MARÍA SOL ALDONATE
LA GACETA
Nueve kilómetros caminó Alberto Cajal con su hija de 15 años en brazos mientras ella lloraba desconsoladamente. La adolescente se había caído por el barro y quebrado el hombro cerca del socavón de 15 metros de profundidad. Una cárcava, ésta, que ya lleva al menos 30 años, y que se ahonda con cada inundación. Corrió, saltó cada rama y cada objeto que el caudal de la tormenta arrastraba por el camino de acceso a Alto El Puesto, Graneros. El agua que caía del cielo les nublaba la vista, pero seguían. Tenían que llegar hasta la ruta 38, en primer lugar, y luego al dispensario de La Invernada. “Si sucede una desgracia, ¿a quién vamos a recurrir? Por ahí (señaló el borde del socavón) pasan los chicos que esperan el colectivo para ir a la escuela. Tienen que ir acompañados por los padres ida y vuelta. ¿Y si por ahí se descuida un padre y un chico se cae?”, cuestionó Cajal.
Los días posteriores a aquella lluvia de fines de octubre fueron difíciles. Los vecinos de Alto El Puesto quedaron aislados, otra vez. Ingresar a aquella localidad se convirtió en una odisea y salir de ella también. Sin luz, sin agua, con lo que lograron salvar y con las provisiones que les quedaron. Sus cultivos de tabaco, papa, zapallo también tuvieron pérdidas: algunas parciales, otras totales. “Antes éramos 12 familias (en el caserío donde vive Cajal, al lado del socavón), ahora somos seis. Nos quedamos en Alto El Puesto porque no tenemos a dónde ir”, dijo el vecino.
Por el gran caudal de las lluvias caídas, el trayecto para acceder a Alto El Puesto se ha transformado ahora en un brazo del río Marapa. La Escuela N°159 Base Naval Puerto Belgrano de La Invernada, que funciona como institución transitoria hasta que finalice la construcción de la nueva escuela, abrió sus puertas. Pero los niños de Alto El Puesto no llegaron por nueve días. Antes, el colectivo los recogía en el socavón y los trasladaba hasta La Invernada; ahora, el vehículo espera a los alumnos a un kilómetro de lo que era la Escuela N°295, que va siendo “devorada” por la cárcava, que ya se “tragó” dos aulas y el jardín de infantes. Aunque pasan las lluvias, el agua se resiste a bajar, el ómnibus no llega, y los chicos todavía no han vuelto a clases. “No voy a hacer piquetes, no voy a hacer cola para ir a un concierto. Quiero ir a estudiar”, les dijo Lara a sus padres. “Los chicos están sufriendo porque perdieron clases”, coincidieron los vecinos. “Nunca se perdieron clases”, había asegurado el ministro de Educación de la Provincia, Juan Pablo Lichtmajer el jueves pasado en el ciclo televisivo “Las 12 en 30” de La Gaceta Play. “(La escuela de La Invernada) está a una distancia razonable para que todos puedan llegar”, afirmó por un lado; y agregó: “por otro lado, tenemos educación domiciliaria”. “Perdieron clases porque cuando está el camino lleno de agua el colectivo no entra y nosotros la llevamos a nuestra hija más grande como podemos”, dijo Cajal por otro lado. Lichtmajer dijo que la solución de fondo es construir la escuela nueva, que, se estima, estará lista en diciembre. No obstante, el edificio se está construyendo a menos de 100 metros de la vieja escuela; y los vecinos aseguran que corre el mismo riesgo de caer al abismo. “Ya ha pasado un año y medio de la tormenta del año pasado y nos habían prometido tantas cosas que seguimos igual, o peor”, concordaron los vecinos de Alto El Puesto.
Cuando los pronósticos climáticos advierten lluvias, las velas se encienden y los vecinos rezan. Esa es su única esperanza.