sin mencionar el papel de Arabia Saudí en la difusión del wahabismo, una lectura muy conservadora y extremista del Islam muy vinculada a la ideología de la milicia terrorista Estado Islámico (EI).
Después, el mandatario elogia los encargos millonarios, sobre todo armamentísticos, firmados durante su visita a Riad el año pasado. Cancelar esos acuerdos ahora “de forma insensata”, como exigen algunos republicanos, favorecería a Rusia y China, dice el presidente, sin esconder el importante papel de Riad en la extracción de petróleo.
Trump dibujó un escenario amenazador: drástica subida del crudo, pérdida de cientos de miles de empleos e inmensos daños económicos serían el coste de su ruptura con Riad. Y reconoce abiertamente que los derechos humanos, los valores, los principios morales desempeñan un papel secundario. Lo principal es el dinero y el poder.
Arabia Saudí es uno de los principales productores de crudo del mundo, el mayor comprador de armas estadounidenses y un importante inversor. Y Trump necesita a los saudíes para llevar a cabo su estrategia regional y su enfrentamiento contra Irán.
Suena pérfido que Trump condene el asesinato de Khashoggi y que al mismo tiempo acuse al muerto. “Dicen que Khashoggi era un ‘enemigo del Estado’ y miembro de los Hermanos Musulmanes, pero mi decisión no se basa en eso; es un crimen inaceptable y terrible”, dijo Trump.
“Nuestros servicios secretos siguen estudiando las informaciones. Podría ser que el príncipe conociera ese suceso ¡quizá lo conocía o quizá no!”, escribió.
La consecuencia de ello es que “Estados Unidos pretende seguir siendo un socio inquebrantable de Arabia Saudí para garantizar los intereses de nuestro país, de Israel y del resto de socios que posee en la región”. El mensaje también será oído por otros líderes autoritarios del mundo: mientras un país sea importante en lo económico, Estados Unidos perdonará un asesinato político. Al menos, así ocurrirá durante la presidencia de Trump.