La rutina de Cristian Jaime está dividida en cuatro. El tucumano de 31 años trabaja como policía de guardia por la mañana. A la tarde vende productos de bazar con su esposa y pasa tiempo con su hijo de 2 años. Durante los días de descanso como efectivo -y cada vez que encuentra tiempo- juega entre 4 y 6 horas al videojuego de lucha Street Fighter V. Así trata de cumplir el sueño de su vida, que es vivir de eso. “Shaka22” -su seudónimo gamer- no es un jugador cualquiera: es el segundo mejor luchador de Argentina y viaja a competir en torneos en otras provincias y países. Y no sólo eso, también gana. Hace un mes salió campeón de la Copa Cyberix 2018, que se disputó en el Teatro Vorterix, en Buenos Aires, ante más de 1.000 personas.
La relación de Cristian con los videojuegos de lucha comenzó cuando tenía 5 años y su hermano lo llevaba a jugar en el arcade del barrio. “Siempre fue como un hobbie, siempre me gustó, pero competitivamente lo hago hace 2 años”, cuenta orgulloso.
Jugar competitivamente significa vivir de viajar a disputar torneos de videojuegos, algo común en otros países en donde los deportes electrónicos son una industria desarollada (ver nota “La audiencia...”). “Es muy difícil vivir de esto en Argentina. Estamos lejos de países como Brasil, Estados Unidos o Japón, donde los jugadores tienen sponsors y pueden jugar de 8 a 10 horas por día”, explica con un poco de resignación.
A pesar de que Cristian se destaca a nivel nacional, él asume los costos al viajar, y se hospeda en casa de amigos para ahorrar el hotel. “Trato de no bajar los brazos pero cada vez me cuesta más. Sacrifico la licencia de trabajo y en vez de irme de vacaciones con mi familia viajo a competir”, cuenta el gamer, que integra el equipo de juego chileno PHD.
Nivel profesional
El tucumano participó en más de 10 torneos profesionales que se disputaron en Chile, Buenos Aires y Mar del Plata. El más importante fue el Capcom Pro Tour, un evento internacional que organiza la empresa Capcom, creadora del juego al que se dedica (Street Fighter V). “Me fue dentro de todo muy bien: quedé noveno en Chile entre más de 120 jugadores y séptimo en la Capcom Pro Tour”, detalla.
Competir en torneos de videojuegos requiere mucho entrenamiento físico y mental, dice Cristian, porque no solo se trata de ir a jugar. Él estudia cómo pelean los rivales y averigua cuánto tiempo tarda en dar el golpe cada personaje del juego para poder contrarestar la técnica del oponente. Además maneja el fightstick de una forma particular para ahorrar tiempo al apretar los botones: usa la mano completa combinando los dedos y la palma para sacar el mayor provecho posible. Sí: un milisegundo hace la diferencia.
“En las primeras competencias me ponía muy nervioso, me olvidaba de todo lo que estudiaba y cuando menos me daba cuenta ya estaba afuera del torneo. Ahora lo controlo más”, cuenta el gamer, que desde chico pelea con el personaje Dhalsim porque le gusta la filosofía budista, y el personaje simboliza eso en el juego.
“Shaka22” practica todos los días en el cuarto donde duerme con su esposa y su hijo, en la casa de sus papás. “No es una pieza gamer clásica llena de auriculares, sillas especiales, Play Stations por todos lados. A veces estoy jugando y mi bebé me dice ‘pa, pa’ y me señala la televisión, y tengo que suspender todo y ponerle dibujitos. Es lo que me gusta, pero tengo otras obligaciones, una vida que no es tan solo el juego”, dice.
Cuando Cristian egresó de la secundaria empezó a estudiar Comunicación en la UNT. Se dio cuenta de que no le gustaba y se pasó a Inglés. Cursó durante dos años pero tuvo que dejar porque no podía afrontar los gastos de estudio. Tuvo muchos trabajos hasta que decidió convertirse en Policía en busca de la estabilidad económica: fue cadete de pizzería, empleado de súper, viajó como camionero, vendió CDs en la Terminal y lavó autos. La única actividad que siempre se mantuvo porque lo apasiona es jugar a los videojuegos para competir. “Si pudiera vivir de esto dejaría todo”, avisa. Y el año que viene va por más: hasta competir fuera de latinoamérica no va a parar.